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viernes, 30 de diciembre de 2022

Mérida, la casa del académico.

 Llegando a la ciudad de Mérida, casa del equipo Estudiantes de Mérida. No es solo venir a ver uno de los estadios sedes de Copa América 2007 si no además, Mérida es la única ciudad de Venezuela y el Caribe que tiene nieve en sus montañas.

El juego estaba pautado para las cuatro de la tarde, y tenía tiempo suficiente para comer pasteles, una especie de empanada a base de harina con algo diferentes rellenos, algo típico de los andes venezolanos. El mejor lugar para hacerlo, es en el Mercado Principal. Entrando al mercado me encuentro a dos fanáticos del equipo Estudiantes porque usan la indumentaria del equipo. Trato de sacarles conversa, pero la realidad es que están disfrutando de una bebida que al parecer es atractiva porque hay una pequeña fila de pedidos.

Lo que hace un fanático, lo repiten todos, así que me animé a seguirle el paso a aquellos dos uniformados de blanco y rojo. Vale decir que Estudiantes es el equipo mas longevo de Venezuela, aunque apenas tenga 51 años, aunque recordemos que Venezuela no es un país de gran tradición futbolera, así que es un gran hito alcanzar esa data. Finalmente llego a la estación de pedidos y me sugieren tomar Vitamina, es una bebida que suena energizante, pero por sus ingredientes no ayuda mucho.

Mientras buscaba la venta de pasteles, me tropiezo nuevamente con los fanáticos, y de inmediato le hice un par de preguntas para romper el hielo. Los merideños como los andinos son atentos, pero cerrados para conversar, aunque cuando les dije que venía exclusivamente a ver el juego, me lanzaron dos sonrisas y un saludo de puños, típico de aquellos que mantenemos vivos las señales post- pandémicas.

Una vez selecciono el lugar para disfrutar de los pasteles, me siento a la mesa y en el techo me encuentro una bandera y un escudo de algunos equipos de fútbol. Es el típico banderín que se reparten los jugadores previo a un partido. Disfruto la vista pero la vendedora no tuvo compasión y me lanzó un ¿Cuántos pasteles? Tres pasteles y una Malta Polar, una de las mas deliciosas en su especie. Es una bebida negra de cebada sin alcohol típica de los países caribeños.

5 minutos de espera fueron suficientes para darme cuenta que los Domingos, el merideño come pasteles, es un desayuno que compagina con la tradición del lugar. Cada pastel me cuesta 6 Bolívares, algo así como 0.4 dólares y una malta alrededor de 13 Bolívares. No es caro realmente, así que es una manera económica y típica de comenzar el día.

Con las conversiones monetarias, es difícil realmente estar claro en los montos. Tengo 2 billetes de 500.000 Bolívares aún en uso, que valen la mitad del billete nuevo de Un Bolívar. Así que debo pedir ayuda y me la ofrecen sin ningún problema. Pago mis pasteles, me voy con “barriga llena, y corazón contento.”.

Aún tengo tiempo para pasear por algunos lugares cercanos. Mérida es realmente una ciudad pequeña a 5 horas de la frontera colombiana, y con menos de 500.000 habitantes. Es la ciudad universitaria de Venezuela por ser sede de Universidad de Los Andes, que por cierto, albergó a otro equipo de Primera División, ULA FC en los años 70, 80, y 90, escuadra que quedó campeón en dos oportunidades y jugó Libertadores.

Por la cercanía, camino a la Plaza Bolívar y a su majestuosa Basílica de La Inmaculada. Cuenta la leyenda que esta catedral se ha reconstruido en 3 oportunidades por daños sísmicos, la última en 1951. No es tan cerca como yo pensaba, pero me encuentro un carro lleno de calcomanías o stickers y resaltan algunos de fútbol entre ellos del equipo local. Parece que me simpatizan los merideños.

Finalmente llego a la Basílica y puedo decir que es una de las mas hermosas que he visto. Dicen que está inspira en la catedral de Toledo – España y aunque se mas de fútbol y paisajes, creo que la de Toledo debe ser también maravillosa. Disfruto el silencio de las iglesias y la solemnidad que le brindan los merideños a su espacio.

Es además un lugar lleno arte: Esculturas, pinturas, vitrales. Creo en definitiva hicieron un gran esfuerzo para ser la mejor del país y lo lograron. Un Ave María suena en el fondo y un par de Novios entran a la iglesia a cumplir el sagrado deseo divino de “unir al hombre y la mujer”.  No hay mucha gente, pero suficiente con sonrisas sinceras. Me retiro lentamente, creo no estoy preparado para ser testigo ni culpable.

