Seguidores

martes, 30 de julio de 2019

Los Emojis de Chacho

Eran exactamente las 4:50 minutos de un día, un mes y un año cualquiera. Es este caso no quiero respetar ningún orden cronológico, pero si les comento que era en época vacacional.

“San Isidro Labrador, quita el agua y ponga el sol” era un pedido o mantra que los agricultores de mi pueblo, pregonaban cuando la lluvia arreciaba y dañaba los cultivos para clamar por un sol radiante. Yo en mi mundo también rezaba para que este brillara, pero me importaban poco o nada los cultivos, mi único deseo era que la cancha no estuviera mojada y que mis compañeros llegaran  tranquilamente al entrenamiento.

Pero cada vez que llegaba esa hora, 4:50 PM, tres gotas comenzaban a caer justo frente a mi ventana como una manera de amenazar mi ilusión y tres minutos después, las nubes se rompían y rebasaban mi paciencia. La lluvia caía con la misma intensidad que mi ánimo pero se levantaban mis niveles de frustración y rabia. Ir a jugar implicaba alegría, mezcla de emociones y la lluvia sólo provocaba que me mantuviera refugiado en mi casa con el balón y ropa de entrenamiento en la mano.
  
Cuando las nubes, llenas de traición y odio, no se oponían en mis planes a las 5 de la tarde  y por espacio de 120 minutos, comenzaban nuestras andanzas en la cancha. 8, 9 o 10 chicos mostrando lo mejor de sí, porque realmente eso es lo que me gusta del fútbol que la mayoría va a demostrar en cada jugada que es el mejor y tanto emocional como biológicamente debe tener un significado porque al margen de la derrota, salíamos jubilosos. Pero en esos días de vacaciones de verano, los 30 días de entrenamiento se diluyeron a pocos, con la misma proporción que la lluvia arreciaba en el pueblo.

Hace algunos días y cuando ya ha caído mucha agua en cualquier época vacacional, de cualquier día, de cualquier año, me escribe Chacho, aquel niño de ciudad con el que siempre tuve contacto. Chacho me envía un mensaje en el whatsapp y muestra un emoji de esos que expresan molestia. Honestamente no era sólo un emoji, era un montón de esas caritas rojas juntas y luego empieza a escribir desenfrenadamente sin detenerse y sólo con la seguridad de que alguien al otro lado, es decir yo, lo leía gracias al feedback que dejan las marcas azules de verificación.

Yo, sin entender el por qué, me preocupo pero simultáneamente me envía una imagen que explicaba una teoría que tuve que leer un par de veces para comprenderla “Desde bajas alturas, por una especie de cañón, sube una corriente que se transforma en nube y va absorbiendo humedad a su paso. Al llegar a lo alto y cuando hay enfriamiento, esa nube sufre una descomposición y se produce la lluvia. Este proceso ocurre a diario y se da generalmente en las tardes o las noches”

Según Chacho y según el autor de dicha teoría, esto explicaba  por qué siempre llovía a la misma puta hora pero peor aún por qué siempre nos quedábamos sin jugar producto de las mismas.  No tuve opción de colocar ese emoji que expresaba reflexión. Por un momento nos mantuvimos en silencio pero en línea.
                              
Entonces por fin coincidimos en un emoji, el de la cara llorona. Yo expresaba frustración porque esta teoría nos amargó unas cuantas tardes, pero a Chacho, al mismo que no lo dejaban salir sus abuelos sin algún conocido, le amargó las vacaciones, las únicas en aquel pueblo al cual nunca quiso regresar en épocas de asueto escolar porque la lluvia siempre caía a la misma hora, del mismo mes y de un año cualquiera.

@jesusalfredosp 

miércoles, 10 de julio de 2019

No fue mi intención Sr. Dudamel

No fue mi intención Sr. Dudamel, créame usted que no fue mi intención. Salvo aquella temporada que usted jugó con Estudiantes  de Mérida, siempre fuimos de equipos opuestos. Aunque no siempre, apoyé desde la distancia al “Huila” en su primera experiencia internacional y luego en Independiente Santa Fe, el Deportivo Cali o pare usted de contar, porque fueron muchos, los que usted defendió con heroísmo. “San Dudamel”, así le decían. ¡No era un canonizado! ¡No! Era usted Profe.

