Si hay algo que me gusta de los europeos es su organización y constancia en
todo y no se los digo porque me lo dijeron, sino porque tengo un remordimiento
que a veces no me deja dormir. Dicen que cuando uno se levanta a las 3 de la
mañana es porque lo tienta el diablo, pero a mí no, confieso que la conciencia
es lo que me jode.
En mi época de estudiante, me voy a hacer pasantías a República Dominicana,
y cada vez que la gerencia quería proyectar un juego de fútbol para sus
huéspedes de mayoría alemana, holandesa y británica, les decía a los de
recepción, que se encargaran de la logística. Los recepcionistas, todos
dominicanos, tenían una destreza
impresionante para hablar 4 y 5 idiomas, así que se les hacía fácil, comunicarse
con ellos verbalmente, pero cuando
llegaban los huéspedes al salón de proyección se sentían desubicados. Colocaban
imágenes de Sammy Sosa, Felipe Alou entre otros retratos de beisbolistas
dominicanos además de un bate y un balón
de fútbol.
Poco a poco me fui ganando a la Directora del hotel, una chica de unos 35
años, discúlpenme, sé que la edad de las mujeres no se divulga, pero hay
detalles que no debo dejar pasar como su altura 1,80 aproximadamente, rubia
hasta las cejas, ojos verdes y un acento español sensual, hasta que se le
salían unos insultos en catalán cuando le llegaban quejas.
Por mi origen sudamericano me pide que organice la logística de los juegos
de fútbol, porque la última vez, la persona encargada les quitó el audio
del encuentro y les puso bachata y merengue “ripeao”, el merengue mas autóctono
de la isla con el fin de que la pasaran bien porque el juego del Bayern de
Munich le parecía muy aburrido. Creo que ese día, mi flamante directora habló más
catalán que en un kinder de Barcelona. No era perfecta, era perfeccionista.
Así fue, ese trabajo era lo máximo. Yo me
encargaba de hablar con mantenimiento para el sonido e iluminación. Le
dije a mi super Directora que me aprobara meriendas y montáramos un mini bar en
el salón para que los huéspedes no tuvieran que ir al bar y gozar de un centro
de consumo y ventas en al área. Puedo decir con orgullo, que de 40
personas que iban a los juegos pasaron a 200 en tres semanas, porque creamos un
ambiente futbolero.
No puedo negar que tuve mucho apoyo
y mi éxtasis fue cuando la gerencia en pleno fue a ver un encuentro del
Barcelona contra Atlético de Bilbao. Ese día salieron embriagados, gritando y
sobretodo satisfechos por el ambiente entre los huéspedes y la gerencia quienes
acordaron hacerlo entre semana y no sólo los sábados o domingos.
Yo me sentía como el DT de ese equipo. Mi trabajo antes de los 90 minutos
ya estaba hecho. Organizar, llamar, hacer pedidos, montajes, y durante el juego
hacer supervisión. Poco a poco me di a la tarea de hablar con los huéspedes, en principio conversaciones muy diplomáticas, luego cada vez que
alguien hacía gol los celebraba con ellos y si metía gol el otro equipo, me iba
a celebrar con los otros, Ellos se reían y me decían palabras que yo no
entendía en ocasiones, pero seguramente significaba pastelero, pero todos disfrutábamos.
Esa jugada de hablar con los huéspedes me hizo ganar mucho rédito porque les
sacaba información de quejas o debilidades del hotel y se las comunicaba al
supervisor del área o a Dirección.
Decir Ich habe einen Freund aus Stuttgart (Yo tengo un
amigo en Stuttgart) y Muxus (besos en Vasco) me hicieron romper el hielo con
alemanes y bilbaínos. El grupo, antes de ir a la piscina, diariamente iban al
salón, me buscaban, y hablábamos de todo. Recuerdo particularmente a Rubben de
Stuttgart Alemania y su esposa, no la detallo porque prefiero que se queden con
la imagen rimbombante y real de la directora, pero era un placer pasar por la
piscina y saludarlos.
Hablamos de fútbol y sacó pecho porque su equipo, el Stuttgart se iba a enfrentar
al Feyernoord de Holanda en la Copa UEFA. Yo sabía que Estudiantes de Mérida
iba a Libertadores, pero en Punta Cana las personas iban a
aislarse del mundo y me encontraba desactualizado. La gerencia hacía pocos esfuerzos por
tener Internet de dominio público, así que yo debía esperar a tener día libre
para navegar y enterarme del mundo.
Antes de regresar, el grupo de unos 20 alemanes me buscaron y me
agradecieron las atenciones. Compartimos correo electrónico y dirección, como
se estilaba en aquella época, me regalaron algunas cosas que no podían llevarse
y hasta 50 pesos dominicanos porque no lo usarían más nunca. Rubben y 2 chicos más me prometieron que
volverían el próximo año, pero lanzaron la promesa de que si el equipo de
Stuttgart le ganaba al equipo holandés, me enviarían una camiseta original. De
vuelta, yo les prometí que si Estudiantes de Mérida avanzaba en Libertadores en
aquellos años 99 o quedábamos campeones, yo haría lo mismo.
Alemanes, españoles, ingleses, canadienses iban y venían. Un buen día me
llaman de recepción y la operadora (representante de agencia de viajes) me
entrega una carta. La abro y era un escrito de mis amigos de Stuttgart. Pienso dentro de mí, ¿Por qué carajo me la mandaron en alemán si yo
sólo sé decir Ich habe einen Freund aus Stuttgart? Le agradezco a
la chica y de inmediato ella sonríe y me muestra otro paquete que al abrirlo
era la camiseta blanco y roja con un logo hermoso que decía VfB Stuttgart y
asumo que le habían ganado a los holandeses. Honestamente me alegré en demasía,
no por la camiseta, la cual nunca pude usar porque esos cabeza cuadradas
pensaron que yo iba a crecer 15 centímetros más, cosa que nunca ocurrió, sino
por el gesto.
Estudiantes trascendió en Libertadores, llegando a ocupar el puesto quinto
de América. Años después quedó campeón, aunque no absoluto y vivió épocas gloriosas. Yo perdí la dirección de
Rubben, me mudé a otros países y les perdí la pista a ellos, al Stuttgart y a
otros conocidos con los que también compartí. Nunca envié la camiseta, no soy
europeo, a pesar de que pude haber intentado ubicarlos con el correo
electrónico, el cual yace en cualquier basurero de aquella isla o en la papelera de recliclaje.
Cuando José Manríquez patea con nervios de acero ese penal para conquistar
el campeonato ante Mineros de Guayana en Cachamay en la final del torneo apertura 2019, me
di cuenta de que mucha gente había hecho promesas y que yo no. Le dejé todo a
Dios y a sus buenas intenciones. En ese momento recuerdo a Rubben, en cualquier lugar de
Alemania, su gesto, su equipo y me doy
cuenta que el VfB Stuttgart ya no está en la Bundesliga sino que descendió. Yo
puedo apuntar hoy Ich habe einen Freund aus Stuttgart que se llama Rubben y quiero decirle que también trascendimos
en aquella Libertadores, que quedamos campeones, que tranquilo que también estuvimos en
segunda y que hoy, 20 años después, quiero pagar mi promesa de enviarle la
camiseta del campeón del fútbol venezolano, Estudiantes de Mérida.
@jesusalfredosp
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