Esta semana, uno de esos tantos comentaristas
de fútbol que deja de almorzar a la hora con su familia, para hablar de fútbol
como si fuera nuestro postre, dijo en su programa deportivo y lo parafraseo porque como que le salió del alma y no lo vuelve a decir igual, “En el fútbol venezolano grande es Estudiantes,
Táchira, Caracas, Mineros”. Como venía en mi carro, no se si mencionó otro
equipo, pero le compré el argumento, a mi mente vino también Portuguesa, por
ser el primer penta campeón y por un momento recordé a Marítimo, pero bueno el núcleo
del comentario era Estudiantes.
Hace algunos años me llegó uno de esos correos que llamamos
cadena y comentaba sobre la costumbre de una tribu de Uganda, en la que la
etnia tenía la tradición de asignarle a cada niño antes de nacer, una canción que
era utilizada durante el parto y posteriormente la niñez, una época en que las preocupaciones
son escazas y por el contrario, las alegrías abundan. Cuando el miembro de la
etnia se “salía del molde” y cometía algún acto catalogado como falta, esta se
reunía y le cantaba la canción para recordarle sus orígenes llenos de
tranquilidad y felicidad. Esta práctica ocurría durante toda su vida y la
terapia arrojaba como resultado, que la persona tuviera momentos de reflexión y
recordarse a si mismo, que era un ser único e importante para su etnia, su
familia y que siempre debían luchar juntos para evitar lo que temen la mayoría
de las tribus, ser vulnerados por otra etnia y extinguirse para siempre.
A veces decimos que nuestro fútbol es pre histórico, de
tribus, de guayuco y vaya que me gustaría a mi conservar la costumbre de
aquella etnia, porque la verdad es que algunos de nosotros se alegran porque a Richard o a Farías los boten como DT de equipos
en el extranjero, otros que se apoyan en la rivalidad les alegra las goleadas y
su posterior eliminación de otros equipos venezolanos en los torneos
internacionales. ¿Quién se alegra que al carnicero se le pierda el cuchillo, al
carnicero del frente o al contador?. Claro, nuestra costumbre no es de reunir a
la etnia y colocarle música al niño para decirle. “Mira chamín, lo estás
haciendo mal, te necesitamos, el equipo te necesita, juntos defenderemos la
tribu”. Nuestra costumbre da en el mejor de los casos para la abuela, pero como algunas no se ponen límites, mejor una niñera, que si son cariñosas te enseñan desde chiquitos que son personas amadas
y especiales. Otras con menos
sensibilidad, tratan literalmente a las patadas al niño, y esas cosas, según la
educación holística va quedando en nuestro subconsciente. Bueno, no es para
terapia tampoco, pero el meollo del asunto es que Estudiantes de Mérida, en su
primer juego, llenó el Soto Rosa con casi 10 mil personas en una ciudad que
tenía 90 mil habitantes, y ese mismo año comenzó el camino para su primer
lauro, el campeonato de la Copa Venezuela. Ese mismo torneo lo ganó 4 años mas
tarde pero entre uno y otro ganó otro subcampeonato. Si las cosas de aquellos
tiempos fuera como ahora, el albirojo hubiese estado en tres torneos
internacionales en menos de 4 años de fundación.
Si la niñera, no nos hubiese tratado a las patadas, o
nuestra costumbre fuera de la tribu de Uganda, tranquilamente pudiéramos agarrar
al equipo y colocarle esa cancioncita que nos recordara, que este Zamora que
nos goleó, no es mas que nuestra historia, aunque nos alegra su crecimiento.
Que estos años que hemos vivido de pensar en el tal descenso no es mas que la
olla con el tetero que se le quemó a la niñera, porque desde que nació el equipo,
se han sumado victorias, títulos, buenas representaciones en Libertadores,
jugadores merideños para todo el país y una enorme afición. Los nuevos dueños del
equipo se olvidaron de la niñera, la olla quemada, el pañal de tela, el
carajazo “involuntario” y apostaron por
el equipo. Pero parece que a nosotros, como la educación holística lo dice, no
se nos olvida, no nos creemos que podemos tener el mejor equipo del país, la
mejor afición y ser protagonistas en torneos internacionales como años o,
siendo mas realista, como décadas atrás.
Hace poco veía en el Twitter unas imágenes en que
Estudiantes de Mérida “metió” 4 mil personas en Barquisimeto para ver el
ascenso del equipo a primera división,
en otro accidente de la torpe niñera. Y recordé que una vez, tendría que
preguntarle a Damián Cloquell, porque mi memoria y apuntes tienen muchos
vacíos, pero creo que era en el 92 que Estudiantes de Mérida peleaba por no
descender. Casualmente el último juego
era ante Atlético Zamora, en la ciudad de Barinas. Ese equipo estaba
abandonado, salvado pero sin sueldos, sin directiva y cada juego en casa era la
oportunidad ideal para recoger algo de
dinero y armar el próximo viaje, pero ese último juego, con poco atractivo para
los aficionados locales, fue sede ideal para los merideños. 4 mil personas
fueron al juego, algunos dicen que la taquilla la cuidaban los familiares de
los jugadores, había que rendir la plata y fue ese negocio redondo en que Zamora
pagó sus sueldos y Estudiantes se quedó en primera. Ven………………. que ¿Hasta el
que nos goleó, Zamora, tuvo niñera?
Sígueme en Twitter y echemos cuentos @jesusalfredoSP
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Felicitaciones por tu consecuente aporte a la literatura futbolistica de Venezuela
ResponderEliminarGracias Carlos........feliz semana
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