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lunes, 25 de julio de 2016

Ahí viene el lobo

Mi relación con el fútbol y en especial con Estudiantes de Mérida, es proporcional con mi mudanza desde mi frío y pujante Pueblo Llano a esta ciudad a finales de los 80,  que aunque pertenezca al mismo estado, futbolísticamente me mostró que estaba en otro lugar.

Uno de los primeros en hablarme de Estudiantes fue mi primo, un chico 2 o 3 años mayor que yo, y que ya portaba un carnet del equipo. Eso sí, nunca pagó una mensualidad, sólo pasó por administración para registrarse y con su carnet entraba a cada juego, eso no lo entendía. Yo venía de un club de fútbol sala, llamado La Placita, que cada martes o jueves hacía una reunión, y las finanzas ocupaban dos o tres puntos importantes. Pero en Estudiantes, mi primo no pagaba, ahí comencé a entender que la cosa no iba bien.

“Esta temporada vienen puros uruguayos”, me dijo un día mi primo casi celebrando que ya éramos campeones, y que íbamos a emular hechos en Copa Libertadores.  Yo sonreí y como no había internet, lo que dijera mi primo era santa palabra, era una fuente tan confiable como wikileaks. Los días pasaron y la llegada de dos colombianos tumbaron las fuentes de mi primo, a quien no lo nombro, porque todavía lo están correteando los de la pasada administración. A esos, si les gustaba la plata.

Con el pasar de los años, la historia iba y venía. Gerencia nueva, metas nuevas, pero en la cancha los resultados demostraban lo contrario. Salvo algunas excepciones, el resultado siempre fue el mismo, desilusión, y el imborrable descenso. Año a año, dejé de creerles, año a año me alejé del estadio, pero no del equipo.

Una vez, mis hijos me pidieron que les leyera un cuento. Seleccionaron uno llamado El Pastorcito Mentiroso, en el cual, un pastor se divertía gritando para hacer creer que el lobo estaba devorando sus ovejas. Los aldeanos, al escuchar el grito salían en su auxilio, pero obviamente nunca había lobos. El día que dejaron de creerle, fue el mismo en que efectivamente llegó el temible animal y  los atacó. Nadie respondió a sus gritos, porque como siempre mentía, nadie le creía.

Este cuento se convirtió en su lectura favorita, hasta el punto de que una vez mi niña la representó en un acto escolar. Al mismo tiempo, se convirtió en una herramienta familiar de valores para minimizar las mentiritas infantiles ante sus padres. Creo que ha funcionado.

Al margen de aquellos anuncios futbolísticos, una vez escuché hablar de una sede para el equipo, con cancha, gimnasio, piscina, entre otros lujos deportivos que mi mente apenas alcanzaba a imaginar, porque cuando comenzaba a hacerlo, empezaba a frotarme las manos, y no hay nada tan truncado para el cerebro, como la emoción. Tampoco ocurrió tal cosa, la máquina de escribir nunca llegó y ni una computadora Canaima le dejaron al equipo.

“Vamos a traer a Batistuta” dijo una vez un directivo, que seguramente inflado por sus súbditos y el bolsillo del equipo, se le ocurrió hacer tal anuncio, creyendo que el dinero en polvo todo lo puede. No le coloquemos calificativos peyorativos, eso sobra en la calle, llamémoslos pastorcitos, para darle esa connotación de ingenuidad, inocencia y buenos samaritanos, pero pobres pastorcitos, nos volvieron a mentir: ni uruguayos, ni Batistuta, ni títulos, ni sede y se la pasaron toda la vida pastoreándonos.

Hoy, el equipo y la nueva junta directiva asumieron un nuevo reto, no soy parte de la aldea que juzgó al pastorcito, aún no han mencionado al lobo, pero en el juego pasado ante Carabobo, vi a muchas ovejas mojarse infructuosamente, a otras trasquiladas en su desesperación porque el lobo del descenso ya está ladrando, otras simplemente detrás del rebaño vemos aún con cautela para que el pastorcito no nos mienta.

2 comentarios:

  1. Estimado Jesús Santiago (y la estima expresada va en honrosa sintonía con el vocabulario y la redacción llena de buenos modos. Amén del buen simil que haces con lo pastorcitos y el lobo). Comparto además tu comentario, porque lleva rato inastaurada en nuestro fútbol una repetida manía propagandística que pareciera ser de seducción para propios y extraños (seguidores o no de los equipos que la emiten) a costa de lo que sea, la tristemente conocida "venta de humo". Con ello quiero sí marcar distancia de valoraciones o señalamientos hacia nadie en particular o cuerpo multisectorial de profesionales, pues no ayuda en mucho y tampoco suelo intervenir con tales varas de medición; siempre es sabido que el auténtico baremo de los cuerpos técnicos en fútbol profesional son los resultados. Pero, más a fondo, es largo el trayecto, como bien lo dices, en proyectos que se hicieron ilusorios, lo duro! echando un vistazo al fúbol venezolano, el "nuestro" es que de ésta sensacionalista enfermedad parecieran padecer algunos más además de Estudiantes de Mérida (Institución a la que también le tengo afecto, dada la Ciudad que me recibió hace algunas lunas también). Ese efecto pantalla es al que me refiero y debe oponérsele, máxime con una comunidad futbolera como la merideña que está ávida de respuestas coherentes desde sus colores amados, de logros nuevos; pero sabemos que el tema también por estos lados es Estructural, amigo Jesús. Organizacionalmente se deja mucho que desear e insitimos con querer "innovar" sin siquiera haber conformado un mediano andamiaje gerencial puertas adentro. Por ello fácil es confundir innovación con improvisación, en el intento desesperado por vender propuestas. Improvisar es lo que impera, amén de la reiterada emoción por los flash de las cámaras fotográficas y la "notoriedad" que dan las redes (disque sociales). Con algo de dinerito, entro a subasta publicitaria y quién da más...

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    1. Saludos amigo, gracias por el tiempo dedicado a acotar nuestro cuento. Además agradecer las buenas reflexiones, esperamos que el Lobo,no nos coma.

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