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martes, 20 de agosto de 2019

La firma vale un punto

Un proverbio chino decía. “No es mas el maestro que la montaña, ni sus discípulos más que los anteriores”, epa lo dijo un filósofo chino, no el que me vendió la radio y que me mandó a comprar otra cuando le dije que sólo me había durado 2 horas. El chino no tuvo problema en excusarse. “Ploducto chino, ploducto malo”.

Ese proverbio lo leí en alguna hojita de almanaque y siempre estuvo en mi mente. Tal vez ese papelito algunos lo vieron, lo arrugaron y lo votaron, Yo por el contrario, lo leí, lo recorté, lo conservé por un largo tiempo hasta que en algún momento de hastío, repetí la dosis al tirarlo a la basura. Pero no quedó allí, ese papelito siempre lo guardé en mi mente, de hecho se convirtió en un modo de vida. En ningún escenario traté de sentirme más que la montaña ni que mis maestros, pero siempre hay una excepción aunque me cueste admitirlo…la hubo.

Un distinguido profesor de Geografía, con un  vasto conocimiento de su cátedra, en la primera clase me dijo que yo estaba errado al decir que nuestro continente americano se llamaba de esta manera por Américo Vespucio. Le argumenté casi con lágrimas en los ojos, que los reyes españoles lo premiaron por ser la primera persona en realizar un mapa cartográfico del nuevo continente. Su simple negación, sin argumento, fue suficiente para destruirle el ego a alguien como yo que siempre ha sido amante de cultivar la cultura general. No tenía bibliografía de respaldo para tapar mi vergüenza, porque lo había leído seguramente en una ojeada a un polvoriento libro o tal vez en otro papelito de almanaque.

Esa materia, la tuve que pelear casi hasta el final. Como aquellos juegos que vas ganando, pero sabes que te lo pueden empatar o complicar con una lesión, una tarjeta, un gol no deseado al minuto 90. En el último examen y  a sabiendas de que la nota aprobatoria ya estaba alcanzada y que no había manera de reprobar me relajé un poco. El profesor nos entrega la hoja sellada con las preguntas y lo dice claramente. Bachilleres, la firma vale un punto. “¿Disculpe profesor? Le pregunto”. Me mira como diciéndome, ¿No entendiste pedazo de bruto? En ese momento me di cuenta de que su ego también había sigo golpeado en aquella primera clase. El repite despacio, “La firma vale un punto” mostrando su dedo índice en señal de uno.

Agarro la hojita y empiezo a responder. De las siete preguntas sólo tenía respuesta para dos y honestamente me había enfocado más en el examen de Matemática 11. Así que me dispuse a romper los preceptos del filósofo chino. Antes de eso, hago una especie de reverencia ancestral, algo que me hiciera sentir que no me estaba burlando sino poniendo en su sitio mi ego. Miro al profe, agarro mi hoja y disimuladamente la volteo. Tomo mi lapicero como para que el tiempo no borrara las palabras que había emitido anteriormente “La firma vale un punto”. Entonces hice la primera firma y luego no pude parar hasta hacer veinte firmas, que completarían la cantidad  suficiente para sacar veinte puntos y alcanzar la nota máxima.

Desde esa fecha le agarré un valor inmenso a la firma por eso admiro a los pintores que colocan visiblemente su nombre o firma en los cuadros. Para ellos no vale un punto, para ellos es su ego, su orgullo, su arte. La firma de los futbolistas al inicio del contrato vale y mucho, pero imaginemos colocándole esa firma a cada jugada, a cada cabezazo, a cada centro, a cada decisión. Y como mi profe dijo, “La firma vale un punto”, justo el que tenemos en la tabla.

@jesusalfredoSP



lunes, 12 de agosto de 2019

El manazo de La Chaca

Hasta la Biblia lo dice “No es bueno que el hombre siga sólo, voy a hacerle una ayudante que lo complemente” y aunque a dos años de matrimonio, algunos quisieran regresar a los tiempos de Cristo y reprocharle al mismo hijo de Dios sus “sabias” palabras, todo se resume en el veredicto de condena de Pilatos “Lo escrito, escrito está”

Cada vez que voy  a la iglesia, me siento bendito entre todas las mujeres, como dice el rosario, pero no es porque esté bendito realmente, sino porque el 73,73% de los feligreses son mujeres. ¿Acaso los hombres no rezan?, comentaba una viejita, con un claro deseo de vilipendiar acerca de mi género. Pero pensé que eso es falso porque cada vez que voy  a un juego de fútbol, escucho a aquellos inocentes futbolistas darle reiteradamente gracias a Dios por un gol  o por un triunfo. No puedo negar que los jugadores se notan piadosos cada vez que dan declaraciones a la radio.

