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miércoles, 23 de mayo de 2018

El mas paramero de los parameros

Para mí, el juego entre Estudiantes de Mérida y Táchira es un clásico.  Y me gusta ganarlo bien sea en Mérida o San Cristóbal, aunque me encanta enmudecer el  estadio Pueblo Nuevo.

-El verdadero clásico es con Caracas- decía un comentarista de un medio nacional y la verdad si le dan connotación nacional o regional me tiene sin cuidado, o si lo transmiten por TV o no. Yo  lo disfruto en la tribuna y con un radio encendido.

Cantos iban y venían, jugadas con gritos de ambas hinchadas y ese colorido albirojo y aurinegro, tan lleno de contrastes e historia siempre me ha gustado. Fue en 1989 cuando por primea vez vi un clásico, aunque ese día  los fronterizos del Unión Atlético Táchira nos derrotaron por  3 a 1 en el Soto Rosa.

En el último juego, la barra del Táchira -siempre consecuente y animadora- emitía cánticos. Eran totalmente inentendibles para mí, pues la bulla de nuestra tribuna no me dejaba oír. Ellos tampoco entenderían todas las bendiciones y buenos deseos que desde mi tribuna se les gritaba a todo pulmón.

Justo antes de terminar el primer tiempo, Táchira anotaba su gol. Y lo dijo Anthony Hudson, el técnico de Nueva Zelanda. – Un gol nos lleva a la gloria, nos lleva al mundial- porque es que el Gol, mas allá de servir para numéricamente definir un ganador, le da fuerzas a las barras para vociferar cualquier cosa sin medir exactamente lo que se dice.

Luego de un gol les nace gritar ¡Somos los campeones!  … ! Los mejores! ¡El mejor equipo del mundo! ..  en fin todo es permisivo e indetenible. 

Durante el inicio del segundo tiempo, algunos aficionados de Estudiantes trataban de animarnos a todos, pero en lo particular soy de los que disfrutan el juego sentado, escuchando con un sólo audífono la radio para que me ayuden a analizar el juego. Otros aficionados les seguían la corriente y trataban de levantar el ánimo, pero por lo que ocurría en la cancha, era poco lo que se podía esperar.

Mientras el triunfo acompañaba a los aurinegros, uno de esos cantos que se coló entre nuestro silencio fue una en la que se referían a nosotros como  Parameros. No era la primera vez que yo la escuchaba, pero si la primera vez que me llamaba poderosamente la atención.

Al llegar a mi casa y luego de celebrar el triunfo 2 a 1, con un soberano golazo de “La Pulga” Gómez,  hago memoria de algunos pasajes del partido y viene a mi mente el cántico de la barra perdedora. Pero no sólo eso, hago memoria de que mi semestre y medio en la Escuela de Geografía en la ULA no podía pasar en vano.

Empecé a recordar a algunos profesores, que si bien no me habían hablado de los páramos como tal, me habían comentado de la similitud de las características geográficas de los andes merideños y tachirenses e inclusive desde Argentina hasta Venezuela.

Desempolvo algunos libros y luego de un par de estornudos me doy cuenta de que fueron bien asesorados los fanáticos del Táchira en su apreciación, pues porcentualmente Mérida goza de más paramos que el estado fronterizo, pero si los contamos uno a uno, ellos poseen mayor cantidad. …… Y no se trata de negar si somos o no de tierra paramera, al contrario, como gozo diciendo que soy de un pueblo del páramo. Créanme, mi pueblo es una mezcla se Suiza por su vegetación y el principado de Mónaco por lo caro.   

Pero empecé a preguntarme -¿Quién los asesoró? ¿Quién se los dijo? y me puse a repasar algunas personalidades de mi Escuela de Ciencias Forestales que seguramente hayan contribuido con tal información, una información que si bien no es clasificada, tampoco es del dominio común. Y recodé un buen clásico, en que mientras estaba sentado observando el llenazo del Estadio Soto Rosa, me dí vuelta y veo a escasos metros a un profesor de la escuela. Le saludé y le saqué conversa, pero de lo poco que hablamos, solo me dio para saber que venía a ver al Táchira, porque era el equipo de su estado aunque tenía años en Mérida.

Yo, asumiendo que él era el asesor dije, ¡pero que tipo tan mal agradecido! aunque no me extraña. Hay muchos que vienen a Mérida a vivir, estudiar, se gradúan y se van hablando pestes de aquí. Pero muchos de ellos han regresado porque extrañan la vida tranquila y silente de mi ciudad. No soy de venganzas pero ¿Por qué se sentó en nuestra tribuna y no en la de los visitantes?

La palabra paramero no me ofende pero  ¿Saben que me ofende? que alguien me amenace con mi propio cuchillo, es decir, que se eduquen aquí para que con su conocimiento dar herramientas para que nos intenten ofender. Si viviéramos en la época medieval, buscaríamos al profe y le haríamos todo un proceso de inquisición para que nos dijera por qué nos traicionó, por qué le dio herramientas al enemigo, ¿No entiende que al enemigo…… ni agua?

Yo tomé otro rumbo y abandoné la escuela, me desentendí del medio. Un buen día me encuentro con “chimola”, un ex compañero que si permaneció en la escuela y terminó la carrera.

Le pregunté por Lagunillas -otro amigo- Hebert y Yaja.

Chimola, efusivamente, me dijo la vida de cada uno de ellos. –Hebert tiene 3 chamos, y no tiene trabajo, pero a su esposa le va bien- lo dijo dibujando una sonrisa en su cara, porque siempre Hebert había sido un chamo de aprovecharse de los demás.

-Yaja, bien- simulando indiferencia, aunque desde aquel noviazgo de fin de semana en una práctica de la escuela, su relación con ella nunca fue igual.  

Me puso al día con otros de nuestros ex compañeros y aproveché para preguntar por algunos profesores, entre ellos por la vida del degenerado asesor de los fanáticos del Táchira.

Chimola agachó su cabeza y dijo - tristemente nos dejó el profe, se le complicó algo en el pulmón y no se pudo hacer nada.

-Se salvó de la inquisición el muy degenerado traidor – Me dije a mi mismo - pero simulé tristeza, aunque tampoco me alegraba obviamente.

-Fue muy triste su despedida, por la enfermedad y por lo difícil que están las cosas en la Universidad de los Andes- dijo Chimola- ¡hubo muchos actos de despedida agregaba con sentimiento!.

- ¿Fuiste al entierro? Le pregunté

-No hubo entierro-  él pidió que lo cremaran.

Me quedé en silencio. Por mis formación católica, la cremación aún la veo como una despedida inconclusa………… pero pues es la decisión  cada quien.

Chimola lanzó un suspiro y agregó. – Efectivamente, él pidió que lo cremaran ..... y que sus restos permanecieran donde mas amaba.

Por un momento pensé que en uno de sus cubículos, la escuela, el jardín de su casa.

 - El pidió que sus cenizas se esparcieran en cualquier Páramo de Mérida……. sus amigos optaron por  el páramo de Gavidea- concluyó Chimola, despidiéndose con un sentimiento de tristeza.

@jesusalfredosp