Cada vez que se encienden y empiezan a vibrar
las turbinas de un avión, se encienden sueños y esperanzas pero también vibran
las emociones y los deseos. Cada vez que veo esas caras en el despegue, sé que más
nunca volverán a ser las mismas, porque el destino los cambiará, algo va a
cambiar, por eso en aquel avión no iban sólo pasajeros, iban almas con un firme
deseo, con un firme sueño.
El primer intercambio entre quien viaja y el lugar
de destino, es el formulario de admisión que plasman 400 preguntas para obtener
400 respuestas, pero en este avión, un formulario arrojaría 399 respuestas y la
otra era un sueño, no sólo el de un jugador, el de una ciudad. Divagar en las
respuestas es darle motivos de rechazo a migración, por eso, la precisión como los
penaltis de Rivas Gamboa es necesaria, cualquier pifia crea dudas.
Algunas preguntas tienen que ver con la
psicoterapia, otros seguramente con las regulaciones nacionales. Perú por ser
un país con un desarrollo turístico de buen nivel, protege que sus recursos
arqueológicos no sean ultrajados por visitantes, así que sus protocolos en el
control de ingresos son estrictos.
Unos papelitos azules empezaron a circular repentinamente
entre la plantilla de jugadores de Estudiantes de Mérida quienes viajaban al
duelo ante Alianza de Lima peruano, un duelo de “equipos del pueblo”. Esos papelitos
azules, llamados formularios debían ser completados sin errores por cada
jugador previo al desembarque y ser entregados a Inmigración peruana.
Como es normal, la mayoría de los jugadores llevaba
en su maleta, guayos, canilleras, indumentaria personal y algunos portaban una estampita de la virgen para canalizar ese
apoyo divino, pero nadie, ninguno de ellos llevaba lapicero para completar los
formularios. El integrante del equipo de prensa debió distribuir sus tres lapiceros,
lo cual ayudaba pero acarreaba lentitud en el proceso.
Surgían inquietudes entre los jugadores acerca
de las preguntas y compartir respuestas fue la solución para evitar
inconvenientes. La última pregunta, las que generalmente olvidamos luego de
aquel rosario de cuestionamientos, la que la mayoría consideró intrascendente,
la de las letras pequeñas, rezaba ¿Cuál es su motivo de viaje?
Todos establecieron respuestas de acuerdo al
guion, pero el último jugador cuando se vio rezagado y solo en el avión,
apurado por la cara de “cuxx” de la azafata, respondió de forma rápida y sin
copiarse la respuesta, que el motivo de su viaje no era deportivo, ni salud, ni
turístico.
El motivo del viaje en aquel formulario estuvo a punto, a segundos de ser real, preciso y premonicioso hasta el minuto 94 con el gol del empate, cuando un funcionario se dio cuenta que el mismo había sido recibido, sellado y sin corregir por una funcionaria de fanática del rival aliancista, Universitario de Deportes, quien había escrito en letras mayúsculas la palabra “suerte” luego de leer que el motivo del viaje de aquel jugador era ganarle a Alianza por la quinta fecha de Copa Libertadores.
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