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jueves, 8 de diciembre de 2016

Doctor mi diagnóstico es mortal

Me lo tomo como un juego. Sí, como un juego, no le pongo ni un ápice de realismo, porque la suerte cambia y dios escucha, aunque nos pareciera que a veces de manera tardía. Wayne Dyer dice que la muerte siempre nos acompaña, que está sobre nuestros hombros, pero interpreté que también el éxito y la felicidad están a la misma distancia.

No quiero invocarla, pero me está pasando. Mi diagnóstico no es el mejor. Visito médicos y nadie consigue entenderme, me mandan medicinas como para decir que aportaron un grano de arena, pero ya tengo un desierto. Créanme, la majestuosidad el Desierto del Sahara será pasado cuando yo muestre mi compendio de granos de arena.

Los exámenes de descarte reflejan que todo está normal, eso no me alegra, en serio, eso me aturde porque sé que no estoy bien. Cuando me pongo a pensar en ello empiezo a sentir los síntomas, algunos dicen que mi dolor de cabeza es psicológico, otros que son gases. Cuando no puedo segregar saliva lo atañen a un virus que pronto pasará, pero no, no pasa, mi patología dice que allí está, que no ha cesado.

No le cuento a mi madre porque se preocuparía, y seguramente comenzaría a echar camándula para que yo no sufriera, a invocar a dios y a sus santos para que todo saliera bien, como lo hizo aquella tarde, un día después de que caímos ante Cerro porteño en los cuartos de final de Copa Libertadores en el 99. Mi tía Ángela, compañera de vida y de mil novenarios,  hoy en el cielo, se reía, no lo entendía. Mi mamá y yo no, sólo nos lamentamos y mi madre cerró ese episodio diciendo que por eso a ella no le gustaban esos juegos, porque cuando perdía daba tristeza.

Mi esposa, es como los doctores, no me entiende. Le comento poco, o quizás nada, porque con tantas angustias diarias, agregar una que no está del todo clara, es como preocuparse porque un meteorito golpeará marte. Finalmente opté por no visitar mas médicos, no es que no crea en su capacidad, no, para nada. Pero por un lado no dan con un diagnóstico real, segundo me mandan a tomar diferentes medicamentos con tal de que no me vaya del consultorio sin un récipe. Por otro lado no encuentro algunos medicamentos y los que estoy comprando siento que le pueden servir a alguien que realmente los necesite, yo no, lo mío es otra cosa.

Y está decisión tan tajante y radical viene dada por el último episodio en un consultorio de Medicina general. Llego y el doctor me manda a sentar. No espere a que me preguntara ¿Cuénteme? ¿Qué le pasa?, Porque siempre me han recibido así y por lo tanto empecé a hablar sin mas preámbulo. Le dije: Doctor, la verdad le voy a hablar sin rodeos porque ya estoy cansado de repetir tantas veces esto. Siento que estoy en el lugar equivocado. El tipo frunció los ojos, y yo le dije, no doctor, tranquilo, no sé si lo mío es con un especialistas o que tan bueno sea usted en medicina general. El tipo, levantó la cara y un poco mas la voz, muy bueno me replicó. Perfecto gracias, le dije como para bajar los ánimos.

Sabes pensé en hacer unas diligencias para tratarme en el exterior, pero la verdad, el tema económico sale a relucir. El doctor me dijo, “Claro, sin duda” Pero ¿Qué es lo que tiene?. Sinceramente no les presté atención a su pregunta, fuí un completo maleducado, lo sé. Y seguí diciendo pensé en irme a tratar a Brasil o Argentina, no sé, un país con más tradición. ¿Tradición me dijo el doctor? – y levantó aún mas la voz diciendo- La medicina con mas adelantos está en Estados Unidos y Europa ¿Qué tiene que ver la tradición? me dijo el batiblanca, obviamente ya desencajado conmigo como paciente, manoteando porque su investidura y su consultorio habían sido vulnerados por un personaje que a lo mejor quería simplemente  plantear hacer una vueltica para cobrar el seguro o algo así, no sé cómo me había tomado.

Empiezo a mirar alrededor del consultorio como para ver si le comentaba o no, para despejar la duda y accedí. Ok, doctor. Me pasa lo siguiente. El tipo baja su ánimo, pero su cara seguía siendo como la de aquel futbolista que recibe una patada certera donde mas duele y el jugador que lo atacó, lo conoce y  amablemente lo levanta y le pide disculpas. Es que veo una cosa  y me dicen otra, ¿Daltonismo me dice el tipo? mostrando sus conocimientos sin mas que con un comentario, le interrumpo y le digo: no doctor, le explico: Hace algunos meses me dijeron que mi equipo había sido vendido y que los nuevos dueños iban a estructurarlo de tal manera que íbamos al octogonal, que íbamos a llenar el estadio, que íbamos a tener partidos internacionales, y que íbamos a jugar torneos internacionales.

Siento que el tipo, casi me agarra por el cuello, pero me imagino que ya están acostumbrados a diagnósticos raros. Continúe, me dijo el doctor. Yo, tomo aire y le digo. Eso lo dijeron hace algunos meses, pero a partir de allí el equipo fue deportivamente lo mismo. Peleamos por no ir a segunda división, aunque la gasolina les hizo soñar a algunos por entrar al octogonal, yo nunca lo vi tan claro.

Hoy doctor, en plena pretemporada, sigo escuchando cosas maravillosas de parte de algunos directivos y de algunas personas. Pero mi mal doctor, está aquí. Yo no veo lo que escucho, mi mal es irreversible y la creo que muerte me espera.


jueves, 10 de noviembre de 2016

Gallego Vive

Una vez entro a una zapatería bajando por la avenida 6 con mi primo, no a buscar zapatos, sino que mientras yo bajaba me di cuenta que el Profe Gallego había entrado segundos antes. Pregunta un par de cosas, yo disimulo a ver que decía el profe. Pensé escuchar líricamente como, al menos, se pararía Estudiantes durante esa temporada o saber si la ciudad le agradaba de tal manera como para entrelazarse tanto que le diera su cariño al equipo, pero nada.  El vendedor con nada de conocimiento de a quien atendía, se limitó a dar precio y mostrar sus dotes de buen vendedor. Pero nada, no vendió ni el cordón del Zapato. Falló, el profe se fue con la misma bolsa con la que llegó. Estaba vestido de pantalón deportivo rojo y franela blanca, sin alusión al equipo. Sale de la tienda y el vendedor viene hacía nosotros. Le pregunté tal vez lo mismo que el profe, pero mi conversación giró en torno a la presencia del estratega colombiano y le comenté a mi primo que él era el DT de Estudiantes. El equipo de venta de la tienda, me refiero al vendedor y al cajero, se unieron a la corta conversación, que se limitó en repreguntar lo que yo ya había dicho. Y me tocó dar la respuesta esperada, sí es el técnico de Estudiantes.

Pero como iba a saber, si el tipo venía a ganar, a buscar un campeonato o al menos figurar, pero no. Lo trajeron porque estaba de moda tener técnicos colombianos y Venezuela siempre ha sido una buena plaza para terminar o continuar su proceso de formación. Una vez un DT de ese mismo país dijo que si bien el futbol venezolano le faltaba nivel, valoraba que en cada equipo hubiera dos o tres jugadores que sobresalieran. Yo lo escuché y pues, no estamos tan mal dije, a pesar de que nuestros equipos en los 80 y 90, salvo algunos hechos quijotestos que aún rememoramos, iban con pocas posibilidades a torneos internacionales.

