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lunes, 26 de septiembre de 2016

¿Y si nos dan unas décimas?

 “Es chiquito, ojos verdes” ¿Ese es Ruberth Morán? Me desafió con la pregunta Emiro Rivas Jérez, locutor de la vieja escuela, uno de los promotores de uno de los programas mas viejos de la radio deportiva merideña Punto Deportivo. Yo, comenzando a “naufragar” en el mundo de la radio deportiva y le afirmé la veracidad de su suposición.  Yo cubría el fútbol, tanto ULA como Estudiantes, él se decantaba por el béisbol.

La gente comenzaba a hablar de él. Estudiantes, ante la ausencia de dinero para contratar jugadores se inventaron una de: vamos a comenzar “un proceso”. Siempre las directivas año a año, venden ilusiones, pero esa vez no. La gente en el resto del país hablaba del “Mago” Stalin Rivas, un jugadorazo, de lo mejor que he visto en el fútbol nacional, pero en Mérida, Stalin ya tenía sinónimo, aunque el merideño, a la larga, le ganó la carrera.

Actualmente Ruberth, ocupa el difícil cargo de Director Técnico en Estudiantes de Mérida, el equipo que a cinco fechas lucha por permanecer en la categoría. Cómo desearía que el torneo terminara hoy, que un rayo cayera sobre la FVF y dijeran, se paraliza el torneo, se termina, no hay los modos para continuar, pero a pesar de que son los creadores de la improvisación, eso no sucederá… ¡o quien sabe!

Cuando las cosas, se ponen así, comienzan los juicios a la Directiva, al Cuerpo Técnico, a los jugadores. La frustración no pide paso, pero avanza. La decepción no sabe de matemáticas, pero suma. Aquellos días de gloria de Ruberth y esa camada de jóvenes merideños en la década del 90, parecen diferentes, distantes, no tanto por el tiempo, sino por los escenarios llenos de alegría, se respiraba un ambiente de futuro prometedor, de gloria para el fútbol merideño.

Pero me tomo un café, la sobriedad como mi principal herramienta para ver el fútbol, levanta la mano, y aunque a muchos nos cueste darle el derecho de palabra en este momento de ofuscación, porque sólo un punto nos separa del descenso, me pregunta. ¿Y que momentos eran aquellos? ¿Sobraba presupuesto? ¿Aparecieron patrocinantes?¿Nos sobraban jugadores de cartel para reforzar al equipo?¿La afición nos abandonó?¿Veníamos de ser campeones? Y aunque miré para otro lado, la misma sobriedad me enfrentó y esperaba una respuesta. No le pedí que me repitiera las preguntas, porque todas las respuestas eran impensadas, porque todas eran no.

¿Y quién fue nuestro goleador ese año? ¿Quién era nuestra figura en esa Copa Venezuela del 94?¿Quien fue la figura años después en Libertadores?¿Quien fue el goleador de aquella Vinotinto en Mar del Plata y en el Boom Vinotinto? Y en ese momento la sobriedad ya no levantaba la mano, sino me sentó y se esfumó, como para que yo mismo respondiera, como hacía instantes, porque todas las respuestas eran impensadas y todas conducían a lo mismo, ahí fui yo quien levanté la mano, para decir fue Ruberth, fue Ruberth.

Y me acordé de un pasaje de una película infantil, que compartí con mis hijos y esposa, a quien le comenté que era una buena forma de dar cabida a la tolerancia, la fe y la esperanza. “En cierta forma, el trabajo de un crítico es fácil, arriesgamos poco, tenemos poder para juzgar a aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio, prosperamos con las críticas negativas divertidas y fáciles escribir y de leer,  pero la triste verdad que debemos enfrentar,  y es que en el gran orden de las cosas, un simple bocado de basura tiene mas significado que nuestra critica. Sólo hay un momento en que un equipo arriesga algo, y es en el descubrimiento y defensa de algo nuevo, el mundo es a veces injusto con los nuevos talentos. Las nuevas creaciones necesitan amigos. (Anton Ego, Ratatouille).

No es la primera crisis, lo sabemos. Pero siempre hemos estado ahí. Empujando el último gol, sumando el último punto y si nos dan unas décimas, mucho mejor.




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