Seguidores

martes, 30 de agosto de 2016

Siguen siendo amigos.

Es que en el fútbol hay cada cosa que uno como que dice, mejor me dedico a otra cosa. Mire, le dijo el viejito a su amigo del alma, pana de mil batallas, de esos que hasta le hizo el favorcito de prestarle para la entrada del domingo, así no hubiera resuelto la comida de la semana entrante, y ni siquiera llegaba la quincena. Miembros de aquella organización de los noventa, Amigos del Estudiantes, que reunían fondos y trajeron dos delanteros brasileños, Silvano Pereira y Joao Claudio.

Esa organización vendía souvenirs, chaquetas, camisetas y además de ellos lograba reunir aporte de otros fanáticos para pagar sueldos a esos dos jugadores brasileños. Pasaban por las emisoras promocionando sus actividades y antes y después del juego tenían un kiosko para tales fines. Aún guarda una chaqueta roja con el escudo del equipo a pesar de que la moda y el sol, le han hecho entender que el tiempo pasa, y es crudo.

El viejito, en franca conversación, no entendía porque Estudiantes de Mérida hoy le alegraba y mañana le hacía pasar una calentura, y como él le decía, no era Estudiantes el que le molestaba si no los jugadores , los Directivos, el Cuerpo Técnico, en sí el Estudiantes era la víctima, ud sabe cómo esos amores de quinceañero. Una vez me enteré, le dijo el mas frustrado del dúo que uno de los jugadores no rendía mucho, porque tenía un absceso, una especie de infección. Por un lado no entendía porque ese pequeño malestar le podría afectar tanto en el campo de juego y navegaba entre la sorpresa y la incredulidad, pues no le terminaba de entender.

Pero en estas cosas, pues uno sabe tan poco que a veces no entiende ni al Director Técnico, porque mete a uno o a otro, porque no convoca a pedrito si antes de su llegada era el que estaba allí. Terminaba por consolarse con la afirmación que cada técnico tiene sus gustos, y así como a uno le gusta el fútbol a otros no. Era una cuestión de gustos y estilos.

Como cada juego, el pasado se le pegó a la radio, porque mientras termina de limpiar su carro, no le molesta escuchar el juego de su equipo. No es amigo de los viajes, nunca lo ha sido ni cuando el equipo estaba en sus mejores momentos y los compromisos maritales y familiares no existían. En estas últimas décadas, siempre ha sido un cruel crítico de la junta directiva, como la mayoría de la patota con la que asiste al juego, por las deudas, los tratos que en algunos casos estás han incurrido ante la afición y jugadores, pero esta vez y con directiva nueva, se muestra a la expectativa. Porque ya no escucha en la radio hablar de deudas, de vuelos de última hora porque no conseguían los recursos, que a los jugadores lo están sacando de sus casas o le está mirando fue el mesonero del restaurante donde se hospeda y come, porque la propina no es mas que una sonrisa.

Siempre sigue los programas de radio, y cree firmemente en lo que dicen, a pesar de que a veces se contradicen, o manejan información de acuerdo a la fuente y las fuentes son como la política, se la sueltan a algunos sí y a otros no.  Mantenía la expectativa de que se podía sumar un punto ante Lara, que si se sumó ante Táchira, por que no ante el equipo a enfrentar, que para él son equipos que hoy están y mañana no se sabe, y es que él agarraba el calendario y un montón de equipos no existían cuando él fue al Soto Rosa por vez primera, y a través de los años ha sido testigo de la aparición y desaparición de muchos.

Por eso, perder ante Lara, era una posibilidad, pero también se podía ganar. No entendía eso de que el DT del equipo crepuscular tuviera une estilo de dirigir que ha muchos le gusta, pero él valoraba lo que Ruberth ha representado siempre para el equipo, a pesar de que en una época como jugador se le cuestionó. Que venía sumando, en algunos casos de un punto, pero sumaba, que el equipo venía invicto desde la llegada del DT de merideño. La verdad no daba porque Estudiantes perdió,  y seguía preguntándose por que si casi se le gana a Táchira en Pueblo Nuevo, por que no a este equipo, al que también le cuesta sumar.