Vino a dirigir a Estudiantes de Mérida FC, pero no era ajeno al equipo venezolano. Ya en 1982 lo había enfrentado en Copa Libertadores cuando jugaba con el Deportes Tolima, un equipo que posteriormente llegó a semifinales, esa semifinal de seis equipos del torneo internacional. Pero como me gusta resaltar lo positivo con letras de oro, no por lo exquisito sino porque con tierra me ensucio, Tolima venía tan enrumbado y en fase de grupos ganó todos sus encuentros de visitantes, excepto el que se jugó ante Estudiantes en el Soto Rosa  el último día de Marzo de 1982.

Debutó con Trujillanos, y eso de que técnico que debuta gana, eso no pasó. ¿Será por qué es Estudiantes de Mérida? Y comenzó la campaña. Para no perder la costumbre, el triunfo llegaba, pero detrás de derrotas y empates. Había algo que él decía posterior a cada partido. Estudiantes es el único equipo en el mundo que juega una pretemporada en plena temporada. La directiva lo había traído, pero le dijo que en esa temporada ya no había nada que pelear, que se esperara un poco mientras terminaba el torneo para reforzarlo y luchar por todo. Como me gusta escudriñar en los detalles que afloran mientras uno parpadea, aquel decir de Hugo Gallegos, el colombiano que vino a dirigir al albirojo en los 90 se refería a ese torneo largo que comenzaba en octubre y terminaba en  junio. Un equipo que perdía  al comenzar el torneo se iba rezagando y la pelea era de dos o tres por el campeonato o dos o tres por no descender. Se transformaba en un completo calvario para el resto de los equipos.

Una vez leí, que él había sido el protagonista  del primer campeonato sudamericano sub-20 ganado por su país en 1987, en el cual Hugo fungía como Asistente, pero que en realidad fue quien agarró la dirección al hombro, pues el DT oficial Castaño, se encontraba convaleciente de salud. Eso era mas que currículo para venir a Venezuela, pero en su juego del debut en un partido Trujillanos contra Estudiantes en Valera, en el estadio Luis Loreto Lira, la frase que escuché fue “Estudiantes Jugó como nunca y perdió como siempre”. Me causó risa, pero los comentarios radiales esos de Pablo Chacón Pérez (QEPD), Miguel Arturo Abril, y otros afirmaban que Estudiantes había dominado el juego, que había logrado dos o tres palos, pero no habían entrado los goles, pero los de Valera si, ellos si habían anotado los goles, dos o tres no recuerdo.

Siempre he confiado en los comentaristas, son nuestros ojos en el estadio y mas en esa época en que no había Televisión ni redes sociales. Así que a pesar de la derrota, yo estaba emocionado con el fichaje del DT. El equipo estaba jugando mejor y los resultados, al menos en teoría, venían mas tarde. Alguien, también de la radio dijo que los entrenamientos eran tan entretenidos que llevaban mas gente que los juegos oficiales en Caracas.

El equipo siguió dando tumbos, se ganaba y se perdía, quizás con mas regularidad que las alegrías. Así que la pretemporada larga, o como dijo el profe Gallego, la pretemporada en plena temporada, se fue agotando y aquella promesa de reforzar en la próxima temporada se diluyó.


Creo que fue una manera excelente que encontraron los directivos para decirnos que la próxima temporada era mejor, que teníamos que esperar y creo que esa fórmula nos la han aplicado siempre, hacernos creer que vienen cosas buenas pero algo pasa, algo ocurre y seguimos dando tumbos. Gallego se fue, y aunque los jugadores ya no andan en el plano profesional, el estadio Soto Rosa ya no es la casa del equipo, algunos fundadores reposan en sus ataúdes,  pero esa frase con la que alimentan esperanzas y sobreviven emociones, con la que nos tienen año tras año, plantilla tras plantilla, sigue viva y aunque quisieramos olvidar, colocarle otro contexto, la verdad es que la palabra de Gallego Vive.

martes, 18 de octubre de 2016

El árbitro y el hijo de p...

Segundo partido consecutivo de Estudiantes de Mérida FC, en el viejito estadio Guillermo Soto Rosa, y no por ser viejito lo hace mejor ni peor, pero siempre viene acompañado de un recuerdo, algunos buenos otros no mucho. Me gusta la experiencia de volver al  estadio en algunas ocasiones, porque es pequeño y repentinamente se transforma en la concha acústica de Sidney, en ocasiones puedo escuchar el chasquear de los dedos de los jugadores o el cuerpo técnico. La verdad no me gustaría estar en cancha porque el suspiro vulgo de algunos aficionados será como aquella mosca que ronronea nuestro oído, mas aún en la obscuridad.

Y mis recuerdos runrunean por un tiempo. Yo diría un largo tiempo. No me refiero al tiempo que paso recordando, sino a la larga data del mismo, porque no fue ayer. Fue mucho antes, algo así como un rosario, entre una gloria y la otra. Entre la gloria del equipo en los 80 y la de finales de siglo pasado. Estudiantes había comenzado la temporada con cierta expectativa. Llegaba Alfredo López, un entrenador uruguayo con experiencia en Copa Libertadores y en la fecha cinco ya se había montado en el segundo lugar, sólo detrás de otro equipo merideño, ULA FC.

Reconozco que Omar Peña, flamante conductor de Deportivas TAM, había colocado a Estudiantes de segundo, utilizando una variable conocida, pero no válida, el sentimentalismo.  Realmente Estudiantes era tercero, porque Marítimo tenía similar cantidad de puntos y el gol average le favorecía. Estudiantes había comenzado esa temporada siendo goleado 4 – 0 por Unión Deportiva de Lara. Pero una fecha después, Estudiantes empató con ULA en el Clásico de la Montaña, un equipo que a la postre sería campeón y una jornada posterior derrotó a uno de los equipos mejor armados que he visto en el fútbol nacional, Unión  Atlético Táchira, con cinco jugadores de la vinotinto y un jugador que venía de ser mundialista con la sorprendente Colombia en el mundial de Italia 90, “Barrabás” Gómez.

Eso animó a la gente, pero la dicha de ver al equipo en Libertadores, no llegaba, y la irregularidad estaba en la nómina. Se perdía de local o se ganaba de visitantes, realmente el rumbo del equipo era como ir a Alaska en una carretera de tierra donde las piedras sobraban. Cada partido se convertía como una moneda al aire y ya cada resultado que pasaba era asumido con naturalidad.

Ese camino a Alaska, se me olvidaba decirlo, era en carreta con cuatro caballitos de fuerza. Caballos sin herradura y con los ojos tapados. Hoy se le ganaba al primero y mañana perdíamos contra los del descenso. Llegaba una nueva fecha y había un equipo que por vez primera buscaba llegar a Libertadores. Tenía una Copa Venezuela, pero aun no gozaba de títulos ni participaciones internacionales. Para esa época, la Copa Venezuela servía de pretemporada y el trofeíto a veces lo quitaban de la mesa porque le estorbaba al diploma de la Liga. Atlético Zamora, venía a sumar, necesitaba ganar para seguir en la pelea con Marítimo y ULA.

