Seguidores

martes, 23 de agosto de 2016

El ojo clínico del "cata"

Dicen que los poetas tienen sus musas, esas que con su encanto logran que el mismo, les vuele la imaginación, les inspire. Para quienes nos gusta compartir nuestra experiencia, tenemos al fútbol y a nuestro equipo como inspirador y plasmar nuestras opiniones para la posteridad.

Yo, como amante de los medios desde muy pequeño, al punto de que a los siete años, armaba pequeños periódicos con lapicero, con informaciones relacionadas a mi mundo, es decir mi humilde pero siempre calurosa casa materna. Aprovechaba, sin querer, el poder de esa hojita de papel bond para criticar y mis hermanos menores hacer reir a mi mamá.
Con el pasar de los años y mi afición por el fútbol, fomentada en gran parte por mi hermano chelino, años y meses mayor que yo, vi como los medios mas importantes del país ignoraban mayúsculamente, por lo tanto me convirtió en un admirador y seguidor de los quijotescos esfuerzos de las radios por llevarnos el fútbol a nuestras gradas, generalmente pobladas de amantes de sus equipos.

Mi amor al periodismo me hizo tener la carrera de Comunicación Social como mi primera opción para estudiar. En Mérida, esa carrera era inexistente en la universidad, por lo tanto me tocó pensar en San Cristóbal como la primera y única opción, ya que allí la ULA contaba con la escuela de Periodismo. Por ello, los viajes para la inscripción en la prueba de admisión, u otros viajes necesarios, se hicieron cada vez frecuentes. Allí empecé a ver que el U. A. Táchira ocupaba muchos espacios en la ciudad, que había gran cantidad de programas dedicados exclusivamente al Unión Atlético Táchira, como se denominaba en aquella época.
Fui a Pueblo Nuevo, lugar donde se encuentra el estadio, y en la vía había carteles de los jugadores. Eran así como una especie de héroes. Aunque me costaba reconocerlo, el equipo era mas valorado que Estudiantes en la ciudad de Mérida.

Una vez Estudiantes debía jugar ante U A Táchira, pero a pesar de mis esfuerzos, me tocaba venirme casualmente el mismo domingo del encuentro. Debía estar el lunes a primera hora en Mérida para seguir con mi proceso de inscripción, así que ni modo, esperaba enterarme cuando llegase a casa.

Llego al terminal de San Cristóbal a eso de las tres de la tarde, no quería que el bus saliera dejando mis aspiraciones de periodista sólo porque no llegué temprano. En aquella época, el celular no existía, por lo tanto cero mensajes y tampoco conectar al auricular para la radio. Me gustaba que en San Cristóbal, las emisoras empezaran la previa del juego hasta 4 horas antes del encuentro. Empecé a caminar por el terminal en busca de algún local de empanaditas que tuviera una radio con el fútbol a todo pulmón, pero entre la bulla de las personas, los choferes utilizando sus voces como la principal herramienta para atraer pasajeros, mis esperanzas se desvanecieron.

El chofer de la unidad en la que yo debía abordar, empieza a calentar el autobús y a prepararse para dar marcha a nuestro viaje. ¡Mérida, Mérida! Vociferaba el de camisa blanca. La verdad, no entiendo eso de gritar en un terminal, el que va para Mérida, se monta y ya, no creo que nadie que vaya a Caracas o Maracaibo, por ese gritico se desvié de su ruta, pero bueno, parte de los dilemas que uno enfrenta en un momento de ocio y desocupación mental.

Cuando el autobús empieza a moverse, el chofer haciendo gala de sus dotes de buen lector, me mira y me lee la mente. Como si yo le hubiera exigido. Enciende la radio y empieza a mover el dial del equipo. El ruidoso sonido de las radios manuales mientras cambia de emisora en busca de música, se hace eco en los demás pasajeros. ¡Uy! Dijo la señora que iba a mi lado, quien inmediatamente despotricó de la música del vecino país. El Chofer, inquieto tanto en el volante como en la perilla del dial, sigue buscando algo que lo entretenga, “sin importar” lo que dijera la viejita.