Pero se repitió a si mismo, y como le dijo en principio a su amigo, en el fútbol hay cada cosa y se dio cuenta de un detalle que alguien mencionó en la radio, y es que  Estudiantes de Mérida ha perdido el 67 % de sus partidos cuando el juego es pitado por Ramón Ortega y sólo ha ganado 11 % con él. Pensó por un momento que era casualidad, pero cuando empieza a escuchar mas datos, se da cuenta de que el árbitro es de Portuguesa, y una especie de Dejavu se tejió en su mente,  y es que desde que Portuguesa perdió esa rivalidad con Estudiantes de Mérida, ha sido un equipo con poca o nada trascendencia y seguramente Ortega se estaba vengando, no cantó un penalti y la cancha se la inclinó al Lara.  Listo, ya entendí le dijo a su amigo mientras se levantaba jubiloso de la silla, la culpa no es del equipo y desde ya prepara su camisa para el próximo juego del equipo.

Ficha Técnica:

Dvo Lara (1): Eduardo Herrera, Luís Colmenarez, Octavio Zapata, Leonardo Falcón, Oswaldo Chaurant, Ricardo Andreutti, Jorge Gómez*, Darwin Gómez, César González (Pierre Pluchino 80’), Matías Manzano (Ely Valderrey 68’) y Jesús Hernández (Yeferson Velasco 87’). DT: Leo González.
Suplentes sin jugar: Edgar Pérez, Elián Guillen, Daniel Carrillo y Starling Yendis*.
Estudiantes de Mérida (0): Alejandro Araque, Marlon Bastardo, Richard Lobo, Juan Muriel, Omar Labrador (Leonel Vielma 52’), Wislintos Rentería, Luís Barrios, Winston Azuaje, Jhoan Arenas, Gustavo Páez (Mario Mosquera 82’) y Yunior Valbuena (Jesús Vargas 67’). DT: Ruberth Morán.
Suplentes sin jugar: Hermis Polanco, Luís Altuve, Engelberth Briceño y Edixon Mena
Gol: Jesús Hernández 17’ (DLAR)
Amonestados: Octavio Zapata 43’ César González 53’ y Jorge Gómez 77’ (DLAR) Jhoan Arenas 53’ (EMER)
Árbitro: Ramón Ortega (Portuguesa)
Asistente 1: Alberto Ponte (Portuguesa)
Asistente 2: Dixon Alvarado (Portuguesa)
4° Árbitro: Isley Delgado (Yaracuy)
Estadio: Metropolitano de Cabudare



martes, 23 de agosto de 2016

El ojo clínico del "cata"

Dicen que los poetas tienen sus musas, esas que con su encanto logran que el mismo, les vuele la imaginación, les inspire. Para quienes nos gusta compartir nuestra experiencia, tenemos al fútbol y a nuestro equipo como inspirador y plasmar nuestras opiniones para la posteridad.

Yo, como amante de los medios desde muy pequeño, al punto de que a los siete años, armaba pequeños periódicos con lapicero, con informaciones relacionadas a mi mundo, es decir mi humilde pero siempre calurosa casa materna. Aprovechaba, sin querer, el poder de esa hojita de papel bond para criticar y mis hermanos menores hacer reir a mi mamá.
Con el pasar de los años y mi afición por el fútbol, fomentada en gran parte por mi hermano chelino, años y meses mayor que yo, vi como los medios mas importantes del país ignoraban mayúsculamente, por lo tanto me convirtió en un admirador y seguidor de los quijotescos esfuerzos de las radios por llevarnos el fútbol a nuestras gradas, generalmente pobladas de amantes de sus equipos.

Mi amor al periodismo me hizo tener la carrera de Comunicación Social como mi primera opción para estudiar. En Mérida, esa carrera era inexistente en la universidad, por lo tanto me tocó pensar en San Cristóbal como la primera y única opción, ya que allí la ULA contaba con la escuela de Periodismo. Por ello, los viajes para la inscripción en la prueba de admisión, u otros viajes necesarios, se hicieron cada vez frecuentes. Allí empecé a ver que el U. A. Táchira ocupaba muchos espacios en la ciudad, que había gran cantidad de programas dedicados exclusivamente al Unión Atlético Táchira, como se denominaba en aquella época.
Fui a Pueblo Nuevo, lugar donde se encuentra el estadio, y en la vía había carteles de los jugadores. Eran así como una especie de héroes. Aunque me costaba reconocerlo, el equipo era mas valorado que Estudiantes en la ciudad de Mérida.