El mensaje de la gente de ULA era que Estudiantes le ayudara a quitar presión. Aunque Estudiantes hacía oídos sordos, igualmente quería ganar para sumar su tercer triunfo consecutivo, Portuguesa en Acarigua y Mineros en el Soto Rosa, habían saboreado la derrota. Y no tanto por eso, sino que Estudiantes tenía la misma cantidad de triunfos que los equipos a descender, pero la suma de los empates salvaban el equipo. Era una de las primeras veces que veía aficionados del Zamora en el Soto Rosa, los ubicaron en la tribuna mas nueva y a pesar de lo ruidosos, no pudieron logra su objetivo y sólo vinieron a celebrar el día de la madre en una tarde de mayo.

Nosotros queríamos el triunfo, era viable y aunque el equipo de Barinas tenía nómina para ganar, Estudiantes también tuvo su oportunidad. La mejor de ellas, cerca de terminar el encuentro, se presentó frente a la arquería que está en la curva. No recuerdo quien logró llevar la pelota hacia el área que defendía el arquero del Zamora, pero justo cuando estaba a punto de patear la pelota, cuando ya Fasciana, arquero barinés, escuchaba nuestro grito de gol, porque en realidad  ya nos habíamos levantado de la grada, ya habíamos empuñado nuestras manos en señal de victoria y gritar el gol, el referí detuvo el juego.

No era fuera de lugar, no era empujón, ni una invasión de la aún naciente Burra Brava. Todos nos quedamos perplejos, el pitazo del “hombre de negro” como se le llamaba en esa época, nos hizo soltar un quejido, un recordatorio a su progenitora. Le pusimos el oído a la radio para entender que había pasado y sólo nos alcanzó para darnos cuenta del hijo de perra que se atravesó frente al área, quizás huyendo de no convertirse en pincho, buscando a su amo o arañado por un felino. Algunos jugadores de Estudiantes corretearon al perrito, los de Zamora emocionalmente lo abrazaron porque le permitieron seguir soñando, pero a final de cuentas, ese empate sacó a los barineses de carrera y tuvieron que esperar casi 20 años para volver al sueño de Libertadores.

Ficha Técnica:
Estudiantes de Mérida (1): Alejandro Araque, Marlon Bastardo, Juan Muriel, Richard Lobo, Omar Labrador, Engelberth Briceño (Rubén Rivas 83’), Cristhian Rivas, Winston Azuaje, Edixon Mena (Wislintos Rentería 80’), Johan Arenas, Luz Rodríguez. DT: Ruberth Moran.

Zamora FC (0): Carlos Salazar, Ángel Faría, Edwin Peraza, Yordan Osorio, Luis Ovalle, Oscar Hernández (Sebastián Contreras 72’), Luis Vargas, Yeferson Soteldo, Pedro Ramírez, Ricardo Clarke (Erickson Gallardo 64’), César Martínez. DT: Francesco Stifano.
Gol: Luz Rodríguez 70’ (EST)
Amonestados: Engelberth Briceño 30’ Luz Rodríguez 68’ y Winston Azuaje 90+2’ (EST) Luis Vargas 39’ Edwin Peraza 59’ Luis Ovalle 68’ y Sebastián Contreras 82’ (ZAM)
Estadio: Guillermo Soto Rosa en Mérida
Asistencia: 4.008 personas

lunes, 10 de octubre de 2016

La pieza de arte que faltaba

Hijo ponte un suéter, yo busco el mío, sabía que venía la lluvia, pero como en aquel juego del 99 ante Cerro Porteño, había que acompañar al equipo sin importar el palo de agua. Empiezo a subir la escalera a la tribuna del Estadio Guillermo Soto Rosa y confieso, que ir a ese estadio me trae enormes y gratos recuerdos. Lo primero que hice fue ver la tribuna. Me sentí decepcionado, siempre he pensado que el fanático de Estudiantes de Mérida está en las buenas y las malas, pero ese día ante Estudiantes de Caracas, había que llenar el estadio, había que ganar y somos un solo equipo.

Miro el reloj y digo, bueno aún quedan 40 minutos, espero que la gente se anime por encima de la pésima campaña, de algunos desentendidos con la directiva y algunos jugadores, del mal clima o como dicen los meteorólogos del mal tiempo atmosférico, aunque al final de la primera mitad, la nubosidad fue la protagonista, apareció como en los viejos tiempos, cuando aquí el que ganaba no era otro sino Estudiantes de Mérida.
Alguien, de esos que no tienen oficio, que no saben qué hacer en sus momentos de ocio y que seguramente no ha tenido que sufrir por un “Liquid paper”, una especie de pintura de uña de color blanco que usan para borrar los errores en tinta o lapicero, y que había empuñado su mano, untado la brocha del puntero y al peor estilo Palmer, había escrito Estudiantes de Mérida en uno de las tribunas del estadio. Seguramente, ese ocioso, falta de educación al tratar de dañar un bien público, y además desobediente a sus padres al sub utilizar el tan preciado y nada barato útil escolar, rayó, sopló, quizás acompañado de algunos cómplices, quienes posteriormente se rieron y se dieron a la fuga. Los susodichos tal vez volvieron para verificar si el eficiente “departamento de conservación de bienes y servicios de la nación”, lo habían podido borrar. Pero, no.

Sólo al sentarme, intercambio palabras con un conocido y le confieso mi inquietud de la poca gente que había ese día, pero el no sólo me dio la razón sino que su gesto facial me dio a entender de que la gente no iba a ir, así le diéramos otra temporada más.  Como soy de esos, que voy al juego y salgo corriendo a hacer lluvias de ideas, a veces con chaparrón incluido, de lo que me dejó ese encuentro para escribir, supongo que hay cosas que no manejo del todo. Mi hijo me invita a ver el escrito en blanco del canalla, el que mancilló el nombre del equipo colocándolo en donde generalmente posamos nuestro cuerpo. Y allí estaba, ese día era una verdadera pieza de arte, lo admiré como si fuera un Van Gogh genuino (original como dicen los coleccionistas), como si me hablara y me invitara a interpretarlo, porque hablábamos de la tribuna del Soto Rosa, donde no hay asientos de plástico que cuidar, sino lápidas para brincar, para soltar bengalas como la barra, y hasta escribir lo que hemos sentido por mas de 40 años, otros por décadas menos, pero con el mismo sentimiento.

Sin duda me emocioné, porque ese escrito expuesto allí durante uno, dos, tal vez cinco años o mas, aunque como a toda obra, debieron haberle colocado fecha y hasta autor, pero hasta ese día en particular había sido letra muerta, y como Lázaro, debía resucitar. Aunque las tribunas a veinte minutos de juego, aún no proyectaban la misma inspiración mesiánica para gritar “Levántate Lázaro”, poco a poco agarraba forma. El equipo salió a calentar y el grito no se hizo esperar. No eran gritos de reclamo, eran de aquí estamos, con ustedes, vamos a ganar, que la segunda división fueron sólo esos cuatro días en los que Lázaro descansó.


Las tribunas agarraron forma, supongamos que somos los que estamos y ya, y poco a poco se sumarán a la causa cuando la causa sea mas justa y menos en contra. O cuando la lluvia, la neblina no nos amenace tanto. O cuando la letra muerta tome vida, cuando Lázaro, convaleciente se levante y ande. No buscamos ser mesiánicos, pero en el fútbol, en la cancha y en la tribuna, hay que hacer vivir la letra muerta. Hay que sufrir, coño pero no tanto,  para poder disfrutar el triunfo, porque si no se convierte en un “Te Quiero sin un Beso” en un Levántate Lázaro, sin goles, en segunda y con la tribuna vacía.

