Saca el equipo del Portuguesa con aquellas ganas como si
fuera el minuto 90 de un juego sin trascendencia y en el que la paridad en el resultado fuera el mejor negocio. Algunos equipos apuestan por sorprender desde
el primer minuto, otros optan por continuar esa jugada de entrenamiento en que
todos los jugadores tocan la pelota de un lado a otro como para saludarla, acariciarla
y decirle que en sus pies es bien tratada, como novia nueva en la primera cita.
Pero siempre puede ocurrir un resbalón, el marcador izquierdo decide retroceder
la pelota al arquero ante la presión del contrario, ese que venía corriendo en
forma de Zigzag desde hacía 15 segundos, justo desde el pitazo inicial.
Los brazos se hicieron cortos, el salto sería inútil y sólo
el acompañamiento visual era el mas cercano contacto entre el arquero y la
pelota, que lentamente iba cayendo como el ánimo, ese que viene del camerino,
de los jugadores del equipo llanero. El DT, quien con manos en lo alto en
exclamación de sorpresa, los fue bajando lentamente hasta hacer contacto con la cabeza, lamentaba en ese
momento, la nula comunicación entre defensa y arquero. Si lo hubiese
practicado, no hubiese salido tan bien, quizás pensó. Iban 17 segundos, y ya el
Portuguesa debía sacar nuevamente desde el punto central, a pesar de que ningún
jugador de ULA FC, la había tocado. Fue el gol mas rápido que pude ver en el
Soto Rosa, y la impresión eterna de que el pentacampeón, como lo conocí
posteriormente, era un equipo que ofrecía lo mismo que en esos 17 segundos
anteriores.
Cuando en Mérida había dos equipos, cada equipo foráneo
debía visitar la ciudad en dos oportunidades. Cuando vinieron a jugar con
Estudiantes de Mérida, comencé a comprender, que a pesar de la regular campaña
del equipo albirojo durante ese año, estos equipos eran los rivales en décadas
pasadas, que habían sido protagonistas en torneos nacionales y Libertadores,
que esa sensación del gol al segundo 17 ante el otro rival de casa, había sido
un accidente de ese día, pero que en épocas anteriores no hubiese ocurrido tan inocentemente,
porque era un equipo por el que pasaron jugadores mundialistas, e inclusive su
camisa fue portada por jugadores que levantaron hasta una copa mundial.
Empecé a documentarme, a averiguar en las escasas fuentes, pero
la verdad lo poco no fue suficiente. Lo irrisorio que recabé no sirvió para
borrarme esa gris imagen, y la grandeza de esos clásicos, al margen de algunos
datos, cuentos, anécdotas y estadísticas no me transmitieron lo que vivirían
aquellos hinchas de la época. Sobresale como el Pico Bolívar en el llano, la
venta de Richard Páez quien militaba en el equipo académico y que pasaba a
formar parte del equipo rival, el Portuguesa. Para algunos de la época fue como
vender la gallina de los huevos de oro al colosal corral del frente. Era darle
goles, personalidad y liderazgo al rival, amolamos y vendimos nuestro cuchillo.
Y no sobresale sólo por el protagonista o el nombre, si no también por los $250.000,00
en que se tasó la transacción, una de
las mas altas de la historia del fútbol venezolano.
Desde que pisé una grada a finales de los 80, el equipo
llanero ha sido una copia de aquel timorato defensa, mientras que Estudiantes
de Mérida FC, se ha atrevido un poco mas, nos ha hecho disfrutar de más
glorias, pero nos sigue debiendo. Lo que me han contado de esa
rivalidad debe estar inspirada en lo mismo que nos ha encantado a los merideños
como esas leyendas de Las 5 Águilas Blancas, La Hechicera, en fin esos desafíos literarios que
se impregnan en nuestra costumbre y pareciera que el tiempo no nos dará la
dicha de revivirla. Tal vez esos 17 segundos también fueron congelados por la pluma de Don Tulio Febres Cordero y quería darnos a entender que ese tiempo es la real imagen de lo que representa ese clásico en la actualidad. Si nos dejamos llevar por el juego entre Portuguesa y Estudiantes, disputado en
Acarigua y que correspondió a una fecha mas del campeonato 2016, empatado a dos goles, estoy seguro que la Pluma del escritor merideño, tuvo algo que ver en las memorias de ese clásico.
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