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viernes, 16 de julio de 2021

¿Lo recuerdas Pachito?

Lo vi besar el escudo por televisión en aquel triunfo ante Unión Atlético Táchira y su euforia sobresalía en aquella sala velatoria que parecía ser Pueblo Nuevo. No puedo mentir, fue la primera vez que vi a alguien besando un escudo y tras ese escudo, su historia, su pasión.

Años después me lo encontré en un café de la ciudad y como no podría ser de otra manera, la tertulia giraba en torno al fútbol. Mientras jugaba con los granos de azúcar esparcidos sobre la mesa comienza a contar anécdotas sobre anécdotas, unas que nos hicieron provocar estruendos de carcajadas, otras para el anecdotario.

Me fue difícil diferenciar entre las historias de su vida y las anécdotas del equipo. Las mejores y peores páginas de su vida fueron aquellas que vivió con el equipo, porque más de una vez tuvo que vestirse de héroe sin capa para salvarlo de la condena, ese era “Pachito” Moreno.

Lo recordamos, aquella vez en la tribuna. Por alguna razón seguramente administrativa de aquellas nefastas directivas, justo antes del juego le informan que, al ser un técnico interino sin aval, no podía estar en el banquillo. Pachito se rasca la cabeza y pide de inmediato las llaves de la tribuna nueva del Soto Rosa.

El encargado de mantenimiento, busca sigilosamente en su bolso y se da cuenta de que aquellas llaves estaban cuidadosamente guardadas, pero en la gaveta de su casa. Pachito se rasca nuevamente la cabeza y mientras ve salir a los jugadores a la cancha, la mesa técnica le solicita alejarse de inmediato y le recuerdan que su aval estaba en consideración.

Entonces, la única opción posible era dirigir desde la grada bajo aquel intenso sol. Le sugirieron hacerlo en la tribuna para más comodidad, pero por la cercanía a la cancha optó por quedarse allí, aunque con los fanáticos alrededor.

Ante la ausencia de una forma eficaz de comunicación, optaron por aprovechar aquellos saques laterales cerca del costado donde yacía el técnico encargado para recibir indicaciones. Cada vez que se acercaba un jugador a hacer un saque lateral, Pachito corría y les hablaba, a medida que avanzaba el partido, los laterales se hacían más frecuentes y menos entendibles.

Se podría decir que un técnico tenía una idea de juego, pero en aquel entrevero de personas, todas sufriendo y todas queriendo ganar, le abordaban cada dos minutos para decirle lo que tenía que hacer. Al principio Pachito los escuchaba y algunos fanáticos juraban tener la fórmula del partido.

Eventualmente, cada vez que había un saque lateral, nacía una improvisada charla técnica. No solo asistían el técnico y el jugador sino detrás de ellos 4 o 5 fanáticos con su filosofía de juego, todos sentían ser el Tele Santana del momento. Al final los jugadores salían con más dudas que instrucciones.

El cansancio de Pachito llegó a tal punto, que debió buscar una estrategia más eficaz. Habló con “Saboréalo” aquel personaje del Soto Rosa que siempre estaba rifando algo en las gradas y tribunas del estadio Guillermo Soto Rosa. Nunca nadie pudo dar fe de aquellas premiaciones.

Saboréalo arrancó una hoja en blanco de aquel cuaderno en sorteo y entonces Pachito empezó a escribir las indicaciones. En la mitad del primer tiempo se las entregó al capitán para que fueran leídas en el entretiempo y seguidas al pie de la letra.

Justo antes de comenzar la segunda mitad, uno de los jugadores se acerca corriendo con la hoja de indicaciones y le pregunta por quién es el cambio. Pachito lo mira y le dice, “usted sale”, el jugador se regresa corriendo a la mesa técnica y justo antes de escuchar el pitazo inicial, vota las indicaciones en la basura.

Se regresa corriendo a la cancha sin mirar al costado, a donde no volteó más en lo que restaba de partido. Aquel jugador se olvidó de los saques laterales y minuto a minuto empezó a rodar la pelota con más precisión, a buscar más espacios, hasta erigirse como figura del partido.

