Las manos sudaban, la garganta se transformaba en
aquella jugada en la que el balón trastabilla y apenas pasa el medio campo. Miraba
a su derecha porque era al único lugar por donde podría salir, se imaginaba al
correcaminos y su beep beep y dejar como el coyote a quien venía por la
izquierda, como una tromba de tres delanteros contra uno, a aquel comentarista
de radio con micrófono en mano, quien uno a uno demandaba a los aficionados
presentes en la fila, sus impresiones sobre ese Mineros de Guayana. Pero el era
el único aficionado niño, no sabia si lo entrevistaría o no, pero el
nerviosismo se apoderaba de sí, No quería pasar una vergüenza, no solo ante el micrófono
sino ante todas la personas que en círculo, se disponían a escuchar lo que cada
uno decía.
“Mineros es un gran equipo, siempre tradicional”,
comentaba un aficionado. “Esta participando en Libertadores, es un juego
sumamente complicado” y así por el estilo cada uno fijaba su posición. En
algunos casos, los aficionados se meten a comentaristas y en otros los
comentaristas a aficionados. En algunos casos son éxito. Unos con mas base que
otros emitían sus criterios y el comentarista asentía y trataba de sacar lo
mejor de cada fanático e inclusive buscaba que algún señalamiento castigar a
algún culpable por la regular campaña de Estudiantes de Mérida.
El pequeño fanático tenia en mente a dos jugadores
merideños René Torres e Ildemaro Fernández, quienes habían partido a jugar con
el equipo guayanés y unirse a otro legendario jugador venezolano como Cesar
Baena, el mismo que había visto por TV en la selección nacional. No hallaba
otro punto de conversación con aquel comentarista, porque cualquier otra idea
pudiera causar tartamudez o desconocimiento. En la época en que la ausencia de mensajes
de texto, redes sociales o cualquier otro medio de interacción entre el
oyente-fanático y la radio, Pablo Chacón Pérez, aquel legendario narrador
merideño que perdió la vida montado en una bicicleta, salía con su equipo de
comentaristas a la tribuna a recoger impresiones del aficionado y lograr que
dijeran “Subiendo, Subiendo, Subiendo en sintonía”, una frase acuñada a este personaje quien premiaba
con una felicitación al que mejor lo dijera.
Justo dos puestos antes del benjamín aficionado,
empiezan las rechiflas. Ese grupo de oyentes que estaba sumergidos en lo que decía
cada uno de ellos y haciendo gala de sus conocimientos, voltea a la cancha y ven
como salía Mineros al calentamiento. Toda la escena de entrevistas se acabaron. La transmisión
se volcó a lo que acontecía en cancha y Mineros con figuras de selección
nacional y reforzado para enfrentar a los uruguayos en Copa Libertadores
mostraba a sus talentosos jugadores
entre ellos a los merideños René Torres, Ildemaro Fernández, había otro
de apellido Meza y creo que hasta el utilero Omar Paredes, formaba parte del
equipo.
El portero Baena volaba de un lado para el otro, un tipo
seguro. René el mismo marcador que le había
anotado un soberano golazo al campeón mundial Argentina, con robo incluido
a Daniel Pasarella, probaba desde media distancia. Ildemaro como siempre inquietando
la portería de Lugo, un portero uruguayo de lo mejor que mostró Estudiantes ese
día y esa campaña. Alfredo López, DT de Mineros y quien años después dirigiría
a Estudiantes de Mérida, se encontraba pegado en la banda, porque Mineros no podía
concretar la victoria. “Mineros se enredó con Estudiantes” fue el titular de
una revista llamada Mérida Deportiva, con el logo de un aficionado cargando a
cuestas el escudo académico. Al final el empate era justo, pero quien levantaba
la copa que se llevó ese día Mineros no era Baena, sino el mismo René Torres
quien con sonrisa natural se la mostraba al publico.
Los jugadores debían pasar por un túnel que no
estaba a un par de metros de distancia de la tribuna, por lo que cualquier
persona podía acudir, ver, insultar y hasta escupir a cualquier persona que
fuera al camerino. Pero el pequeño solo quería ver a los jugadores, aunque no
dejaba de juzgarlos. “Pesetero le
gritaron” y el benjamín aficionado le dio la razón. Cómo un merideño va a jugar
en otro equipo y de paso alegrase por perjudicarlo, pensó. No se puede ser tan
cruel jugar para otro equipo, quitarse la camiseta de una temporada a otra y
besarla como hacen muchos ahora. El no haría eso, el se mataría por jugar en
ese Estudiantes hasta la muerte y jamás marcharse del equipo. El no sería un
pesetero.
El benjamín creció, jugó, se mudó y tuvo que
cambiar de amigos, de escuela, de equipos donde jugaba y no sabía si sentirse
un pesetero por cambiar de equipo. Años después los merideños René Torres e
Ildemaro dejaron Mineros y volvieron a jugar en Estudiantes de Mérida, ya no
eran peseteros, ya eran del equipo nuevamente, el tiempo les dio revancha no
para levantar una copa, pero si uno que otro trofeo dominical. Allí comprendió
que “no eran peseteros” sino que la vida y el fútbol es eso, un mundo de
oportunidades que no puedes darte el lujo de fallar, que los jugadores tienen
un sentimiento, pero además de eso una profesión, que muchos sueñan con
levantar una copa con su equipo como otros aficionados, pero que van a aprender
a otros equipos para que luego al volver como Ildemaro, René y otros jugadores,
se maten por el equipo. Nada mas que Estudiantes de Mérida, se sigue enredando.
Los titulares de prensa cambian, los jugadores
cambian, la tabla cambia, fecha tras fecha y todo eso cambia. El Diario del
Caroní podría haber titulado “Mineros se enredó con Estudiantes” años después
el titular podría haber sido el mismo, aunque el benjamín ya entienda que no son
peseteros.
Me gusto, saludos
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