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miércoles, 5 de octubre de 2016

Viajaron a ver chapitas

La viejita ve como se levanta el polvero, es normal, el calor y las características de la zona, sobre todo a esa hora, las tres de la tarde, hace que el viento levante todo lo que está a su paso, sobre todo en Circunvalación 2. Cuarenta grados es una temperatura normal en Maracaibo, dios mío, a esa temperatura se me resbalaban los lentes porque mi nariz, nada de perfilada pero tampoco un volcán, se transformaba en un tobogán dominical en parque de niños. Con esa misma temperatura, mis lentes se empañaban cuando momentáneamente salía de un carro con aire para buscar cualquier mandoca.
A los andinos se nos nota mucho cuando caminamos por las calles, sobre todo cuando vamos de visita, porque sudamos más de lo que aquí sudamos en un juego de 90 minutos en cualquier cancha de Lourdes, Ejido, o La arenita. Y así les pasó. Se fueron a ver el juego a Maracaibo, y no hay nada mas hermoso que presumir de tu equipo en otra ciudad. No sé, yo cuando viajo me siento parte de la plantilla, me agrando, me creo el titular del equipo y hasta estoy dispuesto a firmar autógrafos. La sed busca saciarse y antes de entrar al estadio, buscaron refrescarse un poco. ¿cerveza? No chamo, adentro, busquemos un agüita.

La viejita los mira. Les ofrece el agua. Ellos, pocos, pero envalentonados entran al kiosquito y buscan saciar su sed. No quiero, dice otro, quiero una fría. Yo, si, dame tres aguas. No eran mas de cinco, pero suficientes para hacerle alguna ventica a la viejita. Todos tomaban, menos dos. Ella miraba. Quizás para dilucidar de donde son y aunque saben que vienen de los Andes, se queda ahí. No pregunta. Entrega un Cheestris, un cigarro, un par de cosas mas.

Conversan poco, quizás también, como yo, se sienten agrandados. Coño tenemos que ganar, dice uno. Dos asienten, otro voltea la boca y uno se queda mirándolos a todos como esperando más de aquella conversación. La viejita, que poco o nada sabe de fútbol, recibe el dinero, da el cambio y voltea, ve a su pequeño nieto jugando chapita con una camiseta de Barcelona y su ídolo Messi. Los fanáticos de Estudiantes lo miran y se ríen. No sé si por “ternura” o por lo jocoso del Messi beisbolista. El maracuchito, descalzo bajo el árbol y sobre un montón de chapas de cerveza, se agacha, toma dos chapitas y lanza una, a veces le pega, a veces la deja pasar. Su atributo pegándole a la chapita simulando jugar béisbol es notable.

Por lo visto, ninguno de los dos sabe de lo que a tres cuadras se juega. Ni la viejita del kiosquito justo en la vía al “Pachencho” Romero ni el chamito. El Zulia contra Estudiantes de Mérida, es un juego  con pocos invitados, quizás ni el cuidador del estadio lo sabe. Sólo abre y cierra la puerta, tal vez con algún ademán a la policía. Pero frío, como la viejita, con cara seria, inmutable y sólo mostró que tenía ánimo y sangre en las venas cuando grita “ar diablo” al Messi beisbolista que casi golpea a los aficionados de Estudiantes con la chapita. Se cree Messi y juega chapita, le grita un niño de mas edad que estaba en el kiosko de al lado. Lo que provoca, el famoso ¡Cayate! (y no Cáyate), haciendo énfasis no en la “esdrujuladez” sino en la gravedad del tono. Y la risa cómplice pero silenciosa de los merideños.

Compran su entrada y entran, como no lucían los colores del equipo, pasan desapercibidos, pero ellos perciben todo. Perciben ese olor a calor, a cerveza, el grito, la bulla del gentilicio zuliano. Todo es relativamente nuevo y se sienten, igual que los jugadores, como visitantes. La campana del heladero y el humo del choripán es quizás lo mas parecido.

Y se sientan, no muy mezclados, pero tampoco aislados. Salen los equipos, y poca bulla. Ese Pachencho parece un cementerio, tan grande y tan frío dice uno, pero a su lado le refutan, no tanto eso, aquí fue donde nos mandaron a segunda hace diez años, se miran y se perturban. Pero la costumbre de gritar al salir el académico, casi los traiciona, tampoco lo disimulan tanto. Un par de aficionados los miran, pero la barra está lejos. Se sienten seguros entre el público.

Comienza el juego, pero el pávido andar del equipo hace que su emoción no los traicione. En ningún momento se vieron comprometidos a destrozar su inmutabilidad porque no hubo ninguna alegría, se sentían como en el kiosquito de la viejita maracucha, sólo con el deseo de refrescar su emoción, la sonrisa sólo salió cuando vieron al Messi de la chapita, porque de resto la amargura se apoderó de ellos.
Había tanta frialdad en la cancha, que se sintieron en aquellos campos nórdicos en pleno invierno, y hasta la alucinación del calor les hizo ver una pelota anaranjada. Sin desparpajo en la cancha, sin más de tres toques y sólo aquel disparo de Leo Vielma hubiese quebrado el marcador y el deseo de exteriorizar una vez más su frustración. Había que sumar puntos, o al menos esperanza. Alguien dijo que La esperanza es el sueño del hombre despierto. Pero, en algún punto, esta frase les resbala y la tabla se acaba, las fechas se agotan, y del sueño o la meta del octogonal se despertaron.

Y regresaron, con la sonrisa y la alegría contenida. Todo fue tan rápido y tan violento que los cinco goles ya no les preocuparon más. Ya su sueño real no es el octogonal sino salvarse, salir de los cuatro malos del torneo, de los que se van al purgatorio, algunos suben, otros desaparecen, otros simplemente se quedan deambulando con aquel slogan que nos puteó la conciencia “Un equipo de primera” cuando estábamos en segunda. Se dieron cuenta que su única emoción positiva en Maracaibo fue ver el chamito jugando a la chapita a pesar del grito de la viejita.


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lunes, 26 de septiembre de 2016

¿Y si nos dan unas décimas?

 “Es chiquito, ojos verdes” ¿Ese es Ruberth Morán? Me desafió con la pregunta Emiro Rivas Jérez, locutor de la vieja escuela, uno de los promotores de uno de los programas mas viejos de la radio deportiva merideña Punto Deportivo. Yo, comenzando a “naufragar” en el mundo de la radio deportiva y le afirmé la veracidad de su suposición.  Yo cubría el fútbol, tanto ULA como Estudiantes, él se decantaba por el béisbol.

La gente comenzaba a hablar de él. Estudiantes, ante la ausencia de dinero para contratar jugadores se inventaron una de: vamos a comenzar “un proceso”. Siempre las directivas año a año, venden ilusiones, pero esa vez no. La gente en el resto del país hablaba del “Mago” Stalin Rivas, un jugadorazo, de lo mejor que he visto en el fútbol nacional, pero en Mérida, Stalin ya tenía sinónimo, aunque el merideño, a la larga, le ganó la carrera.

Actualmente Ruberth, ocupa el difícil cargo de Director Técnico en Estudiantes de Mérida, el equipo que a cinco fechas lucha por permanecer en la categoría. Cómo desearía que el torneo terminara hoy, que un rayo cayera sobre la FVF y dijeran, se paraliza el torneo, se termina, no hay los modos para continuar, pero a pesar de que son los creadores de la improvisación, eso no sucederá… ¡o quien sabe!