Una vez Estudiantes debía jugar ante U A Táchira, pero a pesar de mis esfuerzos, me tocaba venirme casualmente el mismo domingo del encuentro. Debía estar el lunes a primera hora en Mérida para seguir con mi proceso de inscripción, así que ni modo, esperaba enterarme cuando llegase a casa.

Llego al terminal de San Cristóbal a eso de las tres de la tarde, no quería que el bus saliera dejando mis aspiraciones de periodista sólo porque no llegué temprano. En aquella época, el celular no existía, por lo tanto cero mensajes y tampoco conectar al auricular para la radio. Me gustaba que en San Cristóbal, las emisoras empezaran la previa del juego hasta 4 horas antes del encuentro. Empecé a caminar por el terminal en busca de algún local de empanaditas que tuviera una radio con el fútbol a todo pulmón, pero entre la bulla de las personas, los choferes utilizando sus voces como la principal herramienta para atraer pasajeros, mis esperanzas se desvanecieron.

El chofer de la unidad en la que yo debía abordar, empieza a calentar el autobús y a prepararse para dar marcha a nuestro viaje. ¡Mérida, Mérida! Vociferaba el de camisa blanca. La verdad, no entiendo eso de gritar en un terminal, el que va para Mérida, se monta y ya, no creo que nadie que vaya a Caracas o Maracaibo, por ese gritico se desvié de su ruta, pero bueno, parte de los dilemas que uno enfrenta en un momento de ocio y desocupación mental.

Cuando el autobús empieza a moverse, el chofer haciendo gala de sus dotes de buen lector, me mira y me lee la mente. Como si yo le hubiera exigido. Enciende la radio y empieza a mover el dial del equipo. El ruidoso sonido de las radios manuales mientras cambia de emisora en busca de música, se hace eco en los demás pasajeros. ¡Uy! Dijo la señora que iba a mi lado, quien inmediatamente despotricó de la música del vecino país. El Chofer, inquieto tanto en el volante como en la perilla del dial, sigue buscando algo que lo entretenga, “sin importar” lo que dijera la viejita.

Se me encendieron las luces y rogaba porque al chofer le gustara el fútbol, así fuera del Táchira y ¡bingo!, escuché a los comentaristas haciendo la previa. La viejita agarró un librito y sacudiendo la cabeza dio por entendido, que ya no podía hacer nada. Yo, la verdad, me sorprendí, generalmente la música es la que acompaña a todos en un viaje, pero al tipo le gustaba el fútbol. Salimos del terminal y veníamos vía Mérida. Entre el ruido del viento, la gente conversando y la radio, me hacía difícil distinguir lo que decían, pero mis orejas parecían antenas parabólicas buscando señal en medio del desierto.
Cuando el autobús se detenía era cuando escuchaba mejor, porque el viento no se manifestaba. El semáforo jugó a mi favor y en ese espacio de tiempo, cuando escuché al fallecido “Cata” Roque, un uruguayo - venezolano que inició su carrera como DT en Venezuela y fue uno de los que comenzó ese clásico añejo entre Portuguesa y Estudiantes de Mérida, dirigió 8 equipos en tres países: Venezuela, Colombia y Bolivia.  Podríamos decir que es el único venezolano campeón de una Copa América, al ganarla con Uruguay en 1956 y nacionalizarse venezolano décadas después.

En ese momento “cata” se estaba yendo a Bolivia, específicamente al San José de Oruro. Y no paraba de elogios para Ruberth Morán. No recuerdo las palabras exactas, pero él le había comentado a uno de sus amigos  que en Venezuela había un talentoso. Alguien le sugirió que se lo llevara al sur, me imaginé Uruguay o Argentina, algo tan increíble para mi, primero porque era de Estudiantes y luego, porque en esa década del noventa, los venezolanos salían poco a jugar en el extranjero y nuestras principales referencias era Angelucci en San Lorenzo de  Almagro, Rafael Dudamel en Atlético Huila de Colombia y Gianni Savarese que pintaba bien para la naciente MLS. Entre la conversación a veces poco audible de la radio y el ruido de la ventana, “cata” dijo que le quería seguir viendo y tal vez que fuera a probar a San José.

Esa temporada San José salió campeón por vez primera, nunca supe si hubo alguna conversación con el merideño, pero eso, si el uruguayo tenía un ojo clínico. Ruberth, meses mas tarde, despuntó en el preolímpico de Mar del Plata clasificando a Venezuela a una semifinal, jugo en diversos países, goleador de Copa Libertadores y formó parte de aquella vinotinto de Richard Páez que cambiaron el rumbo del fútbol nacional.