Por lo visto, otros caballeros y yo somos extraños yendo a un espacio reservado para mujeres, Pero, esto no es nuevo e inclusive esta relación es inversamente proporcional a la que se observa en la iglesia. Por ejemplo, en la década del 90, Estudiantes de Mérida tuvo una mujer presidenta del equipo, la señora Yolanda. Puedo decir con orgullo que fue la primera mujer en ocupar ese cargo en Venezuela y revisando las estadísticas podría ser la segunda o tercera a nivel mundial en el plano profesional.

Aquí no meto a La Chaca, aunque su nombre de pila era Josefina. Ella fue presidenta del equipo de mi pueblo llamado La Placita, algunos años antes que la señora Yolanda, pero como no era equipo profesional queda simplemente en los récords y anécdotas autóctonas. Ella se ganó mi temor desde que le cayó a manotazos a una cerveza que llevaba “Chipia”, el portero del equipo porque tenía dos meses tomando sin parar y lo expulsó de inmediato.

Es que hay mujeres que se toman sus deberes muy en serio tanto en la iglesia como en el fútbol. Yo hace tiempo asumí que ese dicho “el fútbol es una religión” fue a raíz del manotazo de La Chaca y especialmente cuando la señora Yolanda colocaba una estampita del Sagrado Corazón de Jesús detrás del arco Rojiblanco.

Que no se tome esto como una declaración pro feminista, y valoro las acciones de la Junta Directiva del equipo, pero siento que en el juego de Estudiantes ante Zamora faltaba una especie señora Yolanda con su estampita, no por el arco, porque ni siquiera lo inquietaron los zamoranos sino por esa falta de conciliación en un pase largo, en las malas entregas, en algunos gestos, en la dinámica del partido. Espero que los rosarios y oraciones de la señora Yolanda tengan vigencia luego de más de dos décadas porque no estaría dispuesto a ver otro manotazo de La Chaca.

@jesusalfredosp




martes, 6 de agosto de 2019

Las goleadas de Issac Newton

Estoy casi seguro de que sí al científico Issac Newton le hubiese gustado el fútbol, él como técnico hubiese diseñado un juego fluido y de toque al estilo “tiqui taca” con el cual hubiese puesto fin a la revolución científica. 

Los juegos hubiesen culminado con resultados de 20 a 10, 15 a 40 y un partido cerrado y aburrido hubiese sido un 11 a 10 o 9 a 8. No podría dudar que Newton  hubiese sido el Ferguson del equipo galáctico de la época y posteriormente se hubiese ido molesto y despeinado a jugar en el equipo archirrival. Usando la teoría de la Ley de Gravitación Universal hubiese propuesto un nuevo estilo de juego manipulando los cuerpos de los jugadores para que los suyos sacaran mejor partido de la Fuerza y la Masa.

Entonces bajo estos preceptos, la Masa que es la cantidad de materia que posee un cuerpo, bien sea sólida, líquida o gaseosa, hubiese jugado un papel de suma importancia en el nuevo esquema futbolístico porque un jugador podría ejecutar un disparo de larga distancia y evaporarse a alcanzar el balón para finalizar la jugada. 

En caso de que todo hubiese sido errático como aquellos delanteros que no logran definir, bien podría regresar sacando el mejor provecho de que la velocidad es la distancia sobre el tiempo (v=d/t) y alcanzar el punto de congelación una vez en zona defensiva para plantar una muralla y evitar goles. Entonces esta última jugada hubiese provocado que los fanáticos lanzaran a la cancha bengalas de fuego con el firme deseo de propiciar un descongelamiento de la defensa a lo cual Newton no le tenía respuesta inmediata.

Tampoco hubiese tenido respuesta de por qué un delantero, vive de momentos, de goles, porque es interesante como el jugador cuando hace un gol se siente y se sienta en una cima emocional que le permite ver, desde esa altura, todos los huequitos que deja la defensa y logra observar en el fondo a un arquero, pequeño, sumiso, casi invitándolo a que no dispare el balón porque no podrá defender su arco.

No sé si hubiese llegado al fútbol venezolano con Caracas, Táchira o Estudiantes de Mérida pero seguramente con un 3 4 3 o 4 4 2, estuviera preparando la fórmula perfecta para la próxima edición de Copa Libertadores.