Cuando las cosas, se ponen así, comienzan los juicios a la Directiva, al Cuerpo Técnico, a los jugadores. La frustración no pide paso, pero avanza. La decepción no sabe de matemáticas, pero suma. Aquellos días de gloria de Ruberth y esa camada de jóvenes merideños en la década del 90, parecen diferentes, distantes, no tanto por el tiempo, sino por los escenarios llenos de alegría, se respiraba un ambiente de futuro prometedor, de gloria para el fútbol merideño.

Pero me tomo un café, la sobriedad como mi principal herramienta para ver el fútbol, levanta la mano, y aunque a muchos nos cueste darle el derecho de palabra en este momento de ofuscación, porque sólo un punto nos separa del descenso, me pregunta. ¿Y que momentos eran aquellos? ¿Sobraba presupuesto? ¿Aparecieron patrocinantes?¿Nos sobraban jugadores de cartel para reforzar al equipo?¿La afición nos abandonó?¿Veníamos de ser campeones? Y aunque miré para otro lado, la misma sobriedad me enfrentó y esperaba una respuesta. No le pedí que me repitiera las preguntas, porque todas las respuestas eran impensadas, porque todas eran no.

¿Y quién fue nuestro goleador ese año? ¿Quién era nuestra figura en esa Copa Venezuela del 94?¿Quien fue la figura años después en Libertadores?¿Quien fue el goleador de aquella Vinotinto en Mar del Plata y en el Boom Vinotinto? Y en ese momento la sobriedad ya no levantaba la mano, sino me sentó y se esfumó, como para que yo mismo respondiera, como hacía instantes, porque todas las respuestas eran impensadas y todas conducían a lo mismo, ahí fui yo quien levanté la mano, para decir fue Ruberth, fue Ruberth.

Y me acordé de un pasaje de una película infantil, que compartí con mis hijos y esposa, a quien le comenté que era una buena forma de dar cabida a la tolerancia, la fe y la esperanza. “En cierta forma, el trabajo de un crítico es fácil, arriesgamos poco, tenemos poder para juzgar a aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio, prosperamos con las críticas negativas divertidas y fáciles escribir y de leer,  pero la triste verdad que debemos enfrentar,  y es que en el gran orden de las cosas, un simple bocado de basura tiene mas significado que nuestra critica. Sólo hay un momento en que un equipo arriesga algo, y es en el descubrimiento y defensa de algo nuevo, el mundo es a veces injusto con los nuevos talentos. Las nuevas creaciones necesitan amigos. (Anton Ego, Ratatouille).

No es la primera crisis, lo sabemos. Pero siempre hemos estado ahí. Empujando el último gol, sumando el último punto y si nos dan unas décimas, mucho mejor.




martes, 20 de septiembre de 2016

Comprendí por qué no soy futbolista

Hace algún tiempo escribí que asentía la versión del escritor y amante del fútbol uruguayo Eduardo Galeano, en la cual explicaba que no jugaba fútbol porque le gustaba tanto este deporte, que salía a felicitar al oponente cuando le hiciera un golazo o cualquier gesto técnico de admirar. Decía que me pasaba igual, que en las canchas no permitían los lápices para yo hacer mis anotaciones, porque en el fútbol considero que es lo que mejor se hacer. Si no, me disculpan.
El intento al hacer una bicicleta, una rabona, la chilena y hasta un dribling  será eso, un frustrado intento. Muchas veces pensé que no fui jugador de fútbol por ausencia de escuelas donde formarme, aprender, jugar y apoyo, porque considero que tuve alguna época buena, pero siempre he visto con atención por qué habemos amantes del fútbol, en su mayoría hombres quienes llenamos las tribunas de los estadios, en vez de estar en el terreno de juego. ¿Dónde me quedé? ¿Qué no hice bien?¿en qué fallé?

No sé si alguien mas se haga esas preguntas, pero si se las hace lo entiendo. A lo mejor su lista de dudas es más amplia y las respuestas mas cortas. Pero, entre juego y juego, temporada tras temporada, esa adrenalina de futbolista profesional se va disipando y muchos empieza asumir que será un buen fanático, porque como futbolista no tuvo futuro.

Pero la pregunta, ocasionalmente venía a mi, y sin ánimo de conseguir respuesta, la bofeteaba porque a final de cuentas, nunca pensé en poder responderla. No se exactamente como venía esa pregunta a mi, pero ocurría, sin preámbulo, sin avisar, como cuando te meten un gol de larga distancia. Pero aquel partido contra Caracas, ese que Estudiantes cayó 5 a 2 en casa, como siempre la pregunta vino a mi, me tocó la puerta, no se si quería estar en la cancha y luchar un poco mas para evitar tal desastre,  y por primera vez creo que encontré respuesta, respuesta certera, quizás científica, aunque algunos aún no creen en la ciencia en el deporte.

Cuando el árbitro pita el tercer penal, me levanto de la silla en la tribuna oeste superior, lugar donde últimamente he buscado refugio porque tengo el sentir de la afición mas en mi piel, a pesar del frio sabatino. Entre la miopía y mi concentración en buscar una radio para escuchar el juego sin interferencia, un amigo se queja y de inmediato escucho el malestar de la gente en el estadio, al levantar la cabeza, no podía creer lo que veía. El árbitro, decretaba el tercer penalti de la noche, que le daría el cuarto gol al Caracas ante un equipo diezmado con 9 jugadores. Me sentí burlado, frustrado y créanme que siempre cuento hasta diez para juzgar lo que ocurre en la cancha, bien sea a los jugadores o al árbitro. Pero ese conteo fue muy rápido, y quizás con notación científica.

En mi ofuscación bajé a la baranda y lancé un par de insultos. En principio iban dirigidos al árbitro, pero al ver la celebración del jugador del Caracas, quien se dirige a la tribuna tratando de silenciarla, cambié el destino de mis desatinadas palabras. Pero como la euforia no se detenía, le recordé al  árbitro que su progenitora estaba en mi mente aun sin conocerla. Hoy, con cabeza fría,  le pido disculpas a la señora.

Subo la escalera, mi pequeño hijo me sorprende al estar detrás de mi, me pregunta porque estaba molesto, y allí se me empieza a enfriar la cabeza, le traté de explicar, pero la verdad no había forma. Creo que en ese momento era más fácil explicarle de donde vienen los niños, que lo que acababa de hacer, aún  a sabiendas de que en ese lugar sobraban improperios como los míos y mi rabia me respaldaba.

Pero como en retrospectiva, empecé a admirar como los ingleses no se ganaron unas tres tarjetas rojas, el día en que Maradona le anotó el gol con la mano. Aunque para mi ese gol representa uno de los mejores cuentos de fútbol, donde se une el deporte, la sociedad con su deseo de revancha, la geo política internacional, el deseo de la alcurnia de La Campiña británica contra cualquier barrio bonaerense por Las Malvinas, y hasta Dios.

También hice un repaso de otras jugadas similares y recordé aquella del gol fantasma entre Inglaterra y Alemania en el Mundial de 1966 y como esas dos, sobran hechos donde mas allá de la injusticia, se unía en el otro lado la sobriedad de los técnicos y jugadores que mas allá del reclamo normal, se enfriaban con mas rapidez que yo, para no hacerle el jueguito al árbitro, quien muchas veces pensé que le decían hombre de negro, no por su uniforme sino en muchos casos por su conciencia.

