¿Vas a seguir con
el equipo? le pregunté.
- “No sé, no he firmado contrato” exclamaba el chico, con ese acento sureño que al escucharlo, se me viene a la mente la garra charrua, porque no fueron solamente aquellos 11 de 1950 encabezados por Varela o Ghiccia, sino otros tantos que hasta mordiendo al contrario o la pelota se hacen sentir en la cancha.
- “No sé, no he firmado contrato” exclamaba el chico, con ese acento sureño que al escucharlo, se me viene a la mente la garra charrua, porque no fueron solamente aquellos 11 de 1950 encabezados por Varela o Ghiccia, sino otros tantos que hasta mordiendo al contrario o la pelota se hacen sentir en la cancha.
Era una tarde
post temporada y aunque Carlitos no conocía mi cercanía o afición al deporte,
fue muy abierto al hablar conmigo.
- “Me quiero quedar, vamos a esperar que pasa” dijo para cerra la breve pero eterna conversación.
Hubo en silencio y no quedó mas que agradecerle de mi parte por haber dado todo por el equipo en su primera temporada y es que cuando alguien viene a tu país y le pone corazón, respeto, simpatía por lo nuestro, no queda otra cosa mas que eso, muy diferente a quienes quieren venir con su brillo a opacar lo nuestro.
- “Me quiero quedar, vamos a esperar que pasa” dijo para cerra la breve pero eterna conversación.
Hubo en silencio y no quedó mas que agradecerle de mi parte por haber dado todo por el equipo en su primera temporada y es que cuando alguien viene a tu país y le pone corazón, respeto, simpatía por lo nuestro, no queda otra cosa mas que eso, muy diferente a quienes quieren venir con su brillo a opacar lo nuestro.
Me imagino que
estaban en una “picadita” como le dicen en el sur, en el restaurante campestre vía
páramo, donde seguramente observó en muchas oportunidades el museo del equipo que ostenta
aquel lugar y es muy probable que acompañara el empujoncito a uno de sus chicos
en el columpio del parque, con el mirar a tantas imágenes y recuerdos que allí
moran.
Seguramente en
ese mismo lugar, propiedad de una de las históricas figuras eternas de Estudiantes
de Mérida, escuchó las anécdotas de viajar en un
bus ochentoso hasta 20 horas y bajarse a jugar un partido de fútbol profesional
para traerse una victoria u otras historias de las tantas que de allí se pueden
tomar, que le hizo palpar, vivir y sentir al equipo como un merideño mas.
“La Torre” de
Castro como lo escuché algunas veces en la radio, era eso, no por su altura sino
porque como lo dijo aquel escritor italiano Dante Alighieri “Sé firme como una
torre, cuya cúspide no se doblega jamás al embate de los tiempos”. Y es que el “tipo”
no se doblegaba, si venía que no alcanzaba al delantero, metía la pierna como
sea pero “cómodo no quedaba”. No se doblegaba porque en los tiros de esquina
corría a buscar el puntillazo o el cabezazo para alegrar a su hinchada. Esa que
celebró sus goles mas recordados ante Carabobo y Táchira.
Por Estudiantes
de Mérida, han pasado muchos jugadores extranjeros, algunos buenos, otros que
han dejado poco. Algunos agradecidos otros que han demandado sin quitarle la
razón. Otros que han pasado por aquí y poco se les recuerda. Unos que llevaron
al equipo a cosas grandes, otros que lo ayudaron a enterrar. Algunos se fueron,
otros se quedaron. Algunos vinieron en épocas doradas, otros como Carlitos de
Castro, siempre vivieron las verdes, pues es innegable que no vino en los
mejores momentos del equipo, pero eso si, se quedó, se fue y volvió….
Algo que siempre
me llamó la atención es que a pesar de los cambios de directiva, de
regular a pésima gestión, es que estas siempre contaron con el uruguayo.
¿Acaso no había otros centrales extranjeros o venezolanos? ¿Estas Juntas
Directivas si tomaban de acuerdo el sentimiento de la afición sobre el jugador?
o es que su destino estaba destinado a que terminara su carrera en la tierra en
que muchos otros charruas han dejado no sólo “la garra” sino también el corazón”.
Me retiré del
restaurante con aquella sensación de que quieres seguir hablando de fútbol con
gente de fútbol, pero la poca confianza y lo silencioso del jugador no dio para
mas, pero me quedó la misma sensación que esa parilla argentina, con el mismo
deseo de volverla a comer, Quizás a “la Torre” le quedó la misma, la digirió
bien y le quedó esa sensación de querer volver, y volvió y se quedó en el corazón
de los merideños…
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