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lunes, 1 de julio de 2019

Rubben, la eterna promesa

Si hay algo que me gusta de los europeos es su organización y constancia en todo y no se los digo porque me lo dijeron, sino porque tengo un remordimiento que a veces no me deja dormir. Dicen que cuando uno se levanta a las 3 de la mañana es porque lo tienta el diablo, pero a mí no, confieso que la conciencia es lo que me jode.

En mi época de estudiante, me voy a hacer pasantías a República Dominicana, y cada vez que la gerencia quería proyectar un juego de fútbol para sus huéspedes de mayoría alemana, holandesa y británica, les decía a los de recepción, que se encargaran de la logística. Los recepcionistas, todos dominicanos,  tenían una destreza impresionante para hablar 4 y 5 idiomas, así que se les hacía fácil, comunicarse con ellos verbalmente, pero  cuando llegaban los huéspedes al salón de proyección se sentían desubicados. Colocaban imágenes de Sammy Sosa, Felipe Alou entre otros retratos de beisbolistas dominicanos además de  un bate y un balón de fútbol.

Poco a poco me fui ganando a la Directora del hotel, una chica de unos 35 años, discúlpenme, sé que la edad de las mujeres no se divulga, pero hay detalles que no debo dejar pasar como su altura 1,80 aproximadamente, rubia hasta las cejas, ojos verdes y un acento español sensual, hasta que se le salían unos insultos en catalán cuando le llegaban quejas.

Por mi origen sudamericano me pide que organice la logística de los juegos de fútbol, porque la última vez, la persona encargada les quitó el audio del encuentro y les puso bachata y merengue “ripeao”, el merengue mas autóctono de la isla con el fin de que la pasaran bien porque el juego del Bayern de Munich le parecía muy aburrido. Creo que ese día, mi flamante directora habló más catalán que en un kinder de Barcelona. No era perfecta, era perfeccionista.

Así fue, ese trabajo era lo máximo. Yo me  encargaba de hablar con mantenimiento para el sonido e iluminación. Le dije a mi super Directora que me aprobara meriendas y montáramos un mini bar en el salón para que los huéspedes no tuvieran que ir al bar y gozar de un centro de consumo y ventas en al área. Puedo decir con orgullo, que de 40 personas que iban a los juegos pasaron a 200 en tres semanas, porque creamos un ambiente futbolero.

No puedo negar que tuve  mucho apoyo y mi éxtasis fue cuando la gerencia en pleno fue a ver un encuentro del Barcelona contra Atlético de Bilbao. Ese día salieron embriagados, gritando y sobretodo satisfechos por el ambiente entre los huéspedes y la gerencia quienes acordaron hacerlo entre semana y no sólo los sábados o domingos.

Yo me sentía como el DT de ese equipo. Mi trabajo antes de los 90 minutos ya estaba hecho. Organizar, llamar, hacer pedidos, montajes, y durante el juego hacer supervisión. Poco a poco me di a la tarea de hablar con los huéspedes, en principio conversaciones muy diplomáticas, luego cada vez que alguien hacía gol los celebraba con ellos y si metía gol el otro equipo, me iba a celebrar con los otros, Ellos se reían y me decían palabras que yo no entendía en ocasiones, pero seguramente significaba pastelero, pero todos disfrutábamos. Esa jugada de hablar con los huéspedes me hizo ganar mucho rédito porque les sacaba información de quejas o debilidades del hotel y se las comunicaba al supervisor del área o a Dirección.

Decir Ich habe einen Freund aus Stuttgart (Yo tengo  un amigo en Stuttgart) y Muxus (besos en Vasco) me hicieron romper el hielo con alemanes y bilbaínos. El grupo, antes de ir a la piscina, diariamente iban al salón, me buscaban, y hablábamos de todo. Recuerdo particularmente a Rubben de Stuttgart Alemania y su esposa, no la detallo porque prefiero que se queden con la imagen rimbombante y real de la directora, pero era un placer pasar por la piscina y saludarlos.

Hablamos de fútbol y sacó pecho porque su equipo, el Stuttgart se iba a enfrentar al Feyernoord de Holanda en la Copa UEFA. Yo sabía que Estudiantes de Mérida iba a Libertadores, pero en Punta Cana las personas iban a aislarse del mundo y me encontraba desactualizado. La gerencia hacía pocos esfuerzos por tener Internet de dominio público, así que yo debía esperar a tener día libre para navegar y enterarme del mundo.

Antes de regresar, el grupo de unos 20 alemanes me buscaron y me agradecieron las atenciones. Compartimos correo electrónico y dirección, como se estilaba en aquella época, me regalaron algunas cosas que no podían llevarse y hasta 50 pesos dominicanos porque no lo usarían más nunca.  Rubben y 2 chicos más me prometieron que volverían el próximo año, pero lanzaron la promesa de que si el equipo de Stuttgart le ganaba al equipo holandés, me enviarían una camiseta original. De vuelta, yo les prometí que si Estudiantes de Mérida avanzaba en Libertadores en aquellos años 99 o quedábamos campeones, yo haría lo mismo.

Alemanes, españoles, ingleses, canadienses iban y venían. Un buen día me llaman de recepción y la operadora (representante de agencia de viajes) me entrega una carta. La abro y era un escrito de mis amigos de Stuttgart. Pienso dentro de mí, ¿Por qué carajo me la mandaron en alemán si yo sólo sé decir Ich habe einen Freund aus Stuttgart?  Le agradezco a la chica y de inmediato ella sonríe y me muestra otro paquete que al abrirlo era la camiseta blanco y roja con un logo hermoso que decía VfB Stuttgart y asumo que le habían ganado a los holandeses. Honestamente me alegré en demasía, no por la camiseta, la cual nunca pude usar porque esos cabeza cuadradas pensaron que yo iba a crecer 15 centímetros más, cosa que nunca ocurrió, sino por el gesto. 

Estudiantes trascendió en Libertadores, llegando a ocupar el puesto quinto de América. Años después quedó campeón, aunque no absoluto y vivió  épocas gloriosas. Yo perdí la dirección de Rubben, me mudé a otros países y les perdí la pista a ellos, al Stuttgart y a otros conocidos con los que también compartí. Nunca envié la camiseta, no soy europeo, a pesar de que pude haber intentado ubicarlos con el correo electrónico, el cual yace en cualquier basurero de aquella isla  o en la papelera de recliclaje.

Cuando José Manríquez patea con nervios de acero ese penal para conquistar el campeonato ante Mineros de Guayana en Cachamay en la final del torneo apertura 2019, me di cuenta de que mucha gente había hecho promesas y que yo no. Le dejé todo a Dios y a sus buenas intenciones. En ese momento recuerdo a Rubben, en cualquier lugar de Alemania, su gesto,  su equipo y me doy cuenta que el VfB Stuttgart ya no está en la Bundesliga sino que descendió. Yo puedo apuntar hoy Ich habe einen Freund aus Stuttgart que se llama Rubben y quiero decirle que también trascendimos en aquella Libertadores, que quedamos campeones, que tranquilo que también estuvimos en segunda y que hoy, 20 años después, quiero pagar mi promesa de enviarle la camiseta del campeón del fútbol venezolano, Estudiantes de Mérida.

@jesusalfredosp

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