El resultado de ese encuentro queda en los datos y lo recordé porque en el pasado juego ante el Deportivo Táchira, los comentaristas de San Cristóbal, hablan del futuro de Ruberth Morán como DT, dándole siempre altos augurios para el de Los Sauzales, y vaya que pasó su primera lección en el clásico Estudiantes vs Táchira con un empate que lo mantiene invicto en su segunda experiencia como DT.

Dvo Táchira (0): José Contreras, Gerzon Chacón, Diego Araguainamo, Yuber Mosquera, Carlos Lujano, Francisco Flores, Carlos Cermeño, Louis Ángelo Peña (Jorge Rojas 56’), Edgar Pérez Greco (Sergio Herrera 74’), Giancarlo Maldonado (Juan Carlos Azócar 88’) y Jan Hurtado. DT: Carlos Maldonado.
Suplentes sin jugar: Alan Liebeskind, Eduin Quero, Agnel Flores y Luis Guerra.
Estudiantes de Mérida (0): Alejandro Araque, Marlon Bastardo (Luis Altuve 90+2’), Richard Lobo, Juan Muriel, Omar Labrador (Leonel Vielma 80’), Cristhian Rivas, Wislintos Rentería, Jhoan Arenas, Winston Azuaje, Luis Barrios y Gustavo Páez. DT: Ruberth Morán.
Suplentes sin jugar: Hermis Polanco, Rubén Rivas, Edixon Mena, Yunior Valbuena y Mario Mosquera.
Amonestados: Gerzon Chacón 60’ y Diego Araguinamo 64’ (TAC) Cristhian Rivas 29’ Wislintons Rentería 43’ Marlon Bastardo 65’ y Omar Labrador 77’ (EST)
Estadio: Pueblo Nuevo en San Cristóbal
Asistencia: 4.249 personas
Delegado FVF: Pietra Bua

miércoles, 10 de agosto de 2016

17 segundos fueron suficientes

Saca el equipo del Portuguesa con aquellas ganas como si fuera el minuto 90 de un juego sin trascendencia y en el que la paridad en el resultado fuera el mejor negocio. Algunos equipos apuestan por sorprender desde el primer minuto, otros optan por continuar esa jugada de entrenamiento en que todos los jugadores tocan la pelota de un lado a otro como para saludarla, acariciarla y decirle que en sus pies es bien tratada, como novia nueva en la primera cita. Pero siempre puede ocurrir un resbalón, el marcador izquierdo decide retroceder la pelota al arquero ante la presión del contrario, ese que venía corriendo en forma de Zigzag desde hacía 15 segundos, justo desde el pitazo inicial.

Los brazos se hicieron cortos, el salto sería inútil y sólo el acompañamiento visual era el mas cercano contacto entre el arquero y la pelota, que lentamente iba cayendo como el ánimo, ese que viene del camerino, de los jugadores del equipo llanero. El DT, quien con manos en lo alto en exclamación de sorpresa, los fue bajando lentamente hasta  hacer contacto con la cabeza, lamentaba en ese momento, la nula comunicación entre defensa y arquero. Si lo hubiese practicado, no hubiese salido tan bien, quizás pensó. Iban 17 segundos, y ya el Portuguesa debía sacar nuevamente desde el punto central, a pesar de que ningún jugador de ULA FC, la había tocado. Fue el gol mas rápido que pude ver en el Soto Rosa, y la impresión eterna de que el pentacampeón, como lo conocí posteriormente, era un equipo que ofrecía lo mismo que en esos 17 segundos anteriores.

Cuando en Mérida había dos equipos, cada equipo foráneo debía visitar la ciudad en dos oportunidades. Cuando vinieron a jugar con Estudiantes de Mérida, comencé a comprender, que a pesar de la regular campaña del equipo albirojo durante ese año, estos equipos eran los rivales en décadas pasadas, que habían sido protagonistas en torneos nacionales y Libertadores, que esa sensación del gol al segundo 17 ante el otro rival de casa, había sido un accidente de ese día, pero que en épocas anteriores no hubiese ocurrido tan inocentemente, porque era un equipo por el que pasaron jugadores mundialistas, e inclusive su camisa fue portada por jugadores que levantaron hasta una copa mundial.