Algo típico de Mérida es comer churros con chocolate. Los Churros son una tira con masa con una forma de particular, se sofríen y se les agrega azúcar. Suena fácil, pero parece que quienes le han ganado en recetas a todos son precisamente los de esta pequeña tienda que tiene mas de 60 años y 3 generaciones. Debo hacer una corta fila, pago y me sugieren tomar asiento. Disfruto de los churros, no lo puedo negar.

Camino unas 10 cuadras y visito el teleférico de Mérida, que por muchos años fue el mas alto y largo del mundo. Las cabinas de ascenso son panorámicas y desde este lugar se puede llegar a Pico Espejo, la estación mas alta y donde se puede observar nieve ya que es el mas cercano al Pico Bolívar. Con el ascenso vas perdiendo la capacidad de respirar, prometo desde hoy creer cuando los jugadores de fútbol juegan en ciudades como La Paz, Quito y Bogotá y muestran cansancio, les juro que no les creía en lo absoluto.  

Empiezo a bajar al estadio. No está tan cerca de donde me encuentro y no quiero perder detalle de la previa. Tomo un taxi y por $5 me da un amplio recorrido de unos 4 KM. La radio local empieza a hablar del juego y al parecer, hay buena expectativa. Creo aspiran un triunfo, aunque el rival de hoy es Zamora, un equipo que en los últimos años ha ganado 4 títulos nacionales y jugado torneos internacionales.

Cerca del estadio, veo como aficionados van llegando en buenas cantidades. El Estadio Metropolitano fue construido en 2005 como parte de Copa América 2007 y en este estadio jugaron Bolivia, Perú, Uruguay y Venezuela. Durante 2011, también sirvió como acampamiento de cadáveres, luego del choque de un avión cerca de la ciudad.

Siempre se ha dicho que el aeropuerto de Mérida presenta dificultades para pilotos inexpertos a quienes les cuesta comprender la topología de las montañas andinas. Cuenta la leyenda aeronáutica que un piloto norteamericano tuvo que venir a hacer inspecciones a la pista de aterrizaje, pero su temor fue tal que sólo vino una vez por avión, las próximas 2 llegó a la ciudad en autobús.

En 1999, Estudiantes de Mérida tuvo su mejor participación en Copa Libertadores, ostentando la quinta posición y a sólo un gol de semifinales. En una de las llaves derrotó a EMELEC de Ecuador de visitante por 3 a 1 lo que le daba una gran ventaja, el recibimiento fue tal que se colmó el aeropuerto de fanáticos y no dejaban salir a los jugadores.

 Cuando llego a Taquilla me piden $2 por la entrada, es una de las más económicas del mundo, no tengo ninguna duda a pesar de asistir a uno de los mejores estadios del país. Hago una pequeña fila y en las afueras suenan tambores,  y trompetas. Veo trapos con cara de diablo, creo que la barra se llama Infierno Académico.

Un olor impregna el ambiente y como me gusta probar las expresiones culinarias me acerco a un lugar que había mas humo que gente. Apenas intento acercarme una señora muy sonriente me dice, ¿Cuántos choripanes quiere?, ante tanta sonrisa creo debo ser su primer cliente. El Choripán es chorizo debidamente asado, que se coloca entre un pan al estilo Hot Dog, sólo que no es salchicha sino chorizo y eso sí abundante salsa, es una característica de la comida rápida venezolana, usar mucha salsa. El pote es tuyo.

Luego de continuar probando las delicias de la ciudad, finalmente veo que la puerta esta mas cerca y despejada. Afortunadamente estoy a tiempo del inicio del juego, así que puedo caminar y estar relajado. Un alto porcentaje estaba uniformado con la camiseta del equipo y noté la ausencia plena de fanáticos del equipo visitante. Creo que algunos riesgos en las carreteras minimizaron la posibilidad de ver guerra de barras.

El rival de turno es Zamora, un equipo de la ciudad de Barinas que queda a unas 4 horas de Mérida, así es que los equipos toman avión para trasladarse.  Recibo una llamada que me doy cuenta no era la primera, me refugio en lugares cerrados para evitar el sonido ambiente. Al otro lado del teléfono una voz femenina pronuncia mi nombre. Me pide confirmar la reserva de hotel porque debo asegurar mi presencia, confirmo el precio y me dice claramente $25.

Es normal que en los comercios de esta ciudad y el país se hable de Bolívares o Dólares para el intercambio comercial, así que aseguré mi reserva en una céntrica Posada, uno de los lugares preferidos por los turistas. Las Posadas son generalmente casas familiares  acondicionadas con todos los servicios que ofrece un hotel, pero generalmente atendido por los dueños, lo cual le da cierto grado de familiaridad a la estancia.

