Hijo ponte
un suéter, yo busco el mío, sabía que venía la lluvia, pero como en aquel juego
del 99 ante Cerro Porteño, había que acompañar al equipo sin importar el palo
de agua. Empiezo a subir la escalera a la tribuna del Estadio Guillermo Soto
Rosa y confieso, que ir a ese estadio me trae enormes y gratos recuerdos. Lo
primero que hice fue ver la tribuna. Me sentí decepcionado, siempre he pensado
que el fanático de Estudiantes de Mérida está en las buenas y las malas, pero
ese día ante Estudiantes de Caracas, había que llenar el estadio, había que
ganar y somos un solo equipo.
Miro el
reloj y digo, bueno aún quedan 40 minutos, espero que la gente se anime por
encima de la pésima campaña, de algunos desentendidos con la directiva y
algunos jugadores, del mal clima o como dicen los meteorólogos del mal tiempo
atmosférico, aunque al final de la primera mitad, la nubosidad fue la
protagonista, apareció como en los viejos tiempos, cuando aquí el que ganaba no
era otro sino Estudiantes de Mérida.
Alguien,
de esos que no tienen oficio, que no saben qué hacer en sus momentos de ocio y
que seguramente no ha tenido que sufrir por un “Liquid paper”, una especie de
pintura de uña de color blanco que usan para borrar los errores en tinta o
lapicero, y que había empuñado su mano, untado la brocha del puntero y al peor
estilo Palmer, había escrito Estudiantes de Mérida en uno de las tribunas del
estadio. Seguramente, ese ocioso, falta de educación al tratar de dañar un bien
público, y además desobediente a sus padres al sub utilizar el tan preciado y
nada barato útil escolar, rayó, sopló, quizás acompañado de algunos cómplices, quienes
posteriormente se rieron y se dieron a la fuga. Los susodichos tal vez volvieron
para verificar si el eficiente “departamento de conservación de bienes y
servicios de la nación”, lo habían podido borrar. Pero, no.
Sólo al
sentarme, intercambio palabras con un conocido y le confieso mi inquietud de la
poca gente que había ese día, pero el no sólo me dio la razón sino que su gesto
facial me dio a entender de que la gente no iba a ir, así le diéramos otra
temporada más. Como soy de esos, que voy
al juego y salgo corriendo a hacer lluvias de ideas, a veces con chaparrón
incluido, de lo que me dejó ese encuentro para escribir, supongo que hay cosas
que no manejo del todo. Mi hijo me invita a ver el escrito en blanco del
canalla, el que mancilló el nombre del equipo colocándolo en donde generalmente
posamos nuestro cuerpo. Y allí estaba, ese día era una verdadera pieza de arte,
lo admiré como si fuera un Van Gogh genuino (original como dicen los
coleccionistas), como si me hablara y me invitara a interpretarlo, porque hablábamos
de la tribuna del Soto Rosa, donde no hay asientos de plástico que cuidar, sino
lápidas para brincar, para soltar bengalas como la barra, y hasta escribir lo
que hemos sentido por mas de 40 años, otros por décadas menos, pero con el
mismo sentimiento.
Sin duda
me emocioné, porque ese escrito expuesto allí durante uno, dos, tal vez cinco años o
mas, aunque como a toda obra, debieron haberle colocado fecha y hasta autor, pero
hasta ese día en particular había sido letra muerta, y como Lázaro, debía
resucitar. Aunque las tribunas a veinte minutos de juego, aún no proyectaban la
misma inspiración mesiánica para gritar “Levántate Lázaro”, poco a poco
agarraba forma. El equipo salió a calentar y el grito no se hizo esperar. No
eran gritos de reclamo, eran de aquí estamos, con ustedes, vamos a ganar, que
la segunda división fueron sólo esos cuatro días en los que Lázaro descansó.
Las
tribunas agarraron forma, supongamos que somos los que estamos y ya, y poco a poco
se sumarán a la causa cuando la causa sea mas justa y menos en contra. O cuando
la lluvia, la neblina no nos amenace tanto. O cuando la letra muerta tome vida,
cuando Lázaro, convaleciente se levante y ande. No buscamos ser mesiánicos, pero
en el fútbol, en la cancha y en la tribuna, hay que hacer vivir la letra
muerta. Hay que sufrir, coño pero no tanto, para poder disfrutar el triunfo, porque si no
se convierte en un “Te Quiero sin un Beso” en un Levántate Lázaro, sin goles,
en segunda y con la tribuna vacía.
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