Y le aclaro esto, porque cuando salió a jugar en el Huila, su primera experiencia internacional, me pegaba de la radio para escuchar a los narradores colombianos, siempre tan inquisidores con los venezolanos, pero con usted no pudieron, eso inflaba el pecho. Pero no entiendo, por qué usted me bloqueo en twitter. Y le digo algo, le he escrito a cualquier figura pública nacional e internacional, y no me han halagado con el bloqueo, sólo usted.

Empecé a buscar algún tweet en el cual le ofendiera y ni mi memoria ni los registros en San Francisco, California, en donde tiene la sede la red social, detectaron un mensaje vejatorio. Mientras buscaba un twitter recordé cuando hizo un gol de penal en Colombia aunque también recuerdo que posteriormente falló otro con el mismo equipo de Santa Fé, por eso lo criticaron un poco, pero allá era usted era “San Dudamel” y a los santos no se les critica, se les venera como decía la señora Irene, la rezandera de mi cuadra.

En definitiva, no encontré nada fuera de contexto en algún mensaje de twitter, aunque sé que en algún momento nos ponemos intensos y esa pudo haber sido una razón. Mientras buscaba respuestas, empecé a irme muchos tweet antiguos, tan antiguos que ni si quiera usted y yo habíamos creado una cuenta, tan antiguos que ni siquiera se había creado la red social, ni esta ni ninguna otra. La red social éramos un grupo de chamos en una cancha, nadie colocaba “Me Gusta”, ni bloqueábamos digitalmente, ni “RT”, nada de eso. Lo único que colocábamos era la energía y el corazón en la cancha.
Y allí, en esa red social de grama seca, encontré la razón de por qué usted me bloqueo. Lo recuerdo someramente porque entre tantas caimaneras que me tocó disputar, esa particularmente está en mi mente. Básicamente  porque usted era la figura en el estadio Lourdes de Mérida y las 5 canchas que la componen. Y usted, repito,  era la figura porque además estaba recién llegado de aquel mundialito en Caracas, esos torneos sub 15 o sub 16, no recuerdo la edad exacta,  que metía entre 25.000 o 30.000 personas por partido.

Esa tarde, nos tocó disputar un amistoso, una caimanera. Nosotros sin técnico y ustedes con un orientador o entrenador. Cuando se termina el juego, sin importar el resultado, lanzamos 10 tiros desde el punto penal cada equipo porque creo que la idea era que practicaran los porteros, y que en esa caimanera eran los únicos serios de la partida.

En el sorteo a los más pequeños nos tocó como el rey del pesebre, de último. Justo antes de pegarle a la pelota, veo a todos los jugadores en el espacio entre el balón y la portería, rodeándome,  unos aupándome, otros metiéndome miedo y al frente usted. La portería se veía tan grande para mí, pero al mismo tiempo infranqueable con su presencia.

Cuando suena el pito para que iniciara mi turno, yo no miré la portería sino que agacho la cabeza, me enfoco en el balón y en mis pies, que lucían los zapatos de mi hermano mayor de 3 tallas más grande. Arranco con energía y sin mirar al arco le pego al balón. Mi idea no era buscar el ángulo, honestamente mi idea era que no saliera el zapato antes que la pelota, así que fue un golpe fuerte y engarruñando el pie para hacerle presión a la parte delantera del zapato. ¡Epa! no fue un golpe a tres dedos, puedo decir con orgullo que fui yo quien patentó el gol “engarruñao” es decir uniendo los dedos de los pies para hacer un efecto de volumen que hiciera más difícil la eyección del zapato, un invento que creo murió de inmediato porque mi hermano escondió los zapatos.


