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lunes, 22 de marzo de 2021

El Milagro de Tony

Pueblo Llano 26 de diciembre de 1986, última semana completa del mes y del año. Cualquier persona de mi generación, mi pueblo y con la pasión que siempre me ha caracterizado y seguramente con la que voy a morir, sabe que ocurrió aquella semana en el asfalto pintado de la calle Independencia y lo que estaba por ocurrir. No es ningún misterio, pero se le parece.

Sólo necesitábamos el otro finalista para cerrar aquella Semana Deportiva con broche de oro. Un torneo que año a año, sumaba emoción, pasión, rivalidad y que junto al ritmo de la gaita, hallacas y pólvora decoraba diciembre para culminar el año sin nada mas que pedir, sólo agradecer y quemar el feo muñeco que representaba el año viejo.

El primer finalista, el tricampeón La Placita había eliminado al Cosmos de Santo Domingo con algo de polémica, menos mal no había VAR, de otra manera aquel jugador de colita larga en el cabello, hubiese acabado con la existencia de los televisores, luego del cuarto gol de “Camisita”, el hombre de los dos palitos, el número 11 como le decía “Chico” el narrador.

La gran final pintaba para clásico. Teniendo a La Placita en la final sólo faltaba Un Solo Pueblo para que esa “pintura” quedara colgada en el Ateneo o el museo del pueblo. Pero antes Un Solo Pueblo debía derrotar a Valparaíso de Las Piedras, un rival accesible del pueblo vecino, pero con un santo, ausente hasta aquel día del listado del Vaticano.

El jolgorio de Un Solo Pueblo era evidente, no sólo la final estaba cerca, sino que regresaban luego de estar ausentes el año anterior, porque en la Semana Deportiva previa, la de 1985, el rival de La Placita en la final fue Independiente La Culata al cual derrotó por 3 goles a 1. 

El partido arrancó cómo era evidente, Un Solo Pueblo como candidato al triunfo, estaba dominando el partido a placer cada centímetro, cada jugada. No lo dejaba soltar. Cuando se dieron cuenta que el rival estaba desconcertado comenzaron los ataques y disparos al arco. 


Tony, el arquero de Valparaíso fue ganando protagonismo.  Sentí que la cancha estaba inclinada porque una vez efectuaba un saque de meta, al instante estaba recibiendo disparos cada vez más fuertes. Un Solo Pueblo, intentaba por las esquinas, por abajo, por la derecha, por la izquierda. La poca resistencia del rival les permitía a los delanteros de Un Solo Pueblo probar cualquier jugada, seguro tendrían otra, pero hay que subrayar, que Tony no dejaba pasar ni una mosca.


Sí Zulia recibió en aquella Sudamericana 49 disparos al arco y no recibió ni un gol en Bolivia, Valparaíso, con Tony como guardameta, recibió 400 disparos, sin gol, hasta aquella jugada que cambió el destino del Cuadro de Honor de los jugadores de la Semana Deportiva de Pueblo Llano, un espacio siempre reservado para jugadores locales.

En el ataque número 500, Un Solo Pueblo estaba ya ofuscado porque los tiros penales estaban cada vez más cerca y donde Tony, el gran salvador de Valparaíso, sería seguramente siendo figura. Los centrales, fatigados de correr detrás de la pelota, detrás de los rivales y de aplaudirle al portero, dejaron en manos de Dios un pase largo en los minutos finales y digo en manos de Dios porque esta vez las del Tony se congelaron, no respondieron.

Ahí venía él otra vez, el de la camiseta 8, el mismo de siempre corriendo entre los centrales y esta vez con un disparo de la misma intensidad, furia y rabia que los anteriores, Pero esta vez, fue diferente, Carlos Emiliano, el delantero de Un solo Pueblo, desnudó no al heroico rendimiento, sino el hastío de Tony que no pudo más, que decidió deponer sus armas y bajar cuartel.

Justo antes del impacto, mientras el disparo agarraba dirección, el ya beatificado San Tony se voltea, cierra los ojos, y se rinde como aquel animal silvestre que baja rendida su mirada porque ya se siente presa y con el mismo instinto con que detuvo 500 disparos, con ese mismo instinto busca protección y da la espalda a su agresor, a la pelota.

El nuevo beato San Tony, huele el viento y siente que ya viene la pelota a la velocidad del Concord. Ya volteado, de espaldas al balón y mirando a su infranqueable red, el último instinto de Tony fue agarrarse la cabeza. Algunos dicen que era para protegérsela, pero sentí que era una fiel señal del naciente arrepentimiento, con su equipo, con su pueblito, y que en el fondo deseaba retroceder el tiempo y enfrentar aquella jugada, otro misil.

Tony entreabre los ojos esperando su condena al olvido, el gol de Un Solo Pueblo, pero un fuerte golpe entre el lomo y la espalda, sentenció que Tony, se había erigido como la figura de la Semana Deportiva de Pueblo Llano y enviado aquel balón, aquel misil al último tiro de esquina del partido.


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