Seguidores

domingo, 24 de abril de 2016

El suéter de navidad


El clima en Mérida es tan cambiante como el fútbol en si, empiezas atacando, dominando la pelota, teniendo las mejores oportunidades, mas tiros libres y de repente, esa sensación de triunfo que respirábamos en los primeros 5 minutos, se esfuman y terminamos buscando culpables una y otra vez.



“Hay nevada” dice la gente, y toma su mejor sueter, llama a un amigo que tenga carro para asegurar el transporte, la comodidad y toma vía páramo. El fenomeno del niño nos ataca por todas partes, se va la luz, no podemos ver TV, no podemos usar la computadora, se paran las clases. El Niño provoca que los mas tímidos conductores muestren su cara de aficionado frustrado por la derrota cuando se colapsa el trafico por la ausencia de luz. El fenómeno climático iba a hacerse presente en nuestra ciudad y antes de tomar rumbo al estadio, los aficionados buscaban su mejor indumentaria para apoyar a Estudiantes de Mérida ante Zulia para protegerse del posible chaparrón.



Empece a buscar en mi closet algo que realmente me identificara y que a la vez me protegiera del frio o de la posible lluvia que pudiera caer durante o despues del juego. Mi impermeable es gris, mi sueter de buen abrigo es azul, nada que ver con lo rojiblanco del equipo. Y empecé a indagar de que realmente el equipo pocas o nunca ha colocado sueteres dentro de sus souvenirs de venta para los aficionados. Una Fundación llamada “Amigos de Estudiantes de Merida” a mediados de los 90, que hasta se dio a la tarea de importar dos jugadores brasileños, comenzaron a vender franelas, llaveros y unas chaquetas con el escudo del equipo, me imagino que su desaparicion condeno la idea y nadie la ha retomado para casos como este.



Para esa época y pagando el hecho de ser el menor de la casa, todos los santos diciembres me tocaba junto a mi hermano ponerle un cariñito a la casa. Como buena costumbre andina, a nuestros padres les gustaba recibir la navidad o el nuevo año con la casa pintada. No era un tema de buenas energías o chacras, nada de eso. Era una cuestión cultural, que oliera a pintura cada diciembre para que se mezclara con el olor de las hallacas y a pesebre. Ese olor en particular me anunciaba que venia un nuevo año y bueno tal vez los estrenos, siempre y cuando mi papa “aflojara el codo”. No era tarea fácil.



No recuerdo si mi madre o mi padre soltaron algunos 300 bolívares para los estrenos. Imagínate, recibir el año sin estrenos era como quitar la siempre despreciada aceituna a la hallaca, es decir no me gustaba probarla, pero que no le faltara al guiso, porque de paso también me tocaba hacer las hallacas previo al 24. Camino al centro para que la fajita de billetes me alcanzara hasta para las medias. Entro a un boulevard de esos que por donde camines te ofrecen lo que sea, la idea es vender. Pero tenía que ser muy selectivo porque si perdía la cabeza con esa cantidad de dinero, compraba apenas el par de medias de marca que había visto en Las Tapias. Pensé en un pantalón, una franela y las medias, eso si los zapatos ni los soñara, a menos que pintara la cuadra completa.



Odiaba y aun odio el acoso de los vendedores, no permito que me convenzan y si fueran mudos les comprara la tienda. Por eso cuando mis oídos dejan de escuchar esa frase “a la orden, a la orden”, entro a una tiendita de un señor que mientras yo veía, el comía. No me dijo nada, estaría cansado de tanto repetir la susodicha frase, pero como a mi no me dijo nada, simplemente entre tranquilito. Veo en la parte alta, un suéter bicolor que me llamó la atención, era muy colorido y al probármelo me sentí cómodo la textura, el cordoncito en el cuello. El vendedor me dijo, “bien para ir a los juegos”. Caigo en cuenta y el suéter era blanco y rojo y entendí el comentario. Mi profesora de Mercadeo dijo “no vender el producto sino los beneficios” y el “buhonero” aplicó la herramienta de venta oportunamente.



