Acudir a un
juego de fútbol implica muchas veces, y si hacemos un inventario serio, tiempo, dinero, momentos para compartir un domingo en familia, porque no toda
ansía ir al estadio. Vi que muchos hacían otro tipo de sacrificios que no
estaban en mi inventario, pero como que eso es el precio de ser fanático.
Hace algún
tiempo escuché que la afición de Estudiantes de Mérida era muy noble, y me he
quedado con esa sensación todo el tiempo. La nobleza la medimos en ese afán o
deseo de acompañar al equipo “en la
buenas y en las malas”, como los buenos amigos.
Cuando caminaba
al estadio, vi que mi inventario se quedaba aún mas corto. Hay otros sacrificios que no
estaban en mi "repertorio" como por ejemplo tomar hasta 3 unidades de transporte para llegar cerca del estadio,
llevar al hijo a hombros porque ya está cansado y de paso caminarse unos 300
metros para llegar a la taquilla y le "tiren" las entradas.
El psicólogo Freud
afirma que a través del fanatismo el hombre busca su felicidad y su seguridad. Otra
definición establece “Un fanático también es aquel que se
entusiasma o preocupa ciegamente por algo”. Creo que ambas tienen razón
en cierto aspecto pero la propuesta de un Sociólogo Erich Fromm establece que las
personas se hacen fanáticas para “escapar de la soledad”. Esa no la entendí.
Vi en la parte trasera de la camiseta de un señor de avanzada edad, el logo de Polar, esa marca de
bebidas que patrocina diversos equipos profesionales, pero no la asocié con
Estudiantes sino con la del Caracas FC, y pensé que el señor quería apoyar a
Estudiantes porque al ser del Caracas aplicaba esa de “somos amigos si tenemos enemigos en común,”. El lento andar del señor, con cierto nivel de dificultad para caminar o cojera leve, me dio para dar 4 pasos más
y sobrepasarlo, y como no dejo que la intriga me coma, volteo para confirmar mi
sospecha, pero nada que ver, la camiseta era de Estudiantes. Lamenté que viniera solo, sin compañía, caminando con gran esfuerzo. Y pensé “Este
señor debe tener más cuentos que yo”
El movimiento de
la taquilla era aceptable, porque con la irregularidad del equipo, la última
derrota y el hecho de que el Metropolitano no ha sido nuestro fortín, hacía de
pronóstico reservado la asistencia de público. Pero el hecho de que venía Táchira,
a quienes le hemos aguado la fiesta mas de una vez y ellos a nosotros, motivaba a ir
al estadio y celebrar una victoria. Ir por televisión en transmisión nacional e internacional,
motivaba a algunos a demostrarle al continente que en Mérida el estadio no es pelado ni la cancha ni la tribuna, como han demostrado la mayoría de las transmisiones. El efecto nobleza de la afición, seguramente cobraba vida en este juego.
Me siento al
lado de una de las barras, y aunque disfruto, digiero analizo mejor el juego en soledad
y en silencio, la compañía de pequeños fanáticos me estimulo a mostrarle como las barras viven el juego, aunque a veces había que taparles los oídos. Contrario
a la Reserva de Admisión, me gusta que vengan fanáticos de otros equipos, eso
engalana el estadio, y mas cuando están mezclados, pero como los ánimos están a
flor de piel, pues es mejor tenerlos a los otros aficionados en otras tribunas. Creo que nos acostumbraros a que nos dividan, nos enseñaron que así se
vive mejor.
Vi que hay mucha
juventud en la barra, creo que hay que tener mucho aguante para estar gritando
todo el partido. Por un momento vi al tamborero sobarse la mano y quitarse el
guante para verificar su buen estado. Otro se tomaba la garganta y hacia
movimientos tal cual estuviera inflando la bombita para seguir gritando, a lo último
y producto del cansancio y frustración del partido, sus ánimos cayeron y los improperios cambiaron
dedicatoria. Algunos desde diferentes puntos, no sólo de la barra, querían
pagar su frustración con el equipo visitante, el árbitro y hasta los cuerpos de
seguridad con botellas y termos. Métase a Guardia le gritaron a Pérez Greco,
pues el delantero tachirense le quitó el escudo a un policía y de inmediato
salió corriendo al tunel. Cuando todos los visitantes pasaron, hasta el propio
coco, esa mascota que puede escribir otro libro con anécdotas en cancha, llevo
sus improperios.
Puta, 4 a 1 fue
la derrota, fue una paliza para el equipo de Scarpeccio, “Huguito” Briceño, de
Scaminacci del mismo Ruberth Morán y otros legendarios que vistieron la
camiseta y para otros como Guillermo Soto Rosa, que amaba este equipo, pero además de ellos, para ese señor que caminaba cojito en soledad, que mientras yo daba 1 paso con mi hijo, él
daba dos. Allí me acordé de aquella teoría que establecía que la gente busca hacerce fanática a algo porque se aleja de la soledad, a lo mejor, en su nobleza, su mejor amigo es Estudiantes.
Mientras yo manejaba a mi casa a altas horas de la noche y cerrando los vidrios para evitar malos ratos, otros, y se me quedó desbaratado mi inventario, caminaban con sus hijos al hombro, no sólo el elevado sino hasta llegar a una parada de buseta, a unos 800 o mil metros, porque ese es el precio de ser fanático de Estudiantes de Mérida.
Mientras yo manejaba a mi casa a altas horas de la noche y cerrando los vidrios para evitar malos ratos, otros, y se me quedó desbaratado mi inventario, caminaban con sus hijos al hombro, no sólo el elevado sino hasta llegar a una parada de buseta, a unos 800 o mil metros, porque ese es el precio de ser fanático de Estudiantes de Mérida.
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