Empecé a documentarme, a averiguar en las escasas fuentes, pero la verdad lo poco no fue suficiente. Lo irrisorio que recabé no sirvió para borrarme esa gris imagen, y la grandeza de esos clásicos, al margen de algunos datos, cuentos, anécdotas y estadísticas no me transmitieron lo que vivirían aquellos hinchas de la época. Sobresale como el Pico Bolívar en el llano, la venta de Richard Páez quien militaba en el equipo académico y que pasaba a formar parte del equipo rival, el Portuguesa. Para algunos de la época fue como vender la gallina de los huevos de oro al colosal corral del frente. Era darle goles, personalidad y liderazgo al rival, amolamos y vendimos nuestro cuchillo. Y no sobresale sólo por el protagonista o el nombre, si no también por los $250.000,00  en que se tasó la transacción, una de las mas altas de la historia del fútbol venezolano.

Desde que pisé una grada a finales de los 80, el equipo llanero ha sido una copia de aquel timorato defensa, mientras que Estudiantes de Mérida FC, se ha atrevido un poco mas, nos ha hecho disfrutar de más glorias, pero nos sigue debiendo. Lo que me han contado de esa rivalidad debe estar inspirada en lo mismo que nos ha encantado a los merideños como esas leyendas de Las 5 Águilas Blancas, La Hechicera, en fin esos desafíos literarios que se impregnan en nuestra costumbre y pareciera que el tiempo no nos dará la dicha de revivirla. Tal vez esos 17 segundos también fueron congelados por la pluma de Don Tulio Febres Cordero y quería darnos a entender que ese tiempo es la real imagen de lo que representa ese clásico en la actualidad. Si nos dejamos llevar por el juego entre Portuguesa y Estudiantes, disputado en Acarigua y que correspondió a una fecha mas del campeonato 2016, empatado a dos goles, estoy seguro que la Pluma del escritor merideño, tuvo algo que ver en las memorias de ese clásico. 


jueves, 4 de agosto de 2016

En la escuela, la monarquía o en la cancha

                                                                                                                  Para: Jairo

Llego a mi casa luego del juego de Estudiantes, mi esposa me dice que mamá me había llamado por teléfono, inmediatamente pensé lo peor, se murió Jairo, un amigo de la infancia que un día antes había visitado en el Hospital Universitario y quien luchaba por su vida desde aquel penoso diciembre en que le avisaron que la vida le había puesto un obstáculo. Inmediatamente tomo el teléfono y mis presunciones se transformaron en certeza. Pensé en la noche anterior, en que frente a su mamá derramé un par de lágrimas, quizás con vergüenza porque la fortaleza de la señora Digna, similar al del corazón de un roble me sacudió y me gritó ¡no llores!. Mientras manejaba entre mi casa y el hospital, le comencé a contar a mi esposa algunas anécdotas que viví con Jairo, un chamito a quien le lucía la viveza. Le gustaba exagerar y a veces la mentira era notable. En la infancia era muy salta talanqueras, hoy jugaba para mi equipo y mañana se ponía la otra camiseta y sacaba la piedra. Pero al final de la clase, nos buscábamos para irnos juntos a casa, porque vivíamos en La Placita, éramos vecinos, tanto así que el solar de mi casa colindaba con el solar donde él vivía. Saltaba la pared y matábamos el aburrimiento con sólo mirar la tierra.

Una vez recuerdo que se armó una discusión entre nosotros, juegos de niños, creo que alcanzábamos los 5 o 6 años. Parte de las peleas se transformaban en colocarle la letra A, a la terminación del nombre del niño. Con eso fulminábamos la moral de cualquiera. Yo le decía Jaira y eso creo que lo enardecía porque le cambiaba el género a mi nombre, con eso era suficiente insulto. Pero en los últimos episodios, la discusión pasaba por recordarme que mi mamá era la maestra, y no había nada más chocante que eso, porque era como decirme que no podía cuidarme sólo, que necesitaba ayuda de mi madre, y a esa edad, entre tanto “bullying” eso era un arma mortal. Mi mamá  efectivamente era la maestra de primer grado y eso además de representar paternalismo era una mezcla de privilegio amenazante porque cualquier cosa que hacías en la escuela,  la información llegaba más rápido que los actuales mensajes de texto. Eso lo sabían utilizar bien algunos amigos, pero mi camino a la casa, siempre era con Jairo.