Si yo hubiese estado en el terreno en el juego contra Caracas, bien sea como jugador o como DT y hasta de mascota, creo que no me hubiese contenido. Hubiese cargado contra la mamá del árbitro, a pesar de que categorizar a su mamá de alegre no está penalizado por la FIFA. La calentura, que siempre controlo, ese día hubiese llegado hasta el punto de  ebullición, porque recuerdo que en la tabla estamos pendiendo de un hilo, que el equipo no defiende la casa y que tenemos que seguir esperando otras temporadas para ver a Estudiantes de Mérida en los primeros lugares e imponiendo respeto.
  

Creo que un futbolista así, como yo con calenturas, no por un juego, sino por la frustración de tantas temporadas remando contra la corriente, no le hace falta ni a un equipo amateur. El futbolista debe ser a veces frío, no dejarse llevar por la emociones, no recordar tanto la triste historia del equipo, no pensar en la injusticia, porque si fuera por mi, el fútbol fuera un mar de emociones, que no terminarían en gol sino en abrazos e historias para contar.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Disculpe usted Sr Galeano

El gran escritor uruguayo Eduardo Galeano sentía que aún se escuchaban en el Maracaná el llanto de casi 200 mil brasileños luego de los goles de Schiaffino y Ghiggia en el llamado maracanazo en 1950. Que en las tribunas del Azteca, aún retumban los gritos de los argentinos celebrando el Gol de la Mano de Dios con el que Maradona se vengó de los ingleses en el Mundial de México 86, pero que en lugares como el estadio del Rey Fadh, con pisos de Mármol y Alfombra roja, te detenías en el medio del campo y el silencio aturdía.

Y me aturdía el silencio de las casi mil personas que estábamos en el Metropolitano. Me aturdían las palabras de un personaje del equipo, quien se mostraba decepcionado ante la respuesta de los aficionados de Estudiantes de Mérida. ¿Cómo le decía yo que estaba en lo cierto? pero que los gritos del equipo académico en el Metropolitano no retumbaban como esperaba el escritor uruguayo que sucediese. Y es que Galeano, estaba estupefacto. Hacía sólo 4 días le pareció escuchar en ese mismo lugar gritos, goles y rechiflas a los argentinos de parte de esa misma afición, tal vez impregnada de vinotinto. Salió aturdido.

Pero éramos pocos. Tal vez la lluvia, incesante desde la media tarde, disipaba las ansias de ver uno de los juegos más tradicionales del fútbol venezolano, Estudiantes vs Mineros de Guayana. Yo, dudé, quizás la comodidad de la casa me intentaba abrigar ese sábado, pero tomé fuerza, me levanté y me fui al estadio. Sigo admirando que una persona tome dos o tres busetas, camine un enlace, y bajo la lluvia llegar al estadio.

Me refugié en la cabina de una radio, y obviamente escuché los comentarios, créanme que también valoro el trabajo de los comentaristas y narradores. A algunos le dicen fanáticos con micrófono, realmente no sé qué pasaría con las transmisiones radiales si no tuvieran un sentimiento por el equipo. Los escuchaba y discernía, pensaba en sus análisis y en algunos puntos era coincidente y no por accidente, simplemente lo que sé de fútbol lo he aprendido así, escuchando la radio, viendo la TV y yendo al estadio.

Pero el fútbol en la cabina de radio te limita a sentir el ambiente, frio o no, de lo que pasa alrededor.  Salgo a mitad de tiempo y me voy a un espacio abierto. El frío me hace dudar, pero el pitado del segundo tiempo me frena. Los aplausos me animan y dudo de Galeano, desde el cielo me juzgará, pero como no entendí algunos comentarios políticos de su parte, tampoco entenderá los míos.

 Y miro a la derecha, conté seis, de repente siete, tres de ellos sin camisa, dos portando una pancarta, los otros con una franela en su mano derecha ondeándola para que el fuerte y frío viento no le ganara. Venían de Puerto Ordaz, a apoyar a su equipo. Si admiro a los de aquí por qué no aplaudir a los de allá. ¿Cuántas horas? ¿Cuántos sacrificios? Para irse derrotados, no por ellos, porque retaron a Galeano, sus gritos me aturdían la conciencia de que por poco yo no iba al juego a pesar de los menos de 20 minutos de distancia, entre mi casa y el estadio. Pero derrotados por el equipo. Un equipo que naufraga como nunca antes, que no gana, que venía a sumar, pero se llevó el 1 x 0  en contra.


Aquí Galeano me aplaude, o mejor dicho Galeano me entiende, porque los aplausos se los ganó el mexicano con su gol, y Araque con sus atajadas. Galeano decía que no era futbolistas porque amaba y disfrutaba tanto el fútbol  que se iría corriendo a felicitar al contrario después de un golazo. Yo tampoco jugué fútbol, porque seguramente el árbitro no me dejara llevar un lápiz para anotar tantas cosas que pasan desde que te convocan a un partido, hasta que te echas la ducha luego del partido. Y casi que corro junto a Galeano, para felicitar a los casi mil fanáticos de Estudiantes de Mérida que le hicieron frente a la lluvia para llegar al estadio y a los 7 hinchas de Mineros de Guayana, que dejaron el sudor mezclado con gotas de lluvia en las tribunas del Estadio Metropolitano.

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Estudiantes de Mérida 1-1 Mineros de Guayana – Sábado 10.9.2016
Estudiantes de Mérida (1): Alejandro Araque, Marlon Bastardo (Luz Rodríguez 55’), Juan Muriel, Leonel Vielma, Richard Lobo, Cristian Rivas*, Wislinton Rentería, Wiston Azuaje (Leonardo Terán 68’), Luis Barrios (Engelberth Briceño 88’), Johan Arenas y Gustavo Páez. DT: Ruberth Morán.
Suplentes sin jugar: José Mendoza. Omar Labrador, Mario Mosquera y Wilson Guerrero.
Mineros de Guayana (0): Tito Rojas, Edgardo Rito, Julio Machado, Anthony Matos, Néstor Cova (Edgar Bobilla 62’), Keyner Rodríguez, Abrahan Moreno* (Yaimil Medina* 66’), Aristóteles Romero, Miguel Camargo, Johan Arrieche y Ernesto Sinclair (Ángel Osorio 74’). DT: Jorge Duran.
Suplentes sin jugar: Davis González, Daniel Benítez, Nelson Semperena y Jesús Quintero.
Gol: Luz Rodríguez 63’ (EST)
Amonestados: Juan Muriel 41’ Luz Rodríguez 73’ Alejandro Araque 88’ y Leonel Vielma 88’ (EST) Tito Rojas 42’ Johan Arrieche 68’ y Aristóteles Romero 73’ (MIN)
Árbitro: José Hoyos (Trujillo)
Asistente 1: Francisco González (Trujillo)
Asistente 2: José González (Trujillo)
4° Árbitro: Dilio Boscan (Trujillo)
Estadio: Metropolitano en Mérida
Asistencia: 1927 personas *
Delegado FVF: César Duran



martes, 30 de agosto de 2016

Siguen siendo amigos.