Aunque Mérida es una de las ciudades mas frías de Venezuela, 40 minutos antes del juego veo como los jugadores salen a calentar  y creo que me metí tanto al entrenamiento que sentí la necesidad de refrescarme. Me levanto buscando alguna bebida y creo era el momento ideal para probar la cerveza Polar, símbolo de la cervecería venezolana.

Otra fila mas para comprar algún producto, pero le di tiempo a mis ansias y esperé mi turno para pagar 12 Bolívares, $0,5 precio más que económico para una bebida dentro de un estadio de fútbol. Tomo mi asiento, mi cerveza y justo cuando sonará el pito sumaría a mi bitácora dos clubes más de fútbol para mis registros.

Al día siguiente tomaría un tour todo el día para visitar los páramos andinos, así que debía esperar confirmar hora y lugar. Mérida es el estado que más páramo tiene así que es un lugar para conocer. El balón iba y venía, las barras cantaban y callaban y una infinita cantidad de vendedores pasaban cerca de mí. De pronto otra recibo llamada que era precisamente para confirmar el tour y el punto de encuentro.

El estadio Metropolitano tiene  una capacidad para 42500 personas, similar al del estadio de Sevilla en España.  Esta rodeado de tribunas que a su vez están protegidos de una loca para propiciar la sombra, excepto la de la Tribuna Sur que está de espaldas a la Sierra Nevada, así que el portero del equipo que ataca pude disfrutar de las nieves eternas mientras evita un contraataque.

Aquí jugaron las selecciones de Brasil y Argentina contra la selección Venezuela para Rusia 2018 por lo que fue retransmitido a diferentes partes del mundo. Además de estos registros, ha sido sede de juegos nacionales, Copa Sudamericana y Copa Libertadores, así como amistosos internacionales.

En pre temporadas es común observar a mas de un equipo haciendo entrenamientos en esta ciudad por sus condiciones: canchas, hoteles de calidad, instituciones fisiológicas etc.  Mérida es la ciudad mas alta de Venezuela 1600 m.s.n.m. y eso les permite trabajar las condiciones físicas con mas esfuerzo, para después aprovecharlo en la mayoría de los estadios, todos a menos altura.

El lugar mas atractivo es Ecowild, ubicado en La Culata, a 30 minutos de la ciudad con una altura mas elevada 1800 m.s.n.m. con 2 canchas de grama natural, parques, pista de hielo, rodeo y 24 confortables habitaciones con un precio de alrededor de $35 por persona que incluye acceso a los parques temáticos.

En la misma zona podemos encontrar lugares menos futboleros pero sí acogedores. Hotel Valle Grande, con una distinción 4 estrellas, y 180 habitaciones. El precio oscila entre $30 y $40 y 3 restaurantes con comida local, nacional y una especialidad italiana. Hubo mucha migración italiana en los años 70 y la pizza no solo se globalizó por el mundo sino también planto bandera en este lugar, que al parecer es muy famoso.

Pero si hay algo que debo probar durante la semana es precisamente la Trucha, un pecado típico de los ríos fríos y como no es usual en Venezuela, el mejor lugar para comer trucha es Mérida. Así que mientras observo las tribunas, empiezo a “hojear” el menú digital que me enviaron para comer durante el recorrido.

Un GOOOOOLAZO al minuto 23 para el equipo local me vuelve al juego y empezó a celebrar el ´primer y único gol de aquel juego, resultado que deja a toda la ciudad y a mí contento, porque nada como ver ganar al equipo de casa. Empiezo a descender del estadio y mientras caminaba al Taxi un olor a Choripan invadió el ambiente, creo que intentaré visitar un restaurante, a visitar la Calle del Hambre, una callecita que 10 1 5 areperas, creo me guardan las mejores arepas de la ciudad.

jueves, 5 de agosto de 2021

El onceavo mandamiento

Decidimos esa noche, que esa pelota desinflada con 3 malformaciones en forma de huevo, luego de tantas satisfacciones, necesitaba ser reemplazada. Esa pelota, motivo de inspiración de aquel comediante mexicano al hablar de la pelota cuadrada, rebotaba contrario a los preceptos de la técnica y desafiaba las leyes de la naturaleza.

Afortunadamente, la malformación no era solo de la pelota ni los jugadores. La cancha en general tenía tantos baches y desnivel, que si la pelota era cuadrada o redonda hacía poca diferencia porque jugábamos en un espacio para guardar carros que estaba cercado con alambre para protegerlo de posibles invasores.

Pero esa cruel decisión, de lanzar al olvido aquella pelota de plástico, ya parcialmente desinflada, sin marca, sin los dibujitos que usan para atraer las compras, sin el olor del material que lo compone, tenía un motivo adicional y desenlazante.

