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lunes, 5 de octubre de 2020

El formulario peruano

Cada vez que se encienden y empiezan a vibrar las turbinas de un avión, se encienden sueños y esperanzas pero también vibran las emociones y los deseos. Cada vez que veo esas caras en el despegue, sé que más nunca volverán a ser las mismas, porque el destino los cambiará, algo va a cambiar, por eso en aquel avión no iban sólo pasajeros, iban almas con un firme deseo, con un firme sueño.

El primer intercambio entre quien viaja y el lugar de destino, es el formulario de admisión que plasman 400 preguntas para obtener 400 respuestas, pero en este avión, un formulario arrojaría 399 respuestas y la otra era un sueño, no sólo el de un jugador, el de una ciudad. Divagar en las respuestas es darle motivos de rechazo a migración, por eso, la precisión como los penaltis de Rivas Gamboa es necesaria, cualquier pifia crea dudas.  

Algunas preguntas tienen que ver con la psicoterapia, otros seguramente con las regulaciones nacionales. Perú por ser un país con un desarrollo turístico de buen nivel, protege que sus recursos arqueológicos no sean ultrajados por visitantes, así que sus protocolos en el control de ingresos son estrictos.

Unos papelitos azules empezaron a circular repentinamente entre la plantilla de jugadores de Estudiantes de Mérida quienes viajaban al duelo ante Alianza de Lima peruano, un duelo de “equipos del pueblo”. Esos papelitos azules, llamados formularios debían ser completados sin errores por cada jugador previo al desembarque y ser entregados a Inmigración peruana.

Como es normal, la mayoría de los jugadores llevaba en su maleta, guayos, canilleras, indumentaria personal y algunos portaban  una estampita de la virgen para canalizar ese apoyo divino, pero nadie, ninguno de ellos llevaba lapicero para completar los formularios. El integrante del equipo de prensa debió distribuir sus tres lapiceros, lo cual ayudaba pero acarreaba lentitud en el proceso.

Surgían inquietudes entre los jugadores acerca de las preguntas y compartir respuestas fue la solución para evitar inconvenientes. La última pregunta, las que generalmente olvidamos luego de aquel rosario de cuestionamientos, la que la mayoría consideró intrascendente, la de las letras pequeñas,  rezaba ¿Cuál es su motivo de viaje?

Todos establecieron respuestas de acuerdo al guion, pero el último jugador cuando se vio rezagado y solo en el avión, apurado por la cara de “cuxx” de la azafata, respondió de forma rápida y sin copiarse la respuesta, que el motivo de su viaje no era deportivo, ni salud, ni turístico.

El motivo del viaje en aquel formulario estuvo a punto, a segundos de ser real, preciso  y premonicioso hasta el minuto 94 con el gol del empate, cuando un funcionario se dio cuenta que el mismo había sido recibido, sellado y sin corregir por una funcionaria de fanática del rival aliancista, Universitario de Deportes, quien había escrito en letras mayúsculas la palabra “suerte” luego de leer que el motivo del viaje de aquel jugador era ganarle a Alianza por la quinta fecha de Copa Libertadores.

 

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