Los reinados en un principio, traspasaban su trono al mejor guerrero del reinado para garantizar fortaleza, soberanía, era una especie de premio a quien dejaba el sudor y la sangre expuesta ante los monarcas y  plebeyos. Los reyes, ante la atrocidad de que su sangre iba desapareciendo de las monarquías, optaron dar en herencia el trono y con ellos garantizar privilegios a sus futuras generaciones. No entendieron por que generalmente sus hijos, con estudios, entrenamientos, instrucciones directas de los maestros del reinado no podían llegar a la élite de esta manera. Algunos lo atribuían a maldiciones como la del Diamente Hope o la de Los Reyes Malditos, a quienes le auguraron que tal mala suerte duraría hasta su treceava generación, por lo que ninguno de sus tres hijos duró en el trono.   Otros se lo atribuían a la gran presión monárquica que representaba ser hijo de la realeza y estar siendo colocado constantemente a prueba ante las altas exigencias del rey y otras autoridades. Vaya que los entiendo. Si a mi me costaba mantener la compostura en la escuela ante las posibles reprimendas de mi madre delante de cualquier miembro de la escuela, me imagino que para cualquier hijo de monarca representaría una tarea con la vara alta. No me podía imaginar que me regañaran delante de los otros niños, quienes obviamente usarían la burla de tal situación para minimizar mis capacidades en la próxima pelea.


Así como en la escuela, en las monarquías, en la cancha, pasan situaciones que nos desencajan mas a unos que a otros. El fútbol tiene muchos padrinos, entre ellos, representantes, dirigentes, Cuerpo Técnico, jugadores o fanáticos que hacen su esfuerzo para que un jugador entre en un equipo o a un juego. Esto, independientemente del rendimiento del jugador, es una tarea doble para él mismo, porque debe rendir el nivel que sus padrinos quieren, pero además de eso, de lo que sus detractores no esperan de él. Casos como dirigente – hijo, técnico-hijo la hemos visto en Estudiantes de Mérida, y vaya que es complicado. Preguntémosle a Linder García cuando entraba a la cancha siendo su mamá presidente y las rechiflas que metía la gente  o al mismo Gustavo Páez, quien además de cargar con el siempre controversial apellido, de ser  la figura ofensiva del equipo en el último año, de venir por pedimento del DT, de ser hijo del mismo, no pudo aportar aquel día de la rechifla, aquel día de despedida para su padre Raymond, con mas de aquello que Eduardo Galeano llamó como: “el orgasmo del fútbol, el gol”, especialmente en casa. 

Pero, cuando mi mamá se fue de la escuela, la maestra Hilda decía que mi mamá hacía mucha falta, pero desde ese año de su jubilación, me relajé, saque algunos ceros y pude colocar mi primera fotico de una niña en mi cartera......que vengan mas goles...


Estudiantes de Mérida 2-1 Deportivo JBL del Zulia
Estudiantes de Mérida (2): Armando Araque; Omar Labrador (Mario Mosquera 77’), Leonel Vielma, Juan Muriel, Marlon Bastardo, Wislintos Rentería (Luis Barrios 68’), Engelberth Briceño; Winston Azuaje, Jhoan Arenas, Víctor González* (Jesús Vargas* 58’) y Gustavo Páez. DT: Ruberth Morán
Suplentes sin jugar: José Mendoza, Richard Lobo, Oscar Guillén y Jorge Ruíz.
Dvo JBL del Zulia (1): Johel Semidey; Johandrys Herrera, Jericson Lugo, Ángel Agnello, Anthony Guanipa; Aarón Martínez*, José Martínez (Thomas Barboza 78’), Jhon González, Joan Landaeta, Jhony Rodríguez Gaviria (Eduardo Rodríguez 76’) y Oscar Núñez (René Alarcón 60’). DT: Frank Flores.
Suplentes sin jugar: Yoger Requena, Wilson Querales*, Andrés Aristizabal y Francisco Domingo.
Goles: Leonel Vielma 13’P y Gustavo Páez 75’ (EST) Joan Landaeta 44’ (JBL)
Amonestados: Alejandro Araque 73’ (EST) Jhony Rodríguez Gaviria 25’ Jericson Lugo 45+1’ René Alarcón 70’ Jhon González 80’ y Anthony Guanipa 90+4’ (JBL)
Estadio: Metropolitano de Mérida
Asistencia: 2.665 personas