Ojitos, a quien le llamábamos así por la robustez de sus lentes y a quien nunca le valoramos su talento futbolístico a pesar de que jugó en el legendario UNIDERIA FC, con aquel deseo de figurar, le dio un pelotazo tan fuerte y alto que lo dejó clavado en ese alambre. Allí literalmente, bajo nuestra triste mirada, la pelota lanzó su último suspiro.

El juego se detuvo y más allá de las reiteradas recriminaciones y descalificativos a Ojitos, haciendo mofa de sus 18 de miopía, nos hizo concluir al final de tanto bullying, que esa pelota no daba para más y una nueva pelota era necesaria.

Y no era que le hacíamos bullying gratis, no éramos tan crueles, sino que siempre Ojitos estaba con aquel deseo de figurar, que a veces nos chocaba, pero al mismo tiempo nos provocaba simpatía, porque a pesar de su buen deseo y visión, las cosas no le salían, realmente no le salían bien con la pelota.

Jugó en UNIDERIA portando el número 2, que en algunos equipos era un dorsal designado para aquellos que romantizaban sentar a los jugadores en la banca… para siempre.

Debíamos entonces pensar en otra pelota. Algunos le exigieron a Ojitos que él debía comprarla, porque gracias a su poca pericia, y a aquel tremendo error de cálculo, nos habíamos quedado sin jugar por unos días. Él se negó rotundamente y salió puerta afuera.

Nadie asumió comprar una pelota nueva. Pensamos en una recolecta, pero a pesar de nuestro deseo de seguir jugando, nacía la duda de quién la tendría mientras no hubiera juego para evitar el sobreuso y abuso. Algunos pensaron en guardarlo en un guacal de madera con llave, pero fue descartado de inmediato.

 Ojitos por ser mayor que nosotros había visto el España 82 y el México 86. Vio por TV como los capitanes, generalmente los mejores jugadores salían con la pelota y la madrina. Entonces usando su edad para imponer jerarquía se autodenomina el capitán, so pena de molestarse enormemente y llevarse el trofeo que había hecho con la mano, entonces pidió salir al centro del campo con la madrina y la pelota en aquel campeonato semanal, con nuestras tribunas de tierra completamente llenas…33 niños.

Vale mencionar que esta cancha, el garaje de nuestra casa, con una dimensión para estacionar tres o cuatro autobuses, era el centro de concentración de los amiguitos de la zona. Allí se jugaba fútbol, volibol, metras y hasta se hacía arte. Podríamos decir que fue el primer polideportivo de un pueblo carente de canchas públicas.

Recuerdo que Carlos y Yanet, dos fieles hinchas y vecinos, previo al juego decidieron improvisar a último minuto un show cómico. No tenían libreto, ni clase de teatro, pero se pintaron la cara e imitaron un espectáculo que meses atrás se había dado en la casa cultural del pueblo. Yanet al ver que llegábamos con la pelota, la pateó directo al estómago de Carlos como sí siguieran un guion de teatro. Ella levantó la mano en señal de gol y Carlos al piso sin aire. Reír fue inevitable.

Salimos al centro de la cancha y entre los vítores de las personas y los aplausos, nos vamos al centro del campo. Con aquel deseo de figurar al estilo Zico y Maradona, Ojitos coloca la pelota al piso y se la lleva con el pie derecho para sentirse dueño de los aplausos y el espectáculo.

El problema de las pelotas desinfladas, es que al ser pisadas no necesariamente persiguen el efecto rebote, sino que se convierten en una trampa. Físicamente tiene una explicación, pero el mejor ejemplo ocurría aquella tarde en esa canchita llena de acechantes miradas. Ojitos, en su corto camino con la pelota al pie y trotando lentamente, la pisa y se va al suelo. En venganza aquella pelota se filtra por un hueco de la cerca y se va a la calle.  

Yo solo sentí la risa de aquellos 33 que, impregnados por su infancia, no tenían ningún tipo de timidez para soltar otra carcajada, esos que estaban cumpliendo perfectamente el onceavo mandamiento no escrito, “Ser feliz sobre todas las cosas”, el único que no debería ser perdonado. 


viernes, 16 de julio de 2021

¿Lo recuerdas Pachito?

Lo vi besar el escudo por televisión en aquel triunfo ante Unión Atlético Táchira y su euforia sobresalía en aquella sala velatoria que parecía ser Pueblo Nuevo. No puedo mentir, fue la primera vez que vi a alguien besando un escudo y tras ese escudo, su historia, su pasión.

