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lunes, 4 de abril de 2016

A Estudiantes, "No lo podés cambiar"



Enciendo la radio y la tertulia entre los locutores era el aniversario de Estudiantes de Mérida FC, porque realmente fue el 4 de abril de 1971 cuando oficialmente el equipo se hizo legal.  Por un momento pensé, que ingrato soy ¿Cómo no me voy a acordar del aniversario del equipo? Pero a veces es difícil recordar esta fecha si desde el mismo equipo se desconocen sus orígenes.

Hace algún tiempo, un aficionado uruguayo decía en la cadena Tanfield, que era sumamente complicado y hasta imposible que un aficionado cambien de equipo. Asentí razonablemente al hincha charrúa porque es verdad,  no te puedes cambiar de Nacional a Peñarol, River a Boca, Estudiantes de Mérida a Táchira y se me concatenó una serie de pensamientos que le dí la razón salvo ciertas excepciones como por ejemplo un apureño puede apostar por Zamora o algún equipo de moda, hasta que surja un Deportivo Apure o Apureños FC, así sea apuradito, su corazón se va a dividir y empezará a hinchar al nuevo equipo. Otra excepción podría ser que de chamitos e influenciado por sus padres, algún hermano mayor o por el fenómeno del marketing, el joven aficionado cambie de parecer cuando empiece a tomar ciertas decisiones a una edad mayor.

“Al equipo no lo podés cambiar, podés cambiar de nacionalidad, de novia, de casa, partido político, pero de equipo nunca” terminaba el entrevistado uruguayo. Con el argumento político, el uruguayo me terminó de convencer y admiré su apreciación. Mi tío político dijo sin pelos en la lengua “El que se robó una gallina, le nombran el caldo y se asusta” y el uruguayo me hizo pensar en el por que Estudiantes de Mérida era mi equipo y por que a pesar de lo que me dijo un histórico jugador merideño “La historia de Estudiantes es triste”, seguía apostando al “Rojiblanco”.

Mi historia con la pelota, comenzó a mediados de los 80 en Pueblo Llano de donde soy oriundo. Allá no había canchas de fútbol, eso si, el futbolito se jugaba en cada aldea aunque no hubiera una cancha reglamentaria. En una oportunidad y aprovechando la planicie del garaje de mi casa en la Avenida Miranda, mi hermano Chelino  y dos o tres amigos mas como Jorge (ocurrente e inventor),  Lesme (el que ordenaba las ideas) y Henry, el mas grande y mentiroso de la patota, comenzamos a limpiar el terreno y con arcos de madera poníamos a rodar la pelota luego de clases y hasta altas horas de la noche.

Luego los juegos se transformaron en eventos de una semana de largo, donde empezábamos a formar equipos de dos o tres jugadores y el viernes teníamos un campeón, además usando nuestro talento de carpinteros para hacer los trofeos premiábamos al ganador. La actividad alcanzó resonancia en el pueblo y recuerdo haber hecho dentro del mismo evento maratones, juegos de voleibol, Gincana, pero el “fútbol” en una cancha de 5 por 8 metros aproximadamente era el evento central y podríamos reunir a una cantidad envidiable de niños. Cercamos el lugar, lo limpiamos, los juegos eran narrados por Lesme  y “Ojitos” quienes jamás se decantaron por tocar la pelota. Los juegos se interrumpían porque el árbitro era cuestionado duramente por uno de los equipos y perdía la autoridad o porque el balón se iba para la quebrada.

Los equipos tomaban nombres, y aunque todos éramos del equipo de La Placita, uno de los mas aguerridos del pueblo, ninguno usaba ese nombre. El mío se llamaba Los Andes, y estaba identificado con una copa dibujada en papel y pegada a uno de nuestros suéteres que conformaban nuestro uniforme, esa copa duró un solo día, alguien me la arrancó. Otro equipo se llamaba Atlético, vestido con short azul y camisa de vestir de rayas, pareciera que fueran a una fiesta pero eran buenos.  El último equipo, con los amigos menos participativos se llamaba Zamora, los mismos envidiosos que me arrancaron la copa de papel. Este nombre Zamora, era inspirado en el equipo de fútbol de primera división de Barinas. ¿Ninguno se llamaba Estudiantes? No, a pesar de que era una década de gloria para el “Albirojo” nadie tomó su nombre, creo que era debido a la ausencia de información. La Radio merideña no llegaba a Pueblo Llano, pero llegaban las de Barinas y creo que escuchar el nombre de ese equipo, hizo que este equipo se identificara con el barinés.

A finales de los 80 y justo antes de tomar una de los argumentos del uruguayo, me mudé a Mérida, pero durante unas vacaciones llega a mis manos el periódico barinés llamado El Espacio y veo el calendario del torneo nacional donde anunciaban cada juego con fecha y hora por lo que me dio pie a hacer un seguimiento a los equipos. La primera fecha ya había pasado y la segunda era el Clásico de La Montaña Estudiantes vs ULA. No sabía como ingresar al estadio, si era gratis o paga, si narraban o no. Nada, pero eso si, mi hermano, otro primo y yo de entre 9 y 11 años tomamos la buseta de los Chorros de Milla directo al Soto Rosa y allí comenzó la historia.

Cada domingo, jugara quien jugara, íbamos al estadio luego de la misa dominical en Milla. Mi primo colocaba cara de triste y le decía a alguien que estaba en la cola de la taquilla “Señor páseme”, un niño entraba con un adulto. Para él era fácil pero a mi me costaba inmolarme en la entrada del estadio para pedir ese favor. Eso sí, a la quinta fecha, también yo ponía cara de aquel niño que nunca tuvo un juguete, una cara de completo  mártir y la entraba estaba asegurada. Nos equipamos con un radio de pilas y donde nos sentábamos los tres, la gente escuchaba la radio que colocábamos. A Veces sintonizábamos Radio Universidad que le transmitía a los dos equipos.Cuando comenzaba el “cuñero” la cambiábamos para Radio Los Andes 1040 que le transmitía a ULA o Radio Cumbre que le transmitía a Estudiantes. Fecha tras fecha, ULA peleaba mejor en la tabla, Estudiantes por el contrario era un cúmulo de empates y en la temporada 89-90 su primer triunfo fue ante el equipo de mis amigos poco participativos, Atlético Zamora.

Estudiantes y ULA defendían el gentilicio merideño así que yo le aplaudía a los dos. Nos gustaba sentarnos en la tribuna que da al mercado Soto Rosa en la primera fila, con las rejas de frente y cada vez que el equipo hacía gol, me levantaba  a aplaudirlo. Pero en la segunda ronda, y en el Clásico de la Montaña mi primo “Leíto” se levantó para aplaudir el gol de La Furia Azul pero mi hermano y yo, no. Cuando Estudiantes anotó el gol, nuestro primo nos devolvió la deferencia, nosotros nos levantamos y él no, allí me di cuenta de que Estudiantes era mi equipo, me delaté, me di cuenta, no sé, pero “Al equipo no lo podés cambiar”.

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