Me quedo en la mesa, él se levanta, paga el café y se despide. Le pregunto:

- “Profe, honestamente me cuesta diferenciar entre su vida y la de Estudiantes”.

- “Es la misma”, me dijo, “es la misma”.




sábado, 10 de julio de 2021

“Pásele el pito a Cavalieri”

No recuerdo el juego, sé perfectamente que nada tiene que ver con el resultado que a la final no es ni anecdótico, con puntos que nadie recuerda, con jugadas que solo yacen en la mente de algunos jugadores. Tampoco sé del árbitro a quienes generalmente no recordamos, aunque no deberían molestarse porque no tengo la menor duda que a sus madres aún las recuerdan.

No era un juego a puerta cerrada, pero en Venezuela en algunas canchas pareciera que así ocurriera, a veces con más gente en la cancha que en la tribuna, aunque siempre existen esas barras que alientan arriba para transmitirlo todo a la cancha, pero a veces pasa lo contrario y todo lo que ocurre en la cancha se oye en la tribuna. ¡Todo!

Pero con todo y eso, siempre ha habido recursos económicos para traer técnicos que han dejado huella. La primera vez que escuché el nombre de Eduardo Borrero, fue en una esquina de la avenida 2 Lora de Mérida. Un par de amantes de la espumosa bien fría se comentaron entre ellos. “Y viene Borrero para Estudiantes” no recuerdo que más agregaron, pero lo que sí recuerdo es una sensación de aprobación, luego dos sorbos y les juro que no arrugaron la cara.

Borrero, para quienes no lo conocen llegó al fútbol venezolano como arquero y decir que es extranjero hoy en día es desconocer cuantos años ha estado entre Mérida y Puerto Ordaz, con Estudiantes, ULA, Mineros y hasta dirigió una selección Venezuela. Llegó a participar en el juego de las estrellas que por los años 70 u 80 se realizaron en Mérida entre extranjeros y nacionales.

De Ángel Raúl Cavalieri no tengo tan gratos recuerdos, el argentino siempre nos jugó en contra y para mí es uno de los mejores técnicos que han llegado a Venezuela, pero desde aquella vez que nos quitó el título en Mérida en la última fecha con su Italchacao, juré por mi perro y mi patria aceptar que se lo comieran los leones, aunque no lo logré.

Entre ambos ha habido innumerables duelos desde los años 90, con escuelas distintas. Borrero con más toque de pelota, Cavalieri con más pragmatismo, pero siempre con duelos particulares, podría decir que se conocen bastante, pero honestamente nunca vi sí alguien realmente los presentó, así que me remito a decir que se han visto lo suficiente.

En uno de esos juegos, de los innumerables duelos que han tenido, en un estadio en los que no se ensucian las tribunas, se escucha con mucho eco, pero con nitidez espantosa todo lo que dicen en la cancha.  Lo oí claramente “Estoy solo, estoy solo”, gritaba el delantero por derecha del equipo de Cavalieri, y el lateral rival se da cuenta, corre a marcarlo, mientras este seguía gritando “estoy solo, estoy sooolo” y el marcador sin que el árbitro pudiera hacer algo al respecto le grita “estás solo por feo, por narizón”.

De inmediato y en forma reiterativa, Cavalieri empieza a increpar al árbitro porque el marcador “insultó” al delantero. Tres pasos después, cuando el delantero se resbala, Cavalieri pide penalti y segundos después pide córner. Borrero se levanta del banquillo, mira al árbitro y le grita con una frase que nos retumbó en las gradas “árbitro, pásele el pito a Cavalieri”, el argentino se voltea, se miran y ambos se mueren de la risa.

 


 @jesusalfredoSP 

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lunes, 5 de julio de 2021

El taquillazo

 Generalmente los equipos buscan agencias de mercadeo para comercializar, fijar precios de vallas, del merchandising,  de las entradas, del papel del baño, el precio de las comidas y bebidas dentro  del estadio. No estoy seguro, sí algunas cosas las hicieron, pero sí estoy seguro de donde salió el precio que debía costar la entrada.