Años después me lo encontré en un café de la ciudad y como no podría ser de otra manera, la tertulia giraba en torno al fútbol. Mientras jugaba con los granos de azúcar esparcidos sobre la mesa comienza a contar anécdotas sobre anécdotas, unas que nos hicieron provocar estruendos de carcajadas, otras para el anecdotario.

Me fue difícil diferenciar entre las historias de su vida y las anécdotas del equipo. Las mejores y peores páginas de su vida fueron aquellas que vivió con el equipo, porque más de una vez tuvo que vestirse de héroe sin capa para salvarlo de la condena, ese era “Pachito” Moreno.

Lo recordamos, aquella vez en la tribuna. Por alguna razón seguramente administrativa de aquellas nefastas directivas, justo antes del juego le informan que, al ser un técnico interino sin aval, no podía estar en el banquillo. Pachito se rasca la cabeza y pide de inmediato las llaves de la tribuna nueva del Soto Rosa.

El encargado de mantenimiento, busca sigilosamente en su bolso y se da cuenta de que aquellas llaves estaban cuidadosamente guardadas, pero en la gaveta de su casa. Pachito se rasca nuevamente la cabeza y mientras ve salir a los jugadores a la cancha, la mesa técnica le solicita alejarse de inmediato y le recuerdan que su aval estaba en consideración.

Entonces, la única opción posible era dirigir desde la grada bajo aquel intenso sol. Le sugirieron hacerlo en la tribuna para más comodidad, pero por la cercanía a la cancha optó por quedarse allí, aunque con los fanáticos alrededor.

Ante la ausencia de una forma eficaz de comunicación, optaron por aprovechar aquellos saques laterales cerca del costado donde yacía el técnico encargado para recibir indicaciones. Cada vez que se acercaba un jugador a hacer un saque lateral, Pachito corría y les hablaba, a medida que avanzaba el partido, los laterales se hacían más frecuentes y menos entendibles.

Se podría decir que un técnico tenía una idea de juego, pero en aquel entrevero de personas, todas sufriendo y todas queriendo ganar, le abordaban cada dos minutos para decirle lo que tenía que hacer. Al principio Pachito los escuchaba y algunos fanáticos juraban tener la fórmula del partido.

Eventualmente, cada vez que había un saque lateral, nacía una improvisada charla técnica. No solo asistían el técnico y el jugador sino detrás de ellos 4 o 5 fanáticos con su filosofía de juego, todos sentían ser el Tele Santana del momento. Al final los jugadores salían con más dudas que instrucciones.

El cansancio de Pachito llegó a tal punto, que debió buscar una estrategia más eficaz. Habló con “Saboréalo” aquel personaje del Soto Rosa que siempre estaba rifando algo en las gradas y tribunas del estadio Guillermo Soto Rosa. Nunca nadie pudo dar fe de aquellas premiaciones.

Saboréalo arrancó una hoja en blanco de aquel cuaderno en sorteo y entonces Pachito empezó a escribir las indicaciones. En la mitad del primer tiempo se las entregó al capitán para que fueran leídas en el entretiempo y seguidas al pie de la letra.

Justo antes de comenzar la segunda mitad, uno de los jugadores se acerca corriendo con la hoja de indicaciones y le pregunta por quién es el cambio. Pachito lo mira y le dice, “usted sale”, el jugador se regresa corriendo a la mesa técnica y justo antes de escuchar el pitazo inicial, vota las indicaciones en la basura.

Se regresa corriendo a la cancha sin mirar al costado, a donde no volteó más en lo que restaba de partido. Aquel jugador se olvidó de los saques laterales y minuto a minuto empezó a rodar la pelota con más precisión, a buscar más espacios, hasta erigirse como figura del partido.

Me quedo en la mesa, él se levanta, paga el café y se despide. Le pregunto:

- “Profe, honestamente me cuesta diferenciar entre su vida y la de Estudiantes”.

- “Es la misma”, me dijo, “es la misma”.




sábado, 10 de julio de 2021

“Pásele el pito a Cavalieri”

No recuerdo el juego, sé perfectamente que nada tiene que ver con el resultado que a la final no es ni anecdótico, con puntos que nadie recuerda, con jugadas que solo yacen en la mente de algunos jugadores. Tampoco sé del árbitro a quienes generalmente no recordamos, aunque no deberían molestarse porque no tengo la menor duda que a sus madres aún las recuerdan.

No era un juego a puerta cerrada, pero en Venezuela en algunas canchas pareciera que así ocurriera, a veces con más gente en la cancha que en la tribuna, aunque siempre existen esas barras que alientan arriba para transmitirlo todo a la cancha, pero a veces pasa lo contrario y todo lo que ocurre en la cancha se oye en la tribuna. ¡Todo!