Compro el mencionado suéter, y lo usaba como aquel chamito de liceo que llevaba “sus tenis” nuevos a su clase. Ese comentario de “que suéter tan bonito” lo escuché mas de una vez, aunque no hiciera gala con el uniforme del liceo. Creo que hubo alguien que me dijo que se lo prestara y eso si, hice lo posible para que me durara la mayor cantidad de tiempo posible. Al principio lo lavaba con jabón azul, los remojaba para cuidar el blanco porque era blanquirojo con rayas horizontales, lo colocaba a secar bajo techo para que el sol no lo quemara, era todo un ritual al ensuciarse y lo cuidaba tanto puesto como una vez usado.



Lo llevé a algunos juegos entre ellos aquel del cuento de Maracaibo. Todo un “gocho” yo, si mi expresión no les molesta, usando un suéter en el Pachencho Romero, ese día si lo usé, sudara lo que sudara. En Mérida, un poco mas calculador no lo hacía cuando el sol era el protagonista.



“Se murió, Estudiantes se murió” era el grito de los aficionado tachirenses cuando, ante Nacional Táchira en San Cristóbal, Estudiantes no lograba sumar la victoria que le daría el campeonato del torneo corto para luego ir a Libertadores. Pero en el último minuto, “el zurdo” Rojas, ese jugador que había saltado al profesional de la mano de Richard Páez con ULA FC y que ahora de la mano del mismo entrenador aunque jugando para Estudiantes de Mérida F.C., anotaba el gol de cabeza para hacer saltar a los aficionados merideños tanto dentro como fuera del Pueblo Nuevo, porque ese ida también fuimos locales en San Cristóbal.



Se comenzaron a escuchar bocinas, pitos, la gente salió a las calles y la algarabía existente hizo que uno de mis primos, nada seguidor del equipo, me dijo que saliéramos a ver la movida. No tenía franela de Estudiantes así que me acordé del buhonero de la 21 y busqué el suéter, ya nadie me lo miraba, estaba un poco llevado y con el cierre dañado a consecuencias del tiempo y la lavadora. Nos fuimos por el centro, y justo cuando se desarrollaba la misa en la catedral, baja la caravana por la avenida 4 y nos detuvimos a ver como la gente pasaba celebrando. No hubo respeto la homilía ni nada por el estilo, la afición estaba celebrando, tenía un grito atrapado por décadas y no había viejita en misa que los callara. “Mi amor regáleme el suerte”, me dice una chama desde una ventana llena de mujeres. La chica, para nada persuasiva agarra su pito y sigue en su plan, mi primo mas maquiavélico que yo, me mira y se ríe, pero allí quedo el cuento. Seguían desfilando carros y un tipo sale con tres billetes en la mano y me grita con tres cervezas encima “Le compro el suéter” yo solo me río, pero el tipo me volvió a decir con voz mas firme pero con la misma algarabía “Le compro el suéter”. “No es mio le respondí”, creo que fue la mejor manera de quitármelo de encima. Se dio media vuelta así como si el efecto de la cerveza se le hubiera pasado y siguió su marcha. Mi primo, con mas ganas de celebrar sin importar quien ganara me dijo “lo van a dejar desnudo por el suéter”.



Con el tiempo, le fui cortando una manga para rellenar una almohada, luego otro retazo para limpiar el polvillo que entraba al cuarto y así se fue diluyendo en el tiempo, tanto la pieza como el recuerdo. Pero no se diluyó del todo, porque al no encontrar algo apropiado en el closet, para abrigarme y protegerme de la lluvia y el frío en el juego ante Zulia FC, también se me viene a la mente que hemos tenido mas de un juego en las manos y se nos han ido, que hemos tenido clasificaciones, copas, semifinal de libertadores, pero se diluyen. Hay quienes dicen que la carrera por el octogonal se perdió,que nos cayó el chaparrón.  Otros sacan calculadora, rosario y preparan rodilla.  Eso si, sea como sea, los cuentos siguen y como alguien dijo, la pelota sigue rodando.Ver el futuro con color rojiblanco.

 Sígueme en Twitter y echemos cuentos @jesusalfredoSP

No hay comentarios:

Publicar un comentario