Es que en el fútbol hay cada cosa que uno como que dice, mejor me dedico a otra cosa. Mire, le dijo el viejito a su amigo del alma, pana de mil batallas, de esos que hasta le hizo el favorcito de prestarle para la entrada del domingo, así no hubiera resuelto la comida de la semana entrante, y ni siquiera llegaba la quincena. Miembros de aquella organización de los noventa, Amigos del Estudiantes, que reunían fondos y trajeron dos delanteros brasileños, Silvano Pereira y Joao Claudio.

Esa organización vendía souvenirs, chaquetas, camisetas y además de ellos lograba reunir aporte de otros fanáticos para pagar sueldos a esos dos jugadores brasileños. Pasaban por las emisoras promocionando sus actividades y antes y después del juego tenían un kiosko para tales fines. Aún guarda una chaqueta roja con el escudo del equipo a pesar de que la moda y el sol, le han hecho entender que el tiempo pasa, y es crudo.

El viejito, en franca conversación, no entendía porque Estudiantes de Mérida hoy le alegraba y mañana le hacía pasar una calentura, y como él le decía, no era Estudiantes el que le molestaba si no los jugadores , los Directivos, el Cuerpo Técnico, en sí el Estudiantes era la víctima, ud sabe cómo esos amores de quinceañero. Una vez me enteré, le dijo el mas frustrado del dúo que uno de los jugadores no rendía mucho, porque tenía un absceso, una especie de infección. Por un lado no entendía porque ese pequeño malestar le podría afectar tanto en el campo de juego y navegaba entre la sorpresa y la incredulidad, pues no le terminaba de entender.

Pero en estas cosas, pues uno sabe tan poco que a veces no entiende ni al Director Técnico, porque mete a uno o a otro, porque no convoca a pedrito si antes de su llegada era el que estaba allí. Terminaba por consolarse con la afirmación que cada técnico tiene sus gustos, y así como a uno le gusta el fútbol a otros no. Era una cuestión de gustos y estilos.

Como cada juego, el pasado se le pegó a la radio, porque mientras termina de limpiar su carro, no le molesta escuchar el juego de su equipo. No es amigo de los viajes, nunca lo ha sido ni cuando el equipo estaba en sus mejores momentos y los compromisos maritales y familiares no existían. En estas últimas décadas, siempre ha sido un cruel crítico de la junta directiva, como la mayoría de la patota con la que asiste al juego, por las deudas, los tratos que en algunos casos estás han incurrido ante la afición y jugadores, pero esta vez y con directiva nueva, se muestra a la expectativa. Porque ya no escucha en la radio hablar de deudas, de vuelos de última hora porque no conseguían los recursos, que a los jugadores lo están sacando de sus casas o le está mirando fue el mesonero del restaurante donde se hospeda y come, porque la propina no es mas que una sonrisa.

Siempre sigue los programas de radio, y cree firmemente en lo que dicen, a pesar de que a veces se contradicen, o manejan información de acuerdo a la fuente y las fuentes son como la política, se la sueltan a algunos sí y a otros no.  Mantenía la expectativa de que se podía sumar un punto ante Lara, que si se sumó ante Táchira, por que no ante el equipo a enfrentar, que para él son equipos que hoy están y mañana no se sabe, y es que él agarraba el calendario y un montón de equipos no existían cuando él fue al Soto Rosa por vez primera, y a través de los años ha sido testigo de la aparición y desaparición de muchos.

Por eso, perder ante Lara, era una posibilidad, pero también se podía ganar. No entendía eso de que el DT del equipo crepuscular tuviera une estilo de dirigir que ha muchos le gusta, pero él valoraba lo que Ruberth ha representado siempre para el equipo, a pesar de que en una época como jugador se le cuestionó. Que venía sumando, en algunos casos de un punto, pero sumaba, que el equipo venía invicto desde la llegada del DT de merideño. La verdad no daba porque Estudiantes perdió,  y seguía preguntándose por que si casi se le gana a Táchira en Pueblo Nuevo, por que no a este equipo, al que también le cuesta sumar.

Pero se repitió a si mismo, y como le dijo en principio a su amigo, en el fútbol hay cada cosa y se dio cuenta de un detalle que alguien mencionó en la radio, y es que  Estudiantes de Mérida ha perdido el 67 % de sus partidos cuando el juego es pitado por Ramón Ortega y sólo ha ganado 11 % con él. Pensó por un momento que era casualidad, pero cuando empieza a escuchar mas datos, se da cuenta de que el árbitro es de Portuguesa, y una especie de Dejavu se tejió en su mente,  y es que desde que Portuguesa perdió esa rivalidad con Estudiantes de Mérida, ha sido un equipo con poca o nada trascendencia y seguramente Ortega se estaba vengando, no cantó un penalti y la cancha se la inclinó al Lara.  Listo, ya entendí le dijo a su amigo mientras se levantaba jubiloso de la silla, la culpa no es del equipo y desde ya prepara su camisa para el próximo juego del equipo.

Ficha Técnica:

Dvo Lara (1): Eduardo Herrera, Luís Colmenarez, Octavio Zapata, Leonardo Falcón, Oswaldo Chaurant, Ricardo Andreutti, Jorge Gómez*, Darwin Gómez, César González (Pierre Pluchino 80’), Matías Manzano (Ely Valderrey 68’) y Jesús Hernández (Yeferson Velasco 87’). DT: Leo González.
Suplentes sin jugar: Edgar Pérez, Elián Guillen, Daniel Carrillo y Starling Yendis*.
Estudiantes de Mérida (0): Alejandro Araque, Marlon Bastardo, Richard Lobo, Juan Muriel, Omar Labrador (Leonel Vielma 52’), Wislintos Rentería, Luís Barrios, Winston Azuaje, Jhoan Arenas, Gustavo Páez (Mario Mosquera 82’) y Yunior Valbuena (Jesús Vargas 67’). DT: Ruberth Morán.
Suplentes sin jugar: Hermis Polanco, Luís Altuve, Engelberth Briceño y Edixon Mena
Gol: Jesús Hernández 17’ (DLAR)
Amonestados: Octavio Zapata 43’ César González 53’ y Jorge Gómez 77’ (DLAR) Jhoan Arenas 53’ (EMER)
Árbitro: Ramón Ortega (Portuguesa)
Asistente 1: Alberto Ponte (Portuguesa)
Asistente 2: Dixon Alvarado (Portuguesa)
4° Árbitro: Isley Delgado (Yaracuy)
Estadio: Metropolitano de Cabudare



martes, 23 de agosto de 2016

El ojo clínico del "cata"

Dicen que los poetas tienen sus musas, esas que con su encanto logran que el mismo, les vuele la imaginación, les inspire. Para quienes nos gusta compartir nuestra experiencia, tenemos al fútbol y a nuestro equipo como inspirador y plasmar nuestras opiniones para la posteridad.

Yo, como amante de los medios desde muy pequeño, al punto de que a los siete años, armaba pequeños periódicos con lapicero, con informaciones relacionadas a mi mundo, es decir mi humilde pero siempre calurosa casa materna. Aprovechaba, sin querer, el poder de esa hojita de papel bond para criticar y mis hermanos menores hacer reir a mi mamá.
Con el pasar de los años y mi afición por el fútbol, fomentada en gran parte por mi hermano chelino, años y meses mayor que yo, vi como los medios mas importantes del país ignoraban mayúsculamente, por lo tanto me convirtió en un admirador y seguidor de los quijotescos esfuerzos de las radios por llevarnos el fútbol a nuestras gradas, generalmente pobladas de amantes de sus equipos.

