Seguidores

lunes, 21 de marzo de 2016

Dos pasos a uno....



 Acudir a un juego de fútbol implica muchas veces, y si hacemos un inventario serio, tiempo, dinero, momentos para compartir un domingo en familia, porque no toda ansía ir al estadio. Vi que muchos hacían otro tipo de sacrificios que no estaban en mi inventario, pero como que eso es el precio de ser fanático.

Hace algún tiempo escuché que la afición de Estudiantes de Mérida era muy noble, y me he quedado con esa sensación todo el tiempo. La nobleza la medimos en ese afán o deseo  de acompañar al equipo “en la buenas y en las malas”, como los buenos amigos.

Cuando caminaba al estadio, vi que mi inventario se quedaba aún mas corto. Hay otros sacrificios que no estaban en mi "repertorio" como por ejemplo tomar hasta 3 unidades de transporte para llegar cerca del estadio, llevar al hijo a hombros porque ya está cansado y de paso caminarse unos 300 metros para llegar a la taquilla y le "tiren" las entradas.

El psicólogo Freud afirma que a través del fanatismo el hombre busca su felicidad y su seguridad. Otra definición establece “Un fanático también es aquel que se entusiasma o preocupa ciegamente por algo”.  Creo que ambas tienen razón en cierto aspecto pero la propuesta de un Sociólogo Erich Fromm establece que las personas se hacen fanáticas para “escapar de la soledad”. Esa no la entendí.

Vi en la parte trasera de la camiseta de un señor de avanzada edad, el logo de Polar, esa marca de bebidas que patrocina diversos equipos profesionales, pero no la asocié con Estudiantes sino con la del Caracas FC, y pensé que el señor quería apoyar a Estudiantes porque al ser del Caracas aplicaba esa de  “somos amigos  si tenemos enemigos  en común,”. El lento andar del señor, con cierto nivel de dificultad para caminar o cojera leve,  me dio para dar 4 pasos más y sobrepasarlo, y como no dejo que la intriga me coma, volteo para confirmar mi sospecha, pero nada que ver, la camiseta era de Estudiantes. Lamenté que viniera solo, sin compañía, caminando con gran esfuerzo. Y pensé “Este señor debe tener más cuentos que yo”

El movimiento de la taquilla era aceptable, porque con la irregularidad del equipo, la última derrota y el hecho de que el Metropolitano no ha sido nuestro fortín, hacía de pronóstico reservado la asistencia de público. Pero el hecho de que venía Táchira, a quienes le hemos aguado la fiesta mas de una vez  y ellos a nosotros, motivaba a ir al estadio y celebrar una victoria. Ir por televisión en transmisión nacional e internacional, motivaba a algunos a demostrarle al continente que en Mérida el estadio no es pelado ni la cancha ni la tribuna, como han demostrado la mayoría de las transmisiones. El efecto nobleza de la afición, seguramente cobraba vida en este juego.

Me siento al lado de una de las barras, y aunque disfruto, digiero analizo mejor el juego en soledad y en silencio, la compañía de pequeños fanáticos me estimulo a mostrarle como las barras viven el juego, aunque a veces había que taparles los oídos. Contrario a la Reserva de Admisión, me gusta que vengan fanáticos de otros equipos, eso engalana el estadio, y mas cuando están mezclados, pero como los ánimos están a flor de piel, pues es mejor tenerlos a los otros aficionados en otras tribunas. Creo que nos acostumbraros  a que nos dividan, nos enseñaron que así se vive mejor.

 Vi que hay mucha juventud en la barra, creo que hay que tener mucho aguante para estar gritando todo el partido. Por un momento vi al tamborero sobarse la mano y quitarse el guante para verificar su buen estado. Otro se tomaba la garganta y hacia movimientos tal cual estuviera inflando la bombita para seguir gritando, a lo último y producto del cansancio y frustración del partido, sus ánimos cayeron  y los improperios cambiaron dedicatoria. Algunos desde diferentes puntos, no sólo de la barra, querían pagar su frustración con el equipo visitante, el árbitro y hasta los cuerpos de seguridad con botellas y termos. Métase a Guardia le gritaron a Pérez Greco, pues el delantero tachirense le quitó el escudo a un policía y de inmediato salió corriendo al tunel. Cuando todos los visitantes pasaron, hasta el propio coco, esa mascota que puede escribir otro libro con anécdotas en cancha, llevo sus improperios.

Puta, 4 a 1 fue la derrota, fue una paliza para el equipo de Scarpeccio, “Huguito” Briceño, de Scaminacci del mismo Ruberth Morán y otros legendarios que vistieron la camiseta y para otros como Guillermo Soto Rosa, que amaba este equipo, pero además de ellos, para ese señor que caminaba cojito en soledad, que mientras yo daba 1 paso con mi hijo, él daba dos. Allí me acordé de aquella teoría que establecía que la gente busca hacerce fanática a algo porque se aleja de la soledad, a lo mejor, en su nobleza, su mejor amigo es Estudiantes.

Mientras yo manejaba a mi casa a altas horas de la noche y cerrando los vidrios para evitar malos ratos, otros, y se me quedó desbaratado mi inventario, caminaban con sus hijos al hombro, no sólo el elevado sino hasta llegar a una parada de buseta, a unos 800 o mil metros, porque ese es el precio de ser fanático de Estudiantes de Mérida.

Sígueme en Twitter y echemos cuentos @jesusalfredoSP

No hay comentarios:

Publicar un comentario