Pero con todo y eso, siempre ha habido recursos económicos para traer técnicos que han dejado huella. La primera vez que escuché el nombre de Eduardo Borrero, fue en una esquina de la avenida 2 Lora de Mérida. Un par de amantes de la espumosa bien fría se comentaron entre ellos. “Y viene Borrero para Estudiantes” no recuerdo que más agregaron, pero lo que sí recuerdo es una sensación de aprobación, luego dos sorbos y les juro que no arrugaron la cara.

Borrero, para quienes no lo conocen llegó al fútbol venezolano como arquero y decir que es extranjero hoy en día es desconocer cuantos años ha estado entre Mérida y Puerto Ordaz, con Estudiantes, ULA, Mineros y hasta dirigió una selección Venezuela. Llegó a participar en el juego de las estrellas que por los años 70 u 80 se realizaron en Mérida entre extranjeros y nacionales.

De Ángel Raúl Cavalieri no tengo tan gratos recuerdos, el argentino siempre nos jugó en contra y para mí es uno de los mejores técnicos que han llegado a Venezuela, pero desde aquella vez que nos quitó el título en Mérida en la última fecha con su Italchacao, juré por mi perro y mi patria aceptar que se lo comieran los leones, aunque no lo logré.

Entre ambos ha habido innumerables duelos desde los años 90, con escuelas distintas. Borrero con más toque de pelota, Cavalieri con más pragmatismo, pero siempre con duelos particulares, podría decir que se conocen bastante, pero honestamente nunca vi sí alguien realmente los presentó, así que me remito a decir que se han visto lo suficiente.

En uno de esos juegos, de los innumerables duelos que han tenido, en un estadio en los que no se ensucian las tribunas, se escucha con mucho eco, pero con nitidez espantosa todo lo que dicen en la cancha.  Lo oí claramente “Estoy solo, estoy solo”, gritaba el delantero por derecha del equipo de Cavalieri, y el lateral rival se da cuenta, corre a marcarlo, mientras este seguía gritando “estoy solo, estoy sooolo” y el marcador sin que el árbitro pudiera hacer algo al respecto le grita “estás solo por feo, por narizón”.

De inmediato y en forma reiterativa, Cavalieri empieza a increpar al árbitro porque el marcador “insultó” al delantero. Tres pasos después, cuando el delantero se resbala, Cavalieri pide penalti y segundos después pide córner. Borrero se levanta del banquillo, mira al árbitro y le grita con una frase que nos retumbó en las gradas “árbitro, pásele el pito a Cavalieri”, el argentino se voltea, se miran y ambos se mueren de la risa.

 


 @jesusalfredoSP 

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lunes, 5 de julio de 2021

El taquillazo

 Generalmente los equipos buscan agencias de mercadeo para comercializar, fijar precios de vallas, del merchandising,  de las entradas, del papel del baño, el precio de las comidas y bebidas dentro  del estadio. No estoy seguro, sí algunas cosas las hicieron, pero sí estoy seguro de donde salió el precio que debía costar la entrada.

Un día antes del juego inaugural, faltaban algunos detalles para el arranque del torneo: un arquero, un central, un goleador tal vez, miento, todo eso estaba listo con pre temporada incluida. Se habían disputado algunos juegos amistosos o de preparación, los que dicen que no valen nada, no lo creo, sí valen para algunos técnicos.

Siendo el juego un domingo, era normal que todo estuviera a punto una semana antes, y eso pasaba como dice el dicho “aquí y en la China”. Pero los que crearon ese dicho, no se habían encontrado con este presidente de equipo que un día antes del partido inaugural, no había mandado a hacer las entradas.

Vuelvo con el dicho, “aquí o en la China”, puede ser normal que puedas imprimir las entradas en un momentito, pero lo dejaron para el sábado a las 5 de la tarde cuando todos los de la imprenta estaban oliendo a cerveza o ron. Esos ya estaban de rumba y algunos pendientes de comprar la entrada para el día siguiente.

Se imaginan un sábado en la tarde noche? La ciudad enrumbada en aquellos tiempos con el petróleo a $150. ¡Yo sí me lo imagino! La plaza Las Heroínas llena de carros con música, las licorerías sacando cajas de cerveza para que la sed acumulada de una semana, se saciara en sólo minutos. Hasta la gritona del barrio, que nadie miraba nadie, esperaba ansiosa esos sábados.

Y unos, algunos de ellos, se ponían la camiseta de Estudiantes de Mérida un día antes, porque sabían que la rumba era larga y después del trasnocho venía el juego a las 11 de la mañana. No quería perder tiempo lavando la camiseta del equipo a última hora, o sacándola de la ropa sucia. Aunque sé que algunos lo hacían y para no usarla, se la llevaban en la mano y la aireaban durante todo el juego al ritmo de la canción. 