Mi amor al periodismo me hizo tener la carrera de Comunicación Social como mi primera opción para estudiar. En Mérida, esa carrera era inexistente en la universidad, por lo tanto me tocó pensar en San Cristóbal como la primera y única opción, ya que allí la ULA contaba con la escuela de Periodismo. Por ello, los viajes para la inscripción en la prueba de admisión, u otros viajes necesarios, se hicieron cada vez frecuentes. Allí empecé a ver que el U. A. Táchira ocupaba muchos espacios en la ciudad, que había gran cantidad de programas dedicados exclusivamente al Unión Atlético Táchira, como se denominaba en aquella época.
Fui a Pueblo Nuevo, lugar donde se encuentra el estadio, y en la vía había carteles de los jugadores. Eran así como una especie de héroes. Aunque me costaba reconocerlo, el equipo era mas valorado que Estudiantes en la ciudad de Mérida.

Una vez Estudiantes debía jugar ante U A Táchira, pero a pesar de mis esfuerzos, me tocaba venirme casualmente el mismo domingo del encuentro. Debía estar el lunes a primera hora en Mérida para seguir con mi proceso de inscripción, así que ni modo, esperaba enterarme cuando llegase a casa.

Llego al terminal de San Cristóbal a eso de las tres de la tarde, no quería que el bus saliera dejando mis aspiraciones de periodista sólo porque no llegué temprano. En aquella época, el celular no existía, por lo tanto cero mensajes y tampoco conectar al auricular para la radio. Me gustaba que en San Cristóbal, las emisoras empezaran la previa del juego hasta 4 horas antes del encuentro. Empecé a caminar por el terminal en busca de algún local de empanaditas que tuviera una radio con el fútbol a todo pulmón, pero entre la bulla de las personas, los choferes utilizando sus voces como la principal herramienta para atraer pasajeros, mis esperanzas se desvanecieron.

El chofer de la unidad en la que yo debía abordar, empieza a calentar el autobús y a prepararse para dar marcha a nuestro viaje. ¡Mérida, Mérida! Vociferaba el de camisa blanca. La verdad, no entiendo eso de gritar en un terminal, el que va para Mérida, se monta y ya, no creo que nadie que vaya a Caracas o Maracaibo, por ese gritico se desvié de su ruta, pero bueno, parte de los dilemas que uno enfrenta en un momento de ocio y desocupación mental.

Cuando el autobús empieza a moverse, el chofer haciendo gala de sus dotes de buen lector, me mira y me lee la mente. Como si yo le hubiera exigido. Enciende la radio y empieza a mover el dial del equipo. El ruidoso sonido de las radios manuales mientras cambia de emisora en busca de música, se hace eco en los demás pasajeros. ¡Uy! Dijo la señora que iba a mi lado, quien inmediatamente despotricó de la música del vecino país. El Chofer, inquieto tanto en el volante como en la perilla del dial, sigue buscando algo que lo entretenga, “sin importar” lo que dijera la viejita.

Se me encendieron las luces y rogaba porque al chofer le gustara el fútbol, así fuera del Táchira y ¡bingo!, escuché a los comentaristas haciendo la previa. La viejita agarró un librito y sacudiendo la cabeza dio por entendido, que ya no podía hacer nada. Yo, la verdad, me sorprendí, generalmente la música es la que acompaña a todos en un viaje, pero al tipo le gustaba el fútbol. Salimos del terminal y veníamos vía Mérida. Entre el ruido del viento, la gente conversando y la radio, me hacía difícil distinguir lo que decían, pero mis orejas parecían antenas parabólicas buscando señal en medio del desierto.
Cuando el autobús se detenía era cuando escuchaba mejor, porque el viento no se manifestaba. El semáforo jugó a mi favor y en ese espacio de tiempo, cuando escuché al fallecido “Cata” Roque, un uruguayo - venezolano que inició su carrera como DT en Venezuela y fue uno de los que comenzó ese clásico añejo entre Portuguesa y Estudiantes de Mérida, dirigió 8 equipos en tres países: Venezuela, Colombia y Bolivia.  Podríamos decir que es el único venezolano campeón de una Copa América, al ganarla con Uruguay en 1956 y nacionalizarse venezolano décadas después.

En ese momento “cata” se estaba yendo a Bolivia, específicamente al San José de Oruro. Y no paraba de elogios para Ruberth Morán. No recuerdo las palabras exactas, pero él le había comentado a uno de sus amigos  que en Venezuela había un talentoso. Alguien le sugirió que se lo llevara al sur, me imaginé Uruguay o Argentina, algo tan increíble para mi, primero porque era de Estudiantes y luego, porque en esa década del noventa, los venezolanos salían poco a jugar en el extranjero y nuestras principales referencias era Angelucci en San Lorenzo de  Almagro, Rafael Dudamel en Atlético Huila de Colombia y Gianni Savarese que pintaba bien para la naciente MLS. Entre la conversación a veces poco audible de la radio y el ruido de la ventana, “cata” dijo que le quería seguir viendo y tal vez que fuera a probar a San José.

Esa temporada San José salió campeón por vez primera, nunca supe si hubo alguna conversación con el merideño, pero eso, si el uruguayo tenía un ojo clínico. Ruberth, meses mas tarde, despuntó en el preolímpico de Mar del Plata clasificando a Venezuela a una semifinal, jugo en diversos países, goleador de Copa Libertadores y formó parte de aquella vinotinto de Richard Páez que cambiaron el rumbo del fútbol nacional.


El resultado de ese encuentro queda en los datos y lo recordé porque en el pasado juego ante el Deportivo Táchira, los comentaristas de San Cristóbal, hablan del futuro de Ruberth Morán como DT, dándole siempre altos augurios para el de Los Sauzales, y vaya que pasó su primera lección en el clásico Estudiantes vs Táchira con un empate que lo mantiene invicto en su segunda experiencia como DT.

Dvo Táchira (0): José Contreras, Gerzon Chacón, Diego Araguainamo, Yuber Mosquera, Carlos Lujano, Francisco Flores, Carlos Cermeño, Louis Ángelo Peña (Jorge Rojas 56’), Edgar Pérez Greco (Sergio Herrera 74’), Giancarlo Maldonado (Juan Carlos Azócar 88’) y Jan Hurtado. DT: Carlos Maldonado.
Suplentes sin jugar: Alan Liebeskind, Eduin Quero, Agnel Flores y Luis Guerra.
Estudiantes de Mérida (0): Alejandro Araque, Marlon Bastardo (Luis Altuve 90+2’), Richard Lobo, Juan Muriel, Omar Labrador (Leonel Vielma 80’), Cristhian Rivas, Wislintos Rentería, Jhoan Arenas, Winston Azuaje, Luis Barrios y Gustavo Páez. DT: Ruberth Morán.
Suplentes sin jugar: Hermis Polanco, Rubén Rivas, Edixon Mena, Yunior Valbuena y Mario Mosquera.
Amonestados: Gerzon Chacón 60’ y Diego Araguinamo 64’ (TAC) Cristhian Rivas 29’ Wislintons Rentería 43’ Marlon Bastardo 65’ y Omar Labrador 77’ (EST)
Estadio: Pueblo Nuevo en San Cristóbal
Asistencia: 4.249 personas
Delegado FVF: Pietra Bua