Enciendo la
radio y la tertulia entre los locutores era el aniversario de Estudiantes de
Mérida FC, porque realmente fue el 4 de abril de 1971 cuando oficialmente el
equipo se hizo legal. Por un momento
pensé, que ingrato soy ¿Cómo no me voy a acordar del aniversario del equipo?
Pero a veces es difícil recordar esta fecha si desde el mismo equipo se
desconocen sus orígenes.
Hace algún
tiempo, un aficionado uruguayo decía en la cadena Tanfield, que era sumamente
complicado y hasta imposible que un aficionado cambien de equipo. Asentí
razonablemente al hincha charrúa porque es verdad, no te puedes cambiar de Nacional a Peñarol,
River a Boca, Estudiantes de Mérida a Táchira y se me concatenó una serie de
pensamientos que le dí la razón salvo ciertas excepciones como por ejemplo un
apureño puede apostar por Zamora o algún equipo de moda, hasta que surja un
Deportivo Apure o Apureños FC, así sea apuradito, su corazón se va a dividir y
empezará a hinchar al nuevo equipo. Otra excepción podría ser que de chamitos e influenciado
por sus padres, algún hermano mayor o por el fenómeno del marketing, el joven
aficionado cambie de parecer cuando empiece a tomar ciertas decisiones a una
edad mayor.
“Al equipo no lo
podés cambiar, podés cambiar de nacionalidad, de novia, de casa, partido
político, pero de equipo nunca” terminaba el entrevistado uruguayo. Con el
argumento político, el uruguayo me terminó de convencer y admiré su
apreciación. Mi tío político dijo sin pelos en la lengua “El que se robó una
gallina, le nombran el caldo y se asusta” y el uruguayo me hizo pensar en el
por que Estudiantes de Mérida era mi equipo y por que a pesar de lo que me dijo
un histórico jugador merideño “La historia de Estudiantes es triste”, seguía apostando al “Rojiblanco”.
Mi historia con
la pelota, comenzó a mediados de los 80 en Pueblo Llano de donde soy oriundo.
Allá no había canchas de fútbol, eso si, el futbolito se jugaba en cada aldea
aunque no hubiera una cancha reglamentaria. En una oportunidad y aprovechando
la planicie del garaje de mi casa en la Avenida Miranda, mi hermano
Chelino y dos o tres amigos mas como
Jorge (ocurrente e inventor), Lesme (el
que ordenaba las ideas) y Henry, el mas grande y mentiroso de la patota,
comenzamos a limpiar el terreno y con arcos de madera poníamos a rodar la
pelota luego de clases y hasta altas horas de la noche.
Luego los juegos
se transformaron en eventos de una semana de largo, donde empezábamos a formar
equipos de dos o tres jugadores y el viernes teníamos un campeón, además usando
nuestro talento de carpinteros para hacer los trofeos premiábamos al ganador.
La actividad alcanzó resonancia en el pueblo y recuerdo haber hecho dentro del
mismo evento maratones, juegos de voleibol, Gincana, pero el “fútbol” en una
cancha de 5 por 8 metros aproximadamente era el evento central y podríamos
reunir a una cantidad envidiable de niños. Cercamos el lugar, lo limpiamos, los
juegos eran narrados por Lesme y
“Ojitos” quienes jamás se decantaron por tocar la pelota. Los juegos se
interrumpían porque el árbitro era cuestionado duramente por uno de los equipos
y perdía la autoridad o porque el balón se iba para la quebrada.
Los equipos
tomaban nombres, y aunque todos éramos del equipo de La Placita, uno de los mas
aguerridos del pueblo, ninguno usaba ese nombre. El mío se llamaba Los Andes, y
estaba identificado con una copa dibujada en papel y pegada a uno de nuestros
suéteres que conformaban nuestro uniforme, esa copa duró un solo día, alguien
me la arrancó. Otro equipo se llamaba Atlético, vestido con short azul y
camisa de vestir de rayas, pareciera que fueran a una fiesta pero eran buenos. El último equipo, con los amigos menos participativos se llamaba Zamora, los mismos envidiosos
que me arrancaron la copa de papel. Este nombre Zamora, era inspirado en el
equipo de fútbol de primera división de Barinas. ¿Ninguno se llamaba Estudiantes?
No, a pesar de que era una década de gloria para el “Albirojo” nadie tomó su
nombre, creo que era debido a la ausencia de información. La Radio merideña no
llegaba a Pueblo Llano, pero llegaban las de Barinas y creo que escuchar el
nombre de ese equipo, hizo que este equipo se identificara con el barinés.
A finales de los
80 y justo antes de tomar una de los argumentos del uruguayo, me mudé a Mérida,
pero durante unas vacaciones llega a mis manos el periódico barinés llamado El
Espacio y veo el calendario del torneo nacional donde anunciaban cada juego con
fecha y hora por lo que me dio pie a hacer un seguimiento a los equipos. La
primera fecha ya había pasado y la segunda era el Clásico de La Montaña
Estudiantes vs ULA. No sabía como ingresar al estadio, si era gratis o paga, si
narraban o no. Nada, pero eso si, mi hermano, otro primo y yo de entre 9 y 11 años
tomamos la buseta de los Chorros de Milla directo al Soto Rosa y allí comenzó la
historia.
Cada domingo,
jugara quien jugara, íbamos al estadio luego de la misa dominical en Milla. Mi
primo colocaba cara de triste y le decía a alguien que estaba en la cola de la
taquilla “Señor páseme”, un niño entraba con un adulto. Para él era fácil pero a
mi me costaba inmolarme en la entrada del estadio para pedir ese favor. Eso sí,
a la quinta fecha, también yo ponía cara de aquel niño que nunca tuvo un juguete, una
cara de completo mártir y la entraba
estaba asegurada. Nos equipamos con un radio de pilas y donde nos sentábamos
los tres, la gente escuchaba la radio que colocábamos. A Veces sintonizábamos Radio
Universidad que le transmitía a los dos equipos.Cuando comenzaba el “cuñero” la cambiábamos
para Radio Los Andes 1040 que le transmitía a ULA o Radio Cumbre que le
transmitía a Estudiantes. Fecha tras fecha, ULA peleaba mejor en la tabla,
Estudiantes por el contrario era un cúmulo de empates y en la temporada 89-90 su primer triunfo
fue ante el equipo de mis amigos poco participativos, Atlético Zamora.
Estudiantes y
ULA defendían el gentilicio merideño así que yo le aplaudía a los dos. Nos
gustaba sentarnos en la tribuna que da al mercado Soto Rosa en la primera fila,
con las rejas de frente y cada vez que el equipo hacía gol, me levantaba a aplaudirlo. Pero en la segunda ronda, y en
el Clásico de la Montaña mi primo “Leíto” se levantó para aplaudir el gol de La
Furia Azul pero mi hermano y yo, no. Cuando Estudiantes anotó el gol, nuestro
primo nos devolvió la deferencia, nosotros nos levantamos y él no, allí me di
cuenta de que Estudiantes era mi equipo, me delaté, me di cuenta, no sé, pero “Al
equipo no lo podés cambiar”.
Sígueme en Twitter y echemos cuentos @jesusalfredoSP
Sígueme en Twitter y echemos cuentos @jesusalfredoSP
No hay comentarios:
Publicar un comentario