“Póntela” le decían los más inocentes. “Es una Cábala de la buena suerte”, respondían como si esa palabra por ser bíblica les eximía de culpa, y la verdad es que eran uno soberanos cochinos, pero bueno luego entre el olor de los pinchos y la cerveza, todo se volvía imperceptible.

¿Cómo se nos olvidaron las entradas? Grita el presidente en la oficina. Regañó a medio mundo porque a nadie se le había ocurrido recordarle las entradas. La secretaria le dijo, torciéndole la boca, que ella lo dijo pero que la duda  con el precio de las entradas, había retrasado todo.

Luego de algunas llamadas se dio cuenta que no había tiempo y se le ocurrió la genial idea de dar entrada libre. ¿Entrada libre? Le dijo el Administrador a sabiendas que el dinero de la taquilla era lo único seguro que tenían para el próximo viaje. Sólo aquí, No en Pekín.

Le suena el teléfono a Jeidson y entre la música a todo volumen y el bullicio sabatino, apenas pudo escuchar al presidente. “Tengo un problemita” le dice aquel personaje con rango militar por cierto. “Me quedaron mal con las entradas”, como para tapar su error. Un silencio que dejaba colar los griteríos se produjo de inmediato.

Jeidson, gran fanático y toda una vida yendo al estadio, le pregunta si no tiene entradas viejas. El tipo corre a un escritorio viejo, de esos metálicos que tiene que ser macho para abrir la gaveta y se da cuenta que la gestión anterior había dejado entradas antiguas sin vender y otro material de papelería.

“Listo amigo”, le dice el presidente, con eso resolvemos mañana ante Zamora FC. La verdad en ese momento no había sido sólo su amigo, si no un ángel, un beato, un santo que le había hecho un milagro. Y todo contento, satisfecho, pletórico, realizado, el presidente se animó a preguntarle. ¿Y cuánto puede costar la entrada?

Jeidson, mira de reojo su cava llena, pero toca su bolsillo vacío, desahuciado por sus amigos y saca la última faja de billetes y cuenta 15 mil Bolívares, justo el precio que pagó al siguiente día en taquilla por entradas recicladas y que el diario Frontera tituló como ¡Taquillazo! En su página principal

domingo, 27 de junio de 2021

"Mi canchita, el primer patrocinio del mundo"

 En aquella época, el nombre Arena que hoy se utiliza en grandes estadios del mundo, no estaba de moda, pero hubiese sido ideal, porque nos tocó remover media “camionetada” de arena para organizar el terreno y obviamente quedaron muchos residuos, aunque eso iba a ser problema netamente del delantero izquierdo en cada ataque.

Pudimos, luego de grandes esfuerzos, limpiar el terreno y establecer una canchita con una dimensión aproximada de 6x4 metros y con eso creímos que era casi suficiente para iniciar el torneo infantil de La Placita, pero nos faltaba el nombre del estadio así que pensamos en algo majestuoso, porque la cancha “la pepita”, como le decían a la del pueblo, nos parecía muy coloquial.

Pensándolo bien, a Pitágoras le hubiese encantado jugar ahí. No sólo porque afloraba tanta pasión y rivalidad, sino porque realmente no era un rectángulo. Cerca del córner, había un deslizamiento que en principio lo cubrimos con aquella arena, pero luego cedió producto de quienes iban a dormir la pelota en la esquina, aunque Lesme el narrador, nunca dejó de llamarle el rectángulo de juego, ignorando la asimetría

Pero donde realmente Pitágoras hubiera tenido la mayor atracción era cuando cayera en cuenta que la mejor manera de asistir a un compañero no era con el empeine, ni el toque a ras de piso, sino que para hacer un pase largo había que calcular el desnivel de la cancha, el ángulo y hasta el coseno. Era tan marcado ese desnivel del campo, que a las posiciones no le llamábamos delantero por derecha, sino delantero por arriba, la pendiente era evidente.

¿Les comenté del narrador? Si claro, armamos una cabina radial en los alrededores, en lo alto del terreno. Contábamos con un árbitro, los liniers (como se le llamaban comúnmente en aquella época), un grupo de cheerleaders y una premiación con trofeos de palo (madera), con una efigie deportiva o patriótica.

Para el primer lugar, buscamos una caja de whisky Old Parr vacía, que por ser dorada, le daba cierto realce a la distinción. De esa caja, nació precisamente el primer estadio patrocinado de Pueblo Llano, Mérida, Venezuela, América Latina y tal vez del mundo, según los últimos estudios.