Se me encendieron las luces y rogaba porque al chofer le gustara el fútbol, así fuera del Táchira y ¡bingo!, escuché a los comentaristas haciendo la previa. La viejita agarró un librito y sacudiendo la cabeza dio por entendido, que ya no podía hacer nada. Yo, la verdad, me sorprendí, generalmente la música es la que acompaña a todos en un viaje, pero al tipo le gustaba el fútbol. Salimos del terminal y veníamos vía Mérida. Entre el ruido del viento, la gente conversando y la radio, me hacía difícil distinguir lo que decían, pero mis orejas parecían antenas parabólicas buscando señal en medio del desierto.
Cuando el autobús se detenía era cuando escuchaba mejor, porque el viento no se manifestaba. El semáforo jugó a mi favor y en ese espacio de tiempo, cuando escuché al fallecido “Cata” Roque, un uruguayo - venezolano que inició su carrera como DT en Venezuela y fue uno de los que comenzó ese clásico añejo entre Portuguesa y Estudiantes de Mérida, dirigió 8 equipos en tres países: Venezuela, Colombia y Bolivia.  Podríamos decir que es el único venezolano campeón de una Copa América, al ganarla con Uruguay en 1956 y nacionalizarse venezolano décadas después.

En ese momento “cata” se estaba yendo a Bolivia, específicamente al San José de Oruro. Y no paraba de elogios para Ruberth Morán. No recuerdo las palabras exactas, pero él le había comentado a uno de sus amigos  que en Venezuela había un talentoso. Alguien le sugirió que se lo llevara al sur, me imaginé Uruguay o Argentina, algo tan increíble para mi, primero porque era de Estudiantes y luego, porque en esa década del noventa, los venezolanos salían poco a jugar en el extranjero y nuestras principales referencias era Angelucci en San Lorenzo de  Almagro, Rafael Dudamel en Atlético Huila de Colombia y Gianni Savarese que pintaba bien para la naciente MLS. Entre la conversación a veces poco audible de la radio y el ruido de la ventana, “cata” dijo que le quería seguir viendo y tal vez que fuera a probar a San José.

Esa temporada San José salió campeón por vez primera, nunca supe si hubo alguna conversación con el merideño, pero eso, si el uruguayo tenía un ojo clínico. Ruberth, meses mas tarde, despuntó en el preolímpico de Mar del Plata clasificando a Venezuela a una semifinal, jugo en diversos países, goleador de Copa Libertadores y formó parte de aquella vinotinto de Richard Páez que cambiaron el rumbo del fútbol nacional.


El resultado de ese encuentro queda en los datos y lo recordé porque en el pasado juego ante el Deportivo Táchira, los comentaristas de San Cristóbal, hablan del futuro de Ruberth Morán como DT, dándole siempre altos augurios para el de Los Sauzales, y vaya que pasó su primera lección en el clásico Estudiantes vs Táchira con un empate que lo mantiene invicto en su segunda experiencia como DT.

Dvo Táchira (0): José Contreras, Gerzon Chacón, Diego Araguainamo, Yuber Mosquera, Carlos Lujano, Francisco Flores, Carlos Cermeño, Louis Ángelo Peña (Jorge Rojas 56’), Edgar Pérez Greco (Sergio Herrera 74’), Giancarlo Maldonado (Juan Carlos Azócar 88’) y Jan Hurtado. DT: Carlos Maldonado.
Suplentes sin jugar: Alan Liebeskind, Eduin Quero, Agnel Flores y Luis Guerra.
Estudiantes de Mérida (0): Alejandro Araque, Marlon Bastardo (Luis Altuve 90+2’), Richard Lobo, Juan Muriel, Omar Labrador (Leonel Vielma 80’), Cristhian Rivas, Wislintos Rentería, Jhoan Arenas, Winston Azuaje, Luis Barrios y Gustavo Páez. DT: Ruberth Morán.
Suplentes sin jugar: Hermis Polanco, Rubén Rivas, Edixon Mena, Yunior Valbuena y Mario Mosquera.
Amonestados: Gerzon Chacón 60’ y Diego Araguinamo 64’ (TAC) Cristhian Rivas 29’ Wislintons Rentería 43’ Marlon Bastardo 65’ y Omar Labrador 77’ (EST)
Estadio: Pueblo Nuevo en San Cristóbal
Asistencia: 4.249 personas
Delegado FVF: Pietra Bua

No hay comentarios:

Publicar un comentario