Me lo tomo como un juego. Sí, como un juego, no le
pongo ni un ápice de realismo, porque la suerte cambia y dios escucha, aunque
nos pareciera que a veces de manera tardía. Wayne Dyer dice que la muerte
siempre nos acompaña, que está sobre nuestros hombros, pero interpreté que también
el éxito y la felicidad están a la misma distancia.
No quiero invocarla, pero me está pasando. Mi diagnóstico
no es el mejor. Visito médicos y nadie consigue entenderme, me mandan medicinas
como para decir que aportaron un grano de arena, pero ya tengo un desierto. Créanme, la majestuosidad el Desierto del Sahara será pasado
cuando yo muestre mi compendio de granos de arena.
Los exámenes de descarte reflejan que todo está
normal, eso no me alegra, en serio, eso me aturde porque sé que no estoy bien.
Cuando me pongo a pensar en ello empiezo a sentir los síntomas, algunos dicen
que mi dolor de cabeza es psicológico, otros que son gases. Cuando no puedo
segregar saliva lo atañen a un virus que pronto pasará, pero no, no pasa, mi patología
dice que allí está, que no ha cesado.
No le cuento a mi madre porque se preocuparía, y
seguramente comenzaría a echar camándula para que yo no sufriera, a invocar a
dios y a sus santos para que todo saliera bien, como lo hizo aquella tarde, un
día después de que caímos ante Cerro porteño en los cuartos de final de Copa
Libertadores en el 99. Mi tía Ángela, compañera de vida y de mil novenarios, hoy en el cielo, se reía, no lo entendía. Mi
mamá y yo no, sólo nos lamentamos y mi madre cerró ese episodio diciendo que
por eso a ella no le gustaban esos juegos, porque cuando perdía daba tristeza.
Mi esposa, es como los doctores, no me entiende. Le
comento poco, o quizás nada, porque con tantas angustias diarias, agregar una
que no está del todo clara, es como preocuparse porque un meteorito golpeará
marte. Finalmente opté por no visitar mas médicos, no es que no crea en su
capacidad, no, para nada. Pero por un lado no dan con un diagnóstico real,
segundo me mandan a tomar diferentes medicamentos con tal de que no me vaya del
consultorio sin un récipe. Por otro lado no encuentro algunos medicamentos y
los que estoy comprando siento que le pueden servir a alguien que realmente los
necesite, yo no, lo mío es otra cosa.
Y está decisión tan tajante y radical viene dada por
el último episodio en un consultorio de Medicina general. Llego y el doctor me manda a sentar. No espere a que me preguntara ¿Cuénteme? ¿Qué le pasa?, Porque siempre
me han recibido así y por lo tanto empecé a hablar sin mas preámbulo. Le dije: Doctor,
la verdad le voy a hablar sin rodeos porque ya estoy cansado de repetir tantas
veces esto. Siento que estoy en el lugar equivocado. El tipo frunció los ojos,
y yo le dije, no doctor, tranquilo, no sé si lo mío es con un especialistas o que
tan bueno sea usted en medicina general. El tipo, levantó la cara y un poco mas
la voz, muy bueno me replicó. Perfecto gracias, le dije como para bajar los
ánimos.
Sabes pensé en hacer unas diligencias para tratarme en
el exterior, pero la verdad, el tema económico sale a relucir. El doctor me
dijo, “Claro, sin duda” Pero ¿Qué es lo que tiene?. Sinceramente no les presté
atención a su pregunta, fuí un completo maleducado, lo sé. Y seguí diciendo pensé
en irme a tratar a Brasil o Argentina, no sé, un país con más tradición.
¿Tradición me dijo el doctor? – y levantó aún mas la voz diciendo- La medicina con mas
adelantos está en Estados Unidos y Europa ¿Qué tiene que ver la tradición? me dijo el
batiblanca, obviamente ya desencajado conmigo como paciente, manoteando porque
su investidura y su consultorio habían sido vulnerados por un personaje que a
lo mejor quería simplemente plantear
hacer una vueltica para cobrar el seguro o algo así, no sé cómo me había
tomado.
Empiezo a mirar alrededor del consultorio como para
ver si le comentaba o no, para despejar la duda y accedí. Ok, doctor. Me pasa
lo siguiente. El tipo baja su ánimo, pero su cara seguía siendo como la de
aquel futbolista que recibe una patada certera donde mas duele y el jugador que
lo atacó, lo conoce y amablemente lo
levanta y le pide disculpas. Es que veo una cosa y me dicen otra, ¿Daltonismo me dice el tipo? mostrando sus conocimientos sin mas que con un comentario,
le interrumpo y le digo: no doctor, le explico: Hace algunos meses me dijeron
que mi equipo había sido vendido y que los nuevos dueños iban a estructurarlo
de tal manera que íbamos al octogonal, que íbamos a llenar el estadio, que
íbamos a tener partidos internacionales, y que íbamos a jugar torneos
internacionales.
Siento que el tipo, casi me agarra por el cuello, pero
me imagino que ya están acostumbrados a diagnósticos raros. Continúe, me dijo
el doctor. Yo, tomo aire y le digo. Eso lo dijeron hace algunos meses, pero a
partir de allí el equipo fue deportivamente lo mismo. Peleamos por no ir a segunda
división, aunque la gasolina les hizo soñar a algunos por entrar al octogonal,
yo nunca lo vi tan claro.
Hoy doctor, en plena pretemporada, sigo escuchando
cosas maravillosas de parte de algunos directivos y de algunas personas. Pero
mi mal doctor, está aquí. Yo no veo lo que escucho, mi mal es irreversible y la creo que muerte me espera.