Una noche antes del torneo, nos enfocamos en buscar lo más rimbombante en nombres, y como ya nos hablaban del año 2000, del nuevo milenio, era momento de dar ese salto milenario, aunque nos separaba casi una década del tal acontecimiento, el ya olvidado Y2K. Era un desafío, para ese momento, los estadios llevaban nombres de zonas, figuras, nosotros buscábamos algo mas.

Empiezo a ver la caja de Old Parr y veo en ella el nombre Macdonald greenlees distillers y de inmediato lo asociamos con Juan de Maldonado, el fundador del pueblo, entonces fue allí que nació una nueva era en patrocinios mundiales. En ese momento, aquel garaje asimétrico, con piedras incrustadas en un área, tomó vida, como cuando alguien recibe un nombre al momento de nacer, que le da personalidad y perdurará para siempre.

No obtuvimos el lente de los medios, tampoco reconocimiento posterior de parte del conglomerado. El patrocinio en el nombre nunca nos dejó un centavo porque todos nuestros fondos eran de colaboraciones que depositaban los asistentes en una alcancía en forma de cochinito. Pero creo que los entiendo, no los condeno,  realmente fue nuestro error, fue por nuestro acento.

En los programas con máquina de escribir, en el anuncio escrito en cartón frente a la cabina, en las menciones con parlantes en cada juego por el narrador, nunca pudimos pronunciar, ni escribir correctamente, el nombre Estadio Macdonald, desconociendo la fonología e ignorando la pronunciación en otros idiomas y siempre hablando del mítico Estadio “Madocnáld”, con acento prosódico, ingenuo y andino en la letra “a”.


 @jesusalfredoSP 

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domingo, 20 de junio de 2021

La penalti de Cheche

Cuando Cheché cae al suelo, el árbitro tuvo dos opciones: O dejar pasar la jugada o decretar  el tiro penal. pero silbato suena de una manera estruendosa, como si fuera algo Divino.

Extrañamente todo queda en silencio. Pensó que el ruido del silbato lo había ensordecido. Siente que el tiempo se paraliza, que se detiene. La gente deja de sonar, las tribunas de gritar, ni se mueven. Las banderas de las barras quedan flageladas cómo si el viento no corriera y la gravedad hubiese desaparecido.

Mira con desconcierto y sin entender se dirige a sus compañeros para buscar respuestas entonces se da cuenta de que sus compañeros están también estáticos, congelados, petrificados algunos con expresiones faciales de alegría y reclamo espantoso como pidiendo aquel tiro penal.

Le aturde el silencio, jamás había sentido tanto pavor al mutismo, ni el sonido del viento dejaba huella de vida. Pensó que aquella patada había sido su sentencia de muerte.

Empieza afanosamente a caminar por la cancha, con la sangre caliente como única prueba de vida. El sonido del pasto mientras caminaba, rompía el aterrador silencio. Mira su reloj como queriendo medir el tiempo y se da cuenta que siempre corre, que nunca se detiene.

Lleno de incógnitas, escepticismo y duda. Abrumado, confundido corre camino a  casa cerca de la cancha. Todo sigue en silencio, ni el viento, ni la gélida brisa, ni el bar de la esquina rompe la monotonía. Sólo el tosco sonido de sus guayos estimula los oídos y lentamente abre la puerta de su casa.

Desde la sala resplandece una pantalla que inunda ese terruño familiar al cual le ha fallado y camina hacia ella lentamente. Observa en el mueble frente al televisor a su esposa, a Nené e Isa, sus pequeños hijos. El “shhh”  que demanda silencio le señala que la atención está centrada en la pantalla. Nené lo abraza, ama ver películas en familia, con cotufas, refresco, es su mejor plan para cualquier día y cualquier hora. Pero Cheché siempre falta, nunca puede, no le gusta y Nené lo extraña, lo extraña siempre.


Se mete en el sofá y aunque todos están atentos a la secuencia de la película, lo reciben, lo abrazan y aquel calor familiar que sentía olvidado, vuelve y vuelve pleno. Se cuestiona su permanente ausencia hasta que alguien le  lastima la herida del posible penal, entonces se levanta y regresa a la cancha a explicar su ausencia.

Pero se da cuenta de que todo sigue intacto, que nada ha cambiado, que todos siguen flagelados y congelados. Mira el reloj y nota que el tiempo se paralizó aunque juraría que estuvo al menos una hora en casa.

De repente un sonido ensordecedor acaba con aquel momento y paulatinamente empieza a escuchar el bullicio, el defensa le increpa que no lo había tumbado, le grita que se levante, los fanáticos piden la falta y empiezan a hondear sus banderas llenos de ira. El referí se va corriendo directo al área y decreta el tiro penal a las 6:01 minuto de la tarde, justo la hora en que su hijo Nené, da su últimos suspiro.