En aquel tiempo Jesús dijo a los discípulos “Id y evangelizad”.
Yo me lo tomé en serio, muy en serio.
Cuando estaba chamo mi vida transcurría entre el liceo, hablar de fútbol y las
canchas de Fútbol. una vez alguien me preguntó. Pero si te gusta tanto el fútbol
¿Por qué no fuiste futbolista? Yo me hubiese dedicado y lo que me propongo lo
consigo. Al pelado Moretti, como le llamaban en el liceo, le sobraban gestos
labiales, miraba el cielo, manoteaba incansablemente mientras me sermoneaba y todo
lo que los psicólogos de las urbanizaciones llaman “echonerías” quedaba
expuesto en ese instante, justo después de que mencioné que a Estudiantes lo
habían eliminado porque un fulano cheque no había llegado a tiempo y por eso le
habían quitado los puntos que le daban acceso al hexagonal a pesar de haber
derrotado en la última fecha, último minuto, creo que con gol de Ruberth Morán 3-4
a UNICOL, un equipo de Maracaibo en el Pachencho Romero.
Yo lo miré de arriba a abajo, de abajo a arriba, de un lado a
otro, por qué era rellenito y preguntándome, ¿Acaso este coñito ha logrado todo
lo que quiere? O es que su sueño de ser Técnico en Computación, con mala cara,
echonería en su máxima expresión y
madrugar todos los días por un salario mínimo ha sido su máximo sueño? Tal vez sí,
me respondí. Y le driblé con excusas que en otro lugar del mundo hubiesen sido
entendibles. Mis argumentos eran algo así como no hay escuelas de fútbol, no había
canchas para jugar, y era cierto. La única cancha con la que contábamos era de
la universidad y si estaba en mantenimiento o el vigilante tuve una mala noche
con su concubina, se ponía de cascarrabias y no dejaba jugar a 4 o 5 fiebrudos
que teníamos que rezar para que el chofer de los buses de la ULA nos dejara
montar porque no teníamos para el pasaje de vuelta.
La Plaza de Milla donde a veces matábamos la fiebre, tenía de
cuidadora honorífica a una colombiana que mientras paseaba su perro se dedicaba
a corretearnos con su mascota. Allí tomamos nuestra primera lección de cómo driblar
sin balón y cómo no sacarle la madre a una persona que dejaba que su perro
hiciera de las suyas en los jardines de la plaza y nosotros no pudiéramos patear
la pelota luego de la clase.
El “Pelado” con el tiempo pasó de su trabajo soñado a alternarlo
con otras actividades hasta vender maníes en la calle. Una vez me lo encontré
cogiendo una pepa de sol a medio día en pleno centro de la ciudad. Me ve, me
saluda y se da cuenta que sigo con el fútbol porque llevo una tabla con forma
de cancha de fútbol. Me dice “Coño, aquí pana, la gente ya no arregla
computadoras como antes, y hay que buscar la plata como sea”. Y bueno, para no
entrar en tópicos como la crisis, la inflación y ese montón de vainas que
hablas con cualquier persona sin importar si tiene post grado, TSU, o apenas
terminó bachillerato, lo “zapatie” con un “mucha suerte y que vendas mucho”. Seguí
caminando a mi destino, pero mientras recordaba los achaques del amigo del por
qué no fui futbolista. Empecé a rememorar de aquella situación. El Cheque que llegó
tarde pero llegó, ese épico partido contra UNICOL -que posteriormente se
llamaría Atlético Zulia FC-, la eliminación del hexagonal, el comentario del
pana y me di cuenta de que justo Estudiantes de Mérida estaba metido en los
octogonales en ese momento.
En el Dejavu,
que llaman ahora, realmente lo que el chamo quería meterme en la cabeza era que
el fútbol venezolano era un cúmulo de errores, que la mediocridad navegaba en
el mal drenaje de las canchas de los años 90, que los jugadores eran tan malos que
Brasil nos metía 6 a 0 con un equipo B, que Estudiantes de Mérida jugaba en un
potrero y que nadie decente iba a ver esos juegos, que los jugadores buenos
estaban en Brasil, Argentina e Italia, que no nos metían 10 goles por lástima.
Su apellido europeo le hacía creer que era un ciudadano de primera en mi país,
y que nosotros éramos los alquilados. Me imagino que cada 4 años en los
mundiales se ponía la “Azurra” porque sus raíces se lo pedían, y seguramente
gritaban sus goles hasta la saciedad, aunque con La Vinotinto al final se
identificó mucho mas. Yo, como buen “ciudadano de segunda” me callaba, como
aquel que entiende su papel en el mundo y la verdad es que pocas veces me podía
envalentonar. Era una década de mucho sacrificio para nuestro fútbol, muchos
sin sabores, pocos triunfos, pocas figuras, el puto Técnico en Computación como
que tenía razón” y sino fuera por mi llavero con la cadena oxidada del equipo,
nadie se ponía algo alusivo al fútbol venezolano en la liceo.
Hago mis diligencias,
pagar el gas, ver unos zapatos, caminar para pescar algún buen precio, pero
salvo pagar el servicios de gas, todo fue como perder el tiempo. Me regreso por
la misma vía, nada nuevo, todo igual. Gente caminando con el apuro de que algo
se va a acabar, de que el dinero se esfuma, de que el salario se hace sal
mientras ve un producto y escucho que una señora dice “No compres mañana lo que
puedes comprar hoy”, me sonreí internamente, no me gusta demostrar todo lo que
se dice en la calle, aunque debería ser “caye”, aquí también se peló la Real
Academia Española. Mas adelante me cruzo nuevamente al pelado Moretti, me
aborda y me dice “ya que estas con el fútbol, ¿habrá alguna manera de hacer un
contacto para vender vainas en el estadio?”
Abro mi boca
“Mira Pelado, hoy estamos en el octogonal, pasamos de cuartos, Estudiantes ya
no juega en aquel “Potrero”- al que por cierto le sobra historia- Argentina de
vaina nos hizo un gol en el último juego y fue autogol” Pero cómo para mí eso
se llama “Caye”, me tiré de "ciudadano de segunda" y mis palabras sólo sirvieron
para indicarle que yo no tenía esos contactos, que los mas seguro, seguro, era
que no lo dejarían vender porque toda la vida era un soberano pelado.