Esto de ser fanático de un equipo al que en los últimos años le cayeron
las seis plagas de Egipto ¿No son siete? – me pregunta algún indiscreto- pues
sí, pero dejo uno de comodín porque uno no sabe hasta dónde tendremos que
llegar. Me puse a analizar los juegos en los cuales no escribí luego de salir
del estadio y me di cuenta de que generalmente los resultados habían sido
aceptables y me dije ¿Coño será que mis cuentos son los pavosos?
¿Qué no merezco escribir cosas positivas porque desaparecería los nostálgicos
de los mismos? Pero no, agarré la pluma y dije, ¿Acaso a Estudiantes de Mérida
las plagas le cayeron hace un año? Pero asumí que no, que hace años la cara de
los fanáticos en la buseta luego del partido es una soberana expresión de los
poemas del gran Mario Benedetti.
Me encuentro a una amiga lingüista y le muestro las primeras líneas de
mi cuento. Me dice ¿Cuál de los poemas de Benedetti? Me inmuté porque la
verdad, de Benedetti poco o nada, pero si es Poema asumo que sobran
sentimientos de nostalgia, melancolía. A lo mejor mi amiga como amante de los
poemas me agarra a cachetadas, pero su prudencia la motiva a preguntarme
nuevamente a cuál me refería. Siéntate me dice, y ella de pie, me coloca su
mano izquierda en mi hombro. Su mano derecha extendida va a la parte inferior
de su cara y comienza a hacer un movimiento como queriendo perfilar su
barbilla. Saca de su poemario un listado de los escritos de Benedetti y me dice
¿Por qué no escoge uno que se parezca al sentimiento de lo que deseas expresar?
Mis ojos, como ascensor en cámara lenta, empiezan a escudriñar en los
títulos. El primero que me llama la atención es Cero y lo relaciono por el
hecho de ser un número, a un posible resultado, un resumen de los títulos
logrados en años, la cantidad de satisfacciones de los aficionados, las veces
que hemos ido al octogonal, lo cual era una promesa, desde que la nueva Junta
Directiva asumió el equipo. Busca la página, léelo me dice – sin olvidar la
leccionaria sonrisa- y empiezo a leer y tratar de interpretarlo, adaptarlo,
pero queda allí en un simple número, en un número tal vez sin valor, pero ¡Vaya
que tiene valor! ¡Vaya que cuenta Cero títulos! ¡Cero satisfacciones!, y hoy
poco o Cero aspiraciones.
Lo que pasa -me dice ella-, es que al leer tus cuentos, por ser tu amiga
no me molesta corregirte cuando me pides el favor -que han sido pocas veces- me
doy cuenta que Cero no se adapta a tus pasiones como fanático y dudo que Mario
Benedetti tenga palabras para tu sentimiento. Al sentir poca empatía por los
escritos de Benedetti, tu cara dibujaba desentendimiento, poca conexión, es
decir, un sinfín de expresiones ajenas a la satisfacción. Yo, tomo la palabra
rápidamente y le digo, exacto eso es ¡No hay satisfacción! más allá de que se
logre una victoria, pero detrás de eso, uno sabe que el triunfo sólo sirve para
no descender, para tratar de empatarle al juego al orgullo perdido, para
meterle un pelotazo a la casa de la viejita roba pelotas del pueblo, pero más
nada, parece que allí quedan nuestros sueños y todo aquello que dice la
historia del equipo se convierte poco a poco, generación tras generación, en
Cero.