Escuché el sonido del balón, como si fuera cortando el viento. En ese intermedio de tiempo, los gritos iban y venían. Me envalentono y levanto la cabeza. Veo que el balón lo coloqué por mi costado derecho y también lo veo a usted Sr. Dudamel lanzándose a su izquierda. Cuando la red se comenzó a inflar, los de mi equipo me abrazaron por el último gol que caía con una gran ayuda de la gravedad y usted quedó tendido en el piso mirando al entrenador. Ese día, en esa red social, la de la cancha con el césped quemado y llena de huecos y piedras, me gané muchos “Me gusta” y “RT” con los abrazos de mis compañeros, pero al mismo tiempo me gané su gran “Bloqueo” que perdura en las redes sociales de hoy. Levántese, me disculpa  y me desbloquea por favor que esa no fue mi intensión. 

@jesusalfredosp

lunes, 1 de julio de 2019

Rubben, la eterna promesa

Si hay algo que me gusta de los europeos es su organización y constancia en todo y no se los digo porque me lo dijeron, sino porque tengo un remordimiento que a veces no me deja dormir. Dicen que cuando uno se levanta a las 3 de la mañana es porque lo tienta el diablo, pero a mí no, confieso que la conciencia es lo que me jode.

En mi época de estudiante, me voy a hacer pasantías a República Dominicana, y cada vez que la gerencia quería proyectar un juego de fútbol para sus huéspedes de mayoría alemana, holandesa y británica, les decía a los de recepción, que se encargaran de la logística. Los recepcionistas, todos dominicanos,  tenían una destreza impresionante para hablar 4 y 5 idiomas, así que se les hacía fácil, comunicarse con ellos verbalmente, pero  cuando llegaban los huéspedes al salón de proyección se sentían desubicados. Colocaban imágenes de Sammy Sosa, Felipe Alou entre otros retratos de beisbolistas dominicanos además de  un bate y un balón de fútbol.

Poco a poco me fui ganando a la Directora del hotel, una chica de unos 35 años, discúlpenme, sé que la edad de las mujeres no se divulga, pero hay detalles que no debo dejar pasar como su altura 1,80 aproximadamente, rubia hasta las cejas, ojos verdes y un acento español sensual, hasta que se le salían unos insultos en catalán cuando le llegaban quejas.

Por mi origen sudamericano me pide que organice la logística de los juegos de fútbol, porque la última vez, la persona encargada les quitó el audio del encuentro y les puso bachata y merengue “ripeao”, el merengue mas autóctono de la isla con el fin de que la pasaran bien porque el juego del Bayern de Munich le parecía muy aburrido. Creo que ese día, mi flamante directora habló más catalán que en un kinder de Barcelona. No era perfecta, era perfeccionista.

Así fue, ese trabajo era lo máximo. Yo me  encargaba de hablar con mantenimiento para el sonido e iluminación. Le dije a mi super Directora que me aprobara meriendas y montáramos un mini bar en el salón para que los huéspedes no tuvieran que ir al bar y gozar de un centro de consumo y ventas en al área. Puedo decir con orgullo, que de 40 personas que iban a los juegos pasaron a 200 en tres semanas, porque creamos un ambiente futbolero.

No puedo negar que tuve  mucho apoyo y mi éxtasis fue cuando la gerencia en pleno fue a ver un encuentro del Barcelona contra Atlético de Bilbao. Ese día salieron embriagados, gritando y sobretodo satisfechos por el ambiente entre los huéspedes y la gerencia quienes acordaron hacerlo entre semana y no sólo los sábados o domingos.

Yo me sentía como el DT de ese equipo. Mi trabajo antes de los 90 minutos ya estaba hecho. Organizar, llamar, hacer pedidos, montajes, y durante el juego hacer supervisión. Poco a poco me di a la tarea de hablar con los huéspedes, en principio conversaciones muy diplomáticas, luego cada vez que alguien hacía gol los celebraba con ellos y si metía gol el otro equipo, me iba a celebrar con los otros, Ellos se reían y me decían palabras que yo no entendía en ocasiones, pero seguramente significaba pastelero, pero todos disfrutábamos. Esa jugada de hablar con los huéspedes me hizo ganar mucho rédito porque les sacaba información de quejas o debilidades del hotel y se las comunicaba al supervisor del área o a Dirección.

