Me dio un poco de desilusión y en los medios del equipo no informaron algo al respecto, así que asumo, no hubo planes reales de, al menos, exhibir la camiseta conmemorativa de los 50 años de Estudiantes de Mérida, a menos que, ¡sí a menos que!, hayan evitado poner la torta que puso Tachi, el flamante diseñador de Quinto grado A cuando jugamos la semana deportiva escolar.
La programación estaba dada para
que jugáramos el martes, el segundo día de actividades deportivas. El lunes, nos
dimos cuenta de forma espantosa que Cuarto, Quinto B y Sexto grado se habían
presentado al torneo con uniforme, zapatos lustrados, madrina, banda y hasta
una comparsa.
Por el contrario, nosotros no habíamos
previsto ni un uniforme en ningún momento de nuestras vidas. Yo miro a turro,
como diciéndole, ¿Había que traer uniforme? y creo que la pregunta fue mutua.
Fui pasando la mirada sobre cada uno de mis compañeros de equipo, Jorge,
Newman, Tachi y todos teníamos los ojos como par de huevos fritos.
Inmediatamente, nos reunimos detrás del salón de preescolar para aplicar un plan B. Faltando 24 horas para nuestro debut, no habíamos planeado ni siquiera quien sería la madrina del equipo. Todos pensamos en que Marianella, la rubia del salón sería la ideal, porque a ella siempre le rebosaba en la cara, no una sonrisa, sino una cara ideal para intimidar a los rivales, “y a nosotros” dijo turro con cara de angustia. Jorge afirmó levantando el dedo índice que, si ella ganaba Miss Simpatía, habríamos logrado una proeza.
Decidimos que en la noche todos
llevaríamos la franela blanca del uniforme para hacerle algún escudo a la casa
de Tachi, lo cual nos dio cierto respiro porque su mamá era la costurera del
pueblo. Así se iba a suavizar la pena, porque los chiquiticos de cuarto grado
parecían una banda marcial con tambores, trompetas y todos uniformados. Los
impasables, de Quinto “B”, tenían hasta una sirena que aturdía toda la escuela.
Los de sexto grado usaban además de uniforme para jugar, una indumentaria
ADIDAS, dudo de su originalidad, pero ante nuestra terrible facha, no dudé por
un segundo que los hubiesen traído de la misma casa alemana de ADIDAS.
Camino a la casa de Tachi, turro
y yo nos alegramos que la señora Nata, la mamá de Tachi tuviera el tiempo
disponible, porque siempre estaba ocupada con su taller de costura. Planeamos
brevemente el posible diseño, pero nos pareció exagerado, un abuso total mandar
a hacer de un día para otras chaquetas largas al estilo italiano. Quedamos en
que un logo, los números y una bandera grande llena de colores y que cubriera
nuestro espacio en la tribuna, una novedad para el torneo, sería suficiente
para al menos no pasar desapercibidos.
Al llegar a su casa, estaban
todos sentados en la sala. Como capitán del equipo pedí silencio. Turro y yo informamos
nuestros planes los cuales fueron aceptados sin objeción por el resto. Cuando Tachi
apareció con media arepa en la mano, carraspeé mi garganta y pregunté por su
mamá. Me dijo, que estaba en el taller y que tardaría. Turro y yo, empezamos a
preocuparnos, porque Tachi no sólo estaba comiéndose la arepa, sino que las
estaba haciendo, síntoma irrefutable de lo ocupada que estaba su mamá.
- “Tranquilo, Tranquilo”, nos
dijo Tachi, todo está planeado
- “Mañana tendremos esos
uniformes” aseguró para darnos tranquilidad, pero Turro y yo no pegamos un ojo
en toda la noche.
A la mañana siguiente, con una
leve lluvia, acordamos encontrarnos dos horas antes del juego para hacer una
entrada triunfal, pero Tachi llegó corriendo 20 minutos antes con una bolsa
pequeña donde no cabía ni mi asombro. “Les dije” gritó, “eso era seguro”.
Cuando abrimos la bolsa, nos
dimos cuenta que las camisetas arrugadas con el escudo habían sido diseñadas,
pero con marcador rojo y los números con una tinta negra, que dudé si era
marcador. “Mi mamá estaba ocupada” dijo Tachi. Turro, se puso con los mismos
colores que el escudo y antes de tirarle la camiseta en la cara, empiezan a
llamarnos para el juego.
Los de sexto, nuestros rivales ni
se burlaban, ni nos miraban, se impactaban con ellos mismos. El 10 de Turro
tenía el uno mas arriba que el cero. El dos de Newman, parecía la figura de un
pato y mi número seis, parecía la letra “G”.
Fue la primera vez que agaché la cara cuando sonaron el himno nacional
previo a un juego.
Ya con eso, empezamos perdiendo
el juego. La vergüenza fue aumentando cuando Jorge, producto de la cada vez mas
fuerte lluvia, se resbaló con una caída magistral frente a las hermosas animadoras
de sexto grado, finamente vestidas, quienes no tardaron en hacer bromas y
risas.
Eventualmente vi como el número cero, del diez de Turro se fue corriendo con el agua, dejando una estela negra y levemente desapareciendo. Miro a Tachi de inmediato como buscando explicación y me dijo que era pintura de 24 horas, que no se había secado bien. Empiezo a correr detrás de la pelota y vi como el short rojo de Newman lucía con un tono obscuro y su número dos, el patico en la espalda se había ahogado con el agua.
Todos dejamos de mirar a la
pelota y empezamos a mirar a Tachi, cada cinco segundos. Perdimos las marcas, pero
no las posicionales sino las del marcador negro, de 24 horas de Tachi. Al final
del juego, en una bolsita pequeña y desconcertados por el 4 a 0 en contra, el
mismo con el que Estudiantes derrotó a Trujillanos en el juego inaugural 2021, Tachi
saca un trapito y lo levantó efusivamente gritando “Y también traje la bandera”
que hoy aún ondea en el taller de costura cada vez que hay una fecha patria.