Un día antes del juego inaugural, faltaban algunos detalles para el arranque del torneo: un arquero, un central, un goleador tal vez, miento, todo eso estaba listo con pre temporada incluida. Se habían disputado algunos juegos amistosos o de preparación, los que dicen que no valen nada, no lo creo, sí valen para algunos técnicos.

Siendo el juego un domingo, era normal que todo estuviera a punto una semana antes, y eso pasaba como dice el dicho “aquí y en la China”. Pero los que crearon ese dicho, no se habían encontrado con este presidente de equipo que un día antes del partido inaugural, no había mandado a hacer las entradas.

Vuelvo con el dicho, “aquí o en la China”, puede ser normal que puedas imprimir las entradas en un momentito, pero lo dejaron para el sábado a las 5 de la tarde cuando todos los de la imprenta estaban oliendo a cerveza o ron. Esos ya estaban de rumba y algunos pendientes de comprar la entrada para el día siguiente.

Se imaginan un sábado en la tarde noche? La ciudad enrumbada en aquellos tiempos con el petróleo a $150. ¡Yo sí me lo imagino! La plaza Las Heroínas llena de carros con música, las licorerías sacando cajas de cerveza para que la sed acumulada de una semana, se saciara en sólo minutos. Hasta la gritona del barrio, que nadie miraba nadie, esperaba ansiosa esos sábados.

Y unos, algunos de ellos, se ponían la camiseta de Estudiantes de Mérida un día antes, porque sabían que la rumba era larga y después del trasnocho venía el juego a las 11 de la mañana. No quería perder tiempo lavando la camiseta del equipo a última hora, o sacándola de la ropa sucia. Aunque sé que algunos lo hacían y para no usarla, se la llevaban en la mano y la aireaban durante todo el juego al ritmo de la canción. 

“Póntela” le decían los más inocentes. “Es una Cábala de la buena suerte”, respondían como si esa palabra por ser bíblica les eximía de culpa, y la verdad es que eran uno soberanos cochinos, pero bueno luego entre el olor de los pinchos y la cerveza, todo se volvía imperceptible.

¿Cómo se nos olvidaron las entradas? Grita el presidente en la oficina. Regañó a medio mundo porque a nadie se le había ocurrido recordarle las entradas. La secretaria le dijo, torciéndole la boca, que ella lo dijo pero que la duda  con el precio de las entradas, había retrasado todo.

Luego de algunas llamadas se dio cuenta que no había tiempo y se le ocurrió la genial idea de dar entrada libre. ¿Entrada libre? Le dijo el Administrador a sabiendas que el dinero de la taquilla era lo único seguro que tenían para el próximo viaje. Sólo aquí, No en Pekín.

Le suena el teléfono a Jeidson y entre la música a todo volumen y el bullicio sabatino, apenas pudo escuchar al presidente. “Tengo un problemita” le dice aquel personaje con rango militar por cierto. “Me quedaron mal con las entradas”, como para tapar su error. Un silencio que dejaba colar los griteríos se produjo de inmediato.

Jeidson, gran fanático y toda una vida yendo al estadio, le pregunta si no tiene entradas viejas. El tipo corre a un escritorio viejo, de esos metálicos que tiene que ser macho para abrir la gaveta y se da cuenta que la gestión anterior había dejado entradas antiguas sin vender y otro material de papelería.

“Listo amigo”, le dice el presidente, con eso resolvemos mañana ante Zamora FC. La verdad en ese momento no había sido sólo su amigo, si no un ángel, un beato, un santo que le había hecho un milagro. Y todo contento, satisfecho, pletórico, realizado, el presidente se animó a preguntarle. ¿Y cuánto puede costar la entrada?

Jeidson, mira de reojo su cava llena, pero toca su bolsillo vacío, desahuciado por sus amigos y saca la última faja de billetes y cuenta 15 mil Bolívares, justo el precio que pagó al siguiente día en taquilla por entradas recicladas y que el diario Frontera tituló como ¡Taquillazo! En su página principal