Decir Ich habe einen Freund aus Stuttgart (Yo tengo  un amigo en Stuttgart) y Muxus (besos en Vasco) me hicieron romper el hielo con alemanes y bilbaínos. El grupo, antes de ir a la piscina, diariamente iban al salón, me buscaban, y hablábamos de todo. Recuerdo particularmente a Rubben de Stuttgart Alemania y su esposa, no la detallo porque prefiero que se queden con la imagen rimbombante y real de la directora, pero era un placer pasar por la piscina y saludarlos.

Hablamos de fútbol y sacó pecho porque su equipo, el Stuttgart se iba a enfrentar al Feyernoord de Holanda en la Copa UEFA. Yo sabía que Estudiantes de Mérida iba a Libertadores, pero en Punta Cana las personas iban a aislarse del mundo y me encontraba desactualizado. La gerencia hacía pocos esfuerzos por tener Internet de dominio público, así que yo debía esperar a tener día libre para navegar y enterarme del mundo.

Antes de regresar, el grupo de unos 20 alemanes me buscaron y me agradecieron las atenciones. Compartimos correo electrónico y dirección, como se estilaba en aquella época, me regalaron algunas cosas que no podían llevarse y hasta 50 pesos dominicanos porque no lo usarían más nunca.  Rubben y 2 chicos más me prometieron que volverían el próximo año, pero lanzaron la promesa de que si el equipo de Stuttgart le ganaba al equipo holandés, me enviarían una camiseta original. De vuelta, yo les prometí que si Estudiantes de Mérida avanzaba en Libertadores en aquellos años 99 o quedábamos campeones, yo haría lo mismo.

Alemanes, españoles, ingleses, canadienses iban y venían. Un buen día me llaman de recepción y la operadora (representante de agencia de viajes) me entrega una carta. La abro y era un escrito de mis amigos de Stuttgart. Pienso dentro de mí, ¿Por qué carajo me la mandaron en alemán si yo sólo sé decir Ich habe einen Freund aus Stuttgart?  Le agradezco a la chica y de inmediato ella sonríe y me muestra otro paquete que al abrirlo era la camiseta blanco y roja con un logo hermoso que decía VfB Stuttgart y asumo que le habían ganado a los holandeses. Honestamente me alegré en demasía, no por la camiseta, la cual nunca pude usar porque esos cabeza cuadradas pensaron que yo iba a crecer 15 centímetros más, cosa que nunca ocurrió, sino por el gesto. 

Estudiantes trascendió en Libertadores, llegando a ocupar el puesto quinto de América. Años después quedó campeón, aunque no absoluto y vivió  épocas gloriosas. Yo perdí la dirección de Rubben, me mudé a otros países y les perdí la pista a ellos, al Stuttgart y a otros conocidos con los que también compartí. Nunca envié la camiseta, no soy europeo, a pesar de que pude haber intentado ubicarlos con el correo electrónico, el cual yace en cualquier basurero de aquella isla  o en la papelera de recliclaje.

Cuando José Manríquez patea con nervios de acero ese penal para conquistar el campeonato ante Mineros de Guayana en Cachamay en la final del torneo apertura 2019, me di cuenta de que mucha gente había hecho promesas y que yo no. Le dejé todo a Dios y a sus buenas intenciones. En ese momento recuerdo a Rubben, en cualquier lugar de Alemania, su gesto,  su equipo y me doy cuenta que el VfB Stuttgart ya no está en la Bundesliga sino que descendió. Yo puedo apuntar hoy Ich habe einen Freund aus Stuttgart que se llama Rubben y quiero decirle que también trascendimos en aquella Libertadores, que quedamos campeones, que tranquilo que también estuvimos en segunda y que hoy, 20 años después, quiero pagar mi promesa de enviarle la camiseta del campeón del fútbol venezolano, Estudiantes de Mérida.

@jesusalfredosp