El clima en Mérida es tan cambiante como el fútbol
en si, empiezas atacando, dominando la pelota, teniendo las mejores
oportunidades, mas tiros libres y de repente, esa sensación de
triunfo que respirábamos en los primeros 5 minutos, se esfuman y
terminamos buscando culpables una y otra vez.
“Hay nevada” dice la gente, y toma
su mejor sueter, llama a un amigo que tenga carro para asegurar el
transporte, la comodidad y toma vía páramo. El fenomeno del niño
nos ataca por todas partes, se va la luz, no podemos ver TV, no
podemos usar la computadora, se paran las clases. El Niño provoca que
los mas tímidos conductores muestren su cara de aficionado frustrado
por la derrota cuando se colapsa el trafico por la ausencia de luz.
El fenómeno climático iba a hacerse presente en nuestra ciudad y
antes de tomar rumbo al estadio, los aficionados buscaban su mejor
indumentaria para apoyar a Estudiantes de Mérida ante Zulia para
protegerse del posible chaparrón.
Empece a buscar en mi closet algo que
realmente me identificara y que a la vez me protegiera del frio o de
la posible lluvia que pudiera caer durante o despues del juego. Mi
impermeable es gris, mi sueter de buen abrigo es azul, nada que ver
con lo rojiblanco del equipo. Y empecé a indagar de que realmente el
equipo pocas o nunca ha colocado sueteres dentro de sus souvenirs de
venta para los aficionados. Una Fundación llamada “Amigos de
Estudiantes de Merida” a mediados de los 90, que hasta se dio a la
tarea de importar dos jugadores brasileños, comenzaron a vender
franelas, llaveros y unas chaquetas con el escudo del equipo, me
imagino que su desaparicion condeno la idea y nadie la ha retomado
para casos como este.
Para esa época y pagando el hecho de
ser el menor de la casa, todos los santos diciembres me tocaba junto
a mi hermano ponerle un cariñito a la casa. Como buena costumbre
andina, a nuestros padres les gustaba recibir la navidad o el nuevo
año con la casa pintada. No era un tema de buenas energías o
chacras, nada de eso. Era una cuestión cultural, que oliera a
pintura cada diciembre para que se mezclara con el olor de las
hallacas y a pesebre. Ese olor en particular me anunciaba que venia
un nuevo año y bueno tal vez los estrenos, siempre y cuando mi papa
“aflojara el codo”. No era tarea fácil.
No recuerdo si mi madre o mi padre
soltaron algunos 300 bolívares para los estrenos. Imagínate,
recibir el año sin estrenos era como quitar la siempre despreciada
aceituna a la hallaca, es decir no me gustaba probarla, pero que no
le faltara al guiso, porque de paso también me tocaba hacer las
hallacas previo al 24. Camino al centro para que la fajita de
billetes me alcanzara hasta para las medias. Entro a un boulevard de
esos que por donde camines te ofrecen lo que sea, la idea es vender.
Pero tenía que ser muy selectivo porque si perdía la cabeza con esa
cantidad de dinero, compraba apenas el par de medias de marca que
había visto en Las Tapias. Pensé en un pantalón, una franela y
las medias, eso si los zapatos ni los soñara, a menos que pintara la
cuadra completa.
Odiaba y aun odio el acoso de los
vendedores, no permito que me convenzan y si fueran mudos les
comprara la tienda. Por eso cuando mis oídos dejan de escuchar esa
frase “a la orden, a la orden”, entro a una tiendita de un señor
que mientras yo veía, el comía. No me dijo nada, estaría cansado
de tanto repetir la susodicha frase, pero como a mi no me dijo nada,
simplemente entre tranquilito. Veo en la parte alta, un suéter
bicolor que me llamó la atención, era muy colorido y al probármelo
me sentí cómodo la textura, el cordoncito en el cuello. El
vendedor me dijo, “bien para ir a los juegos”. Caigo en cuenta y
el suéter era blanco y rojo y entendí el comentario. Mi profesora
de Mercadeo dijo “no vender el producto sino los beneficios” y el
“buhonero” aplicó la herramienta de venta oportunamente.
Compro el mencionado suéter, y lo
usaba como aquel chamito de liceo que llevaba “sus tenis” nuevos
a su clase. Ese comentario de “que suéter tan bonito” lo escuché
mas de una vez, aunque no hiciera gala con el uniforme del liceo.
Creo que hubo alguien que me dijo que se lo prestara y eso si, hice
lo posible para que me durara la mayor cantidad de tiempo posible. Al
principio lo lavaba con jabón azul, los remojaba para cuidar el
blanco porque era blanquirojo con rayas horizontales, lo colocaba a
secar bajo techo para que el sol no lo quemara, era todo un ritual al
ensuciarse y lo cuidaba tanto puesto como una vez usado.
Lo llevé a algunos juegos entre ellos
aquel del cuento de Maracaibo. Todo un “gocho” yo, si mi
expresión no les molesta, usando un suéter en el Pachencho Romero,
ese día si lo usé, sudara lo que sudara. En Mérida, un poco mas
calculador no lo hacía cuando el sol era el protagonista.
“Se murió, Estudiantes se murió”
era el grito de los aficionado tachirenses cuando, ante Nacional
Táchira en San
Cristóbal, Estudiantes no lograba sumar la victoria que le daría el
campeonato del torneo corto para luego ir a Libertadores. Pero en el
último minuto, “el
zurdo” Rojas, ese jugador que había saltado al profesional de la
mano de Richard Páez con
ULA FC y que ahora de la mano del mismo entrenador aunque jugando
para Estudiantes de Mérida F.C., anotaba el gol de cabeza para
hacer saltar a los aficionados merideños tanto dentro como fuera del
Pueblo Nuevo, porque ese ida también fuimos locales en San
Cristóbal.
Se comenzaron a escuchar bocinas,
pitos, la gente salió a las calles y la algarabía existente hizo
que uno de mis primos, nada seguidor del equipo, me dijo que
saliéramos a ver la movida. No tenía franela de Estudiantes así
que me acordé del buhonero de la 21 y busqué el suéter, ya nadie
me lo miraba, estaba un poco llevado y con el cierre dañado a
consecuencias del tiempo y la lavadora. Nos fuimos por el centro, y
justo cuando se desarrollaba la misa en la catedral, baja la caravana
por la avenida 4 y nos detuvimos a ver como la gente pasaba
celebrando. No hubo respeto la homilía ni nada por el estilo, la
afición estaba celebrando, tenía un grito atrapado por décadas y
no había viejita en misa que los callara. “Mi amor regáleme
el suerte”, me dice una chama desde una ventana llena de mujeres.
La chica, para nada persuasiva agarra su pito y sigue en su plan, mi
primo mas maquiavélico que yo, me mira y se ríe, pero allí quedo
el cuento. Seguían desfilando carros y un tipo sale con tres
billetes en la mano y me grita con tres cervezas encima “Le compro
el suéter” yo solo me río, pero el tipo me volvió a decir con
voz mas firme pero con la misma algarabía “Le compro el suéter”.
“No es mio le respondí”, creo que fue la mejor manera de
quitármelo de encima. Se dio media vuelta así como si el efecto de
la cerveza se le hubiera pasado y siguió su marcha. Mi primo, con
mas ganas de celebrar sin importar quien ganara me dijo “lo van a
dejar desnudo por el suéter”.
Con el tiempo, le fui cortando una
manga para rellenar una almohada, luego otro retazo para limpiar el
polvillo que entraba al cuarto y así se fue diluyendo en el tiempo,
tanto la pieza como el recuerdo. Pero no se diluyó del todo, porque
al no encontrar algo apropiado en el closet, para abrigarme y
protegerme de la lluvia y el frío en el juego ante Zulia FC,
también se me viene a la mente que hemos tenido mas de un juego en
las manos y se nos han ido, que hemos tenido clasificaciones, copas,
semifinal de libertadores, pero se diluyen. Hay quienes dicen que la
carrera por el octogonal se perdió,que nos cayó el chaparrón. Otros sacan calculadora,
rosario y preparan rodilla. Eso si, sea como sea, los cuentos siguen y como alguien
dijo, la pelota sigue rodando.Ver el futuro con color rojiblanco.
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