Seguidores

martes, 2 de marzo de 2021

"Monito" Rivas, y su gran invención.

Este no es un cuento cualquiera, es de un “tipo” que tuvo poco reconocimiento, pero su creación aún sacude a la FIFA, trastorna mi conciencia y mi talento. Algunos se conforman con decir que fue el primer futbolista en anotar un gol olímpico en el Guillermo Soto Rosa, en realidad no fue uno, sino tres, pero dos de ellos anulados. Otros lo gratificaron con decir que fue un jugador identificado con Estudiantes de Mérida, pero yo voy más allá de eso, fue el creador de algo que la FIFA le robó y adoptó décadas después.

Aquel día en su condición de profesor fue un tanto intolerante, no lo culpo. Estar por horas gritando en las canchas del estadio Lourdes bajo un sol inclemente, derretía el temperamento a cualquiera. El profe, queriendo romper el círculo central donde organizaba a los jugadores, nos preguntó la categoría. Todos se fueron a la categoría A, B y C  dependiendo de la edad, como era en aquellos años 90, ¡Todos!, menos yo.

-“¿Y usted en que categoría juega?” me pregunta, con tono de inquietud o desesperación.

Cuando finalmente sentí que iba a formar parte de un equipo, me volví un manojo de nervios, a tal punto que se me había olvidado mi categoría. Entre sus disertaciones de “vaya para aquel grupo”, “¿Qué posición juega?” sentí que ese día el “Monito” Rivas, como se le conocía cariñosamente, estableció lo que la FIFA, aún no ha logrado implementar en todas las ligas pero practicó perfectamente conmigo.

Finalmente me manda al banquillo de la categoría B, como correspondía. El sol inclemente, el sonido de los carros subiendo por la avenida Don Tulio y el sonido de las bocinas se apoderaban de mi tranquilidad y eventualmente me abrumaba la desesperación por jugar.

Y ahí estaba yo, aburrido, sentado en el banquillo como esculpiendo mi propia estatua. Luego de un largo rato, el Monito se apiadó de mí y me llama a la línea lateral. Sentí que finalmente mi potencial sería observado, que mi carrera estaba dando sus pasos iniciales.

Me pregunta “¿Puede jugar de extremo?” y yo con aquel deseo de tocar la pelota y mostrarme le dije, “por su puesto”, aunque en realidad, como buen practicante de fútbol sala, y no de fútbol campo, sólo sabía defender y atacar. Le pregunté con cierta emoción si ya iba a jugar, pero lanza una mirada diagonal y me dice “siéntese, descanse, tome agua”

Segundos más tarde, me llama a hacer estiramiento, pero de inmediato y sin más preámbulo suena el pito. En ese preciso instante, el tiempo se detiene para mí, pero el nuevo pitazo lo reactiva y el “monito” me grita “juega de extremo por derecha”. De inmediato comienza mi derroche de talento. Cuando mi equipo atacaba, yo pisaba el área contraria y cuando nos atacaban pisaba el área propia. A ese ritmo, corrí en 3 minutos, lo que no había corrido en mi sedentaria vida. Con la lengua afuera me di cuenta que no estaba jugando de extremo, sino de extremista, corriendo como loco.

Suena el pito, el profe me llama y me dice “siéntese, descanse tome agua”. Agradecí al monito Rivas que me sacara del juego porque un minuto más y terminaría fulminado en las canchas del estadio Lourdes. “Este es más malo que la carne ´e pote” lo oí murmurar. Honestamente, nunca supe sí ese comentario era conmigo, pero no me metió más nunca. Con el pasar de los minutos, los meses y décadas me di cuenta que mi talento para el fútbol se había agotado en 3 minutos, y que aquella tarde soleada merideña en el estadio Lourdes, Miguel Ángel “Monito” Rivas con mi protagonismo, había creado y patentado, lo que la FIFA nombraría dos décadas después